La anfitriona está agobiada. Todo tiene que salir perfecto, desde el menú de navidad hasta las conversas en la mesa. Eso significa que tendrá que vigilar el orden en que la gente se sienta... hay que evitar que la tía se sienta al lado del marido de la prima (porque todos sabemos que se llevan fatal). Además este año todo el mundo ha empezado a experimentar con dietas raras (como si su hijo vegetariano no complicaría las cosas lo suficiente) con lo que casi hay que contar con un plato individual por persona. Por supuesto que nadie le va ayudar en la preparación, y eso que no ha ni empezado a limpiar la casa y aún le faltan algunos regalos.
¡Y después los regalos! Otra fuente de preocupación. Por mucha publicidad que ha visto en los últimos días, por muchos catálogos coloridos con "superofertas" que le han llegado a casa... aún le faltan algunos regalos. Así que además tendrá que hacer tiempo para ir de tiendas al último momento. A veces la anfitriona odia la navidad, las reuniones sociales y que siempre es ella que tiene que ocuparse de todo.
Por la noche su marido le pregunta que quiere para Navidad: ¿Un perfume? ¿Una joya? ¿Un nuevo aspirador? No, no quiere nada de todo esto. Quiere recuperar el control sobre sus horas, sentirse querida y quizás, si todo va bien, quedarse todo un día en la cama comiendo fresas con nata.
El peligro de la búsqueda de la perfección
Sabes que la perfección es imposible y aún así intentas que todo salga perfecto. Aunque se puede argumentar que esto te permite mejorar, en la mayoría de los casos te deja agotado y no te permite ni siquiera disfrutar del momento - algo siempre va mal, y muchas veces ni siquiera depende de ti. Agobiarte por algo que está fuera de tu control es una locura. Preocuparte por lo que harán los demás, por lo que pensarán los otros, por cómo podrías manipular el panorama para que todo salga perfecto es un ejercicio inútil - porque el resultado no depende de ti.
Lo que sí puedes hacer es preparar todo lo mejor que puedes, exigir de los demás que hagan su parte cuando hace falta y relajarte cuando ya no puedes controlar la situación. A veces eso significa tomar decisiones drásticas. Jamás olvidaré el día en que mi madre le prohibió a su padre - mi abuelo - de beber alcohol en nuestra casa y/o hablar de política. Marcó un antes y después en las reuniones familiares. Y solo fue posible cuando mi madre decidió que ya no iba a pedir disculpas por el comportamiento de su padre, sino hacerle responsable a él de sus propios actos.
Adiós perfección - bienvenido al ahora
Una de las consecuencias problemáticas de la búsqueda de la perfección es que te tiene constantemente viviendo en el futuro (que hago en caso que...), anticipando posibles problemas para resolverlas antes de que se presenten. Aceptando que la perfección no existe te permite volver al aquí y ahora. Eso no significa que no pongas un alarma para asegurarte que el pavo salga del horno en el momento adecuado. Lo que puedes dejar de hacer ahora mismo es vigilar por whatsapp cuándo ha salido cada quién de casa para prever posibles retrasos. Si alguien viene tarde, el pavo irá al microondas.
Y quién sabe, a lo mejor a los invitados les gusta esta nueva anfitriona relajada que sabe disfrutar de un buen vino y una conversa animada sin desaparecer en la cocina cada 3 minutos.