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La cabellera de la Shoá

Publicado el 27 marzo 2015 por Santosdominguez @LecturaLectores
La cabellera de la Shoá
Félix Grande.La cabellera de la Shoá.Epílogo de Juan José Lanz.Bartleby Editores. Madrid, 2015.
Esta es la cabellera de la Shoá.Calla más que el silencio y está ciega.Lo ve todo. Retumba.
Hace seis años, la sacudida interior de una visita a Auswichtz recuperó la voz poética de Félix Grande, que tras cuarenta años de silencio, escribió, entre la conmoción, el arrebato indignado y la alucinación, un texto memorable, La cabellera de la Shoá, un largo e intenso poema sobre los mil novecientos cincuenta kilos de pelo cortado a las mujeres deportadas al campo de exterminio de Auschwitz. 
Arranca con estas preguntas:
¿Oís la llamada?
¿Se precipitan hacia abajo roncosamotinados los aminoácidosarquitectos de la Conciencia?¿Arden sobre su ejelas antracitas del escándalo?
“Había cabello rubio, moreno, pelirrojo, todo mezclado, decolorado por el paso del tiempo. De repente, me pregunté ¿de qué color es este pelo? Era un color nuevo. No había existido antes. /.../ Cuando lo vi tuve que poner las manos en el cristal porque con los ojos no me valía”, recordaba, conmovido aún años después de contemplar aquel mueble de catorce metros que se convirtió en una metáfora del horror y el exterminio. 
Tardó dos años en traducir en palabras aquella emoción indignada, en escribir torrencialmente los mil versos de La cabellera de la Shoá, que cerró la última edición de Biografía, la poesía reunida de Félix Grande en Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores.
Un poema que aparece ahora en edición exenta en Bartleby Editores, con un completo epílogo de Juan José Lanz.
La cabellera de la Shoápesa mil novecientos cincuenta kilos de pelo de mujer.La cabellera de la Shoápesa un milenio y otro de ruidos cercanos en la noche.La cabellera de la Shoápesa setecientos mil días fronteros de diáspora.La cabellera de la Shoápesa dos toneladas europas de desmisericordia.La cabellera de la Shoápesa dos mil colmillos anuales de calumnias.La cabellera de la Shoápesa un derrumbamiento del sosiegomultiplicado por cien generacionesde criaturas humanas como tú.Todo esto antiguo y junto pesa esta cabellerade suave pelo de mujer sin nombres.La cabellera de la Shoápesa mil novecientos cincuenta abismos de silencio.
Hay en sus versos un tono de advertencia que a veces recuerda a Brecht:
Cuídate del Desprecio. Si transigescon ese gen ciempiés estás perdido: cualquier díallamarán a tu casa con un número,con una exactitud y una definición,un logotipo y un escupitajo... y raparán el pelo a tu hermana a tu madre a tu hija:se están movilizando: avanzan: vienenresolutivos, hímnicos, felices:dispuestos a cegar con piedras de desprecioel pozo genealógico, el aljibe apellido,el útero sagrado de tu nombre
Y hay sobre todo una llamada constante a la Conciencia, que, junto con el Lenguaje y el Ser –como indica Lanz en su epílogo- constituye uno de “los tres ejes centrales de una escritura comprometida con el mundo y con la Historia”:
Descended a la cueva. ¡Abajo, justos,a edificar la represalia que se llama Conciencia!¡Que la Conciencia espantelas seducciones de la cobardía!¿Oís la llamada? ¿Veis el pavorosodulcísimo incolor de esta melena?
El impacto de la conmoción lo resumió Félix Grande con estas palabras: “Auschwitz supuso tal nivel de regresión humana -mezcla de comportamiento prehistórico y muerte industrial- que un intelectual de nuestro tiempo tiene la obligación de enfrentarse a un hecho así".
A través de un recorrido entre la piedad y la cólera, entre el horror y la perplejidad, La cabellera de la Shoá es un estremecido poema mayor del Félix Grande último y una manifestación –explica Juan José Lanz- de su “esperanza desesperanzada (...): una grieta abierta en el muro de la Historia.”
Pero es mucho más que eso. Es, sobre todo, y a pesar de la desolación interrogativa que lo cierra -¿Ustedes saben escuchar?-, una contestación explícita a Adorno, la dolorosa constatación de que escribir después de Auschwitz no sólo es posible, sino también más necesario e imprescindible que antes de Auschwitz.
Santos Domínguez

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