Revista Cultura y Ocio

La caligrafía del mal

Por Calvodemora
La caligrafía del mal   (Hussein Malla, AP)
El azar posee su propia caligrafía, su esmero en el volcado de una trama. Esta instantánea, tomada en Beirut después de un atentado a un centro de negocios, crea la ficción de que el mal no existe, de que la guerra es un argumento cinematográfico o un episodio de la Historia. La realidad, en cambio, se encarga de desmantelar toda posibilidad de jugar con las palabras. No hay juego posible después del caos, pero la caligrafía persiste, el lenguaje pugna por imponer sus códigos y llega un momento en que uno libera la imagen de la fatalidad que la forjó y cree que solo es eso, una imagen entre las imágenes, una evidencia entre las evidencias, sin que nada trágico anide debajo. Da igual que sea Beirut o Nairobi, Nueva York o Sarajevo. En la dimensión lúdica de la foto, en su simulacro puro, no hay muertos. La muerte queda para otro ámbito, pero no para éste. La realidad pasó de largo y aquí solo vimos una extensión formidable del arte. La saturación en la que estamos inmersos restrringe el dolor, lo mengua, lo banaliza, lo suspende. La posible empatía ha sido extirpada del lóbulo en donde se encuentre en la insensible cabeza. Lleva razón mi amigo Miguel Cobo, que me mostró la foto ayer: a veces la destrucción nos ofrece mensaje crípticos. Todo está aquí encriptado. La belleza posee su propo nivel de seguridad. Hay que ir abriéndose paso, ganando terreno a la aversión, mitigando el dolor que produce observar el mal, logrando finalmente ese raro estado de equilibrio emocional en el que una fachada de un edificio devastado por las bombas no afecta más que una avenida en hora punta o un campo de trigo a cuyo término se observa una casa antigua. Solo nos incumbe la belleza. Nos afanamos por encontrarla incluso donde no está convocada. La buscamos en los escombros y hay cierta confianza en que la búsqueda no será en balde. Somos criaturas extrañas los seres humanos. De verdad que no entiendo de qué formidable sustancia estamos hechos.

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