En este mundo la gente tiene brazos muy, muy largos.
Con ellos empujan hacia el este, empujan hacia el oeste; sin descansar.
Los brazos del monje de la montaña son cortos, muy cortos.
En toda su vida jamás aprendió a empujar a los demás.
Los de brazos largos, desde la juventud hasta la edad del cabello blanco,
creen que los de brazos cortos son extraños.
Al más extraño de todos lo he conocido hoy.
Él vive dentro del bosque y es muy pobre.
Debido a que mis brazos son cortos, no empujo a los demás.
Y no hay razón para que otros me empujen.
¡Ah! Mis brazos deberían medir mil o diez mil pies de largo.
Así todos los seres en los cuatro mares podrían ser mis amigos.
—Maestro Seon Weongam, Corea (1205–1248)
Este poema me es muy curioso porque hace una analogía con la que en occidente no estamos familiarizados. Habla sobre brazos. Sí, brazos. En el budismo los brazos y las manos son símbolo de alcance, de acción.
Avalokiteshvara tiene mil brazos, cada brazo representa a uno de nosotros ayudando para aliviar el sufrimiento de los seres vivos.
El Maestro Weongam nos habla de cómo los brazos empujan, están siempre activos, ocupados. Él siendo un monje pobre y viviendo en el bosque, sabe que la felicidad está en tener brazos cortos, con los que puede trabajar y mantener una existencia pacífica.
Las últimas dos líneas son sublimes.