La caravana del terror

Anonymous se ha unido a la campaña #nolesvotes

El miedo viaja rápido, es contagioso, aprovecha las arterias para llegar a los órganos vitales del cuerpo sano. Estos días, el miedo se mueve en coches oficiales y en caravanas de colores por esas infraestructuras de comunicación de un país de primera para unos coches particulares que han resultado de tercera. Los funámbulos esquivan los puntos negros y las curvas peligrosas a derecha e izquierda, en un intento por recuperar el centro, pero contaminan igualmente.
Nuestros políticos zigzaguean estos días de punta a punta megáfono en ristre con su dulce veneno en forma de mentiras, promesas, descalificaciones o manipulaciones burdas que enardecen a las masas, a sus masas. Todo vale y todo es susceptible de gritarse, ya sea en grandes polideportivos (cada pueblecito tiene el suyo), en pequeñas plazas, en explanadas multiuso,… con un discurso tan alejado de la realidad, “de lo que interesa a los españoles”, como el de los locos que alertan, los ojos fuera de las órbitas, del fin del mundo o los vendedores de pócimas milagrosas contra la calvicie que engatusaban a los aldeanos. Por el camino, si sólo miraran por la ventana del coche, podrían ver a muchos que se arremolinan en la cuneta, expulsados de la vía. Pero no lo hacen. Aprovechan esos tiempos muertos, que matan ellos con su indiferencia, para repasar o dar los últimos retoques al próximo discurso. Que son jubilados, hablamos de pensiones; que son empresarios, pues de reducciones fiscales; si son militantes, insultamos al contrincante; si se trata de parados, les prometemos trabajo y echamos la culpa al otro… Si la caravana aminorara la velocidad y miraran por la ventana, se quedarían sin palabras ante los millones de nadie ajenos a su paso al borde de la carretera. Si los nadie les escucharan intramuros, dentro de los límites de la ciudad, el miedo sería ya insoportable.