Revista Arte

La carga, Barcelona 1902, de Ramón Casas

Por Lparmino @lparmino

La carga, Barcelona 1902, de Ramón Casas

La carga, Barcelona 1902, 1899, de Ramón Casas
Museo Comarcal de la Garrotxa, Olot, Gerona - Fuente

Lo preocupante de la escena en cuestión es que teniendo un siglo de historia a sus espaldas sea tan actual. Lo verdaderamente angustioso es que es una secuencia intemporal que, perfectamente, podría darse en nuestras calles y en nuestras plazas en este exacto momento. De hecho, lo que más me asusta es que esta misma escena se está reproduciendo ahora mismo. La historia se repite, a veces con demasiada frecuencia. Y es muy dada a reiterar hasta la saciedad su cara más oscura y desagradable. No es un guardia civil que carga contra un obrero de la Barcelona de principios de siglo. Al fin y al cabo, no es más que un agente que cumple las órdenes de los señoritos que cómodamente se apoltronan en sus sillones de ganancias y no duda en espolear su caballo contra los hombres y mujeres, inocentes, que defienden sus derechos más elementos y dan rienda suelta a sus ansias de una vida digna. Ramón Casas lo expresó a la perfección, y cuando pintaba La carga, Barcelona 1902, quizá ya podría presumir que su cuadro se repetiría hasta la saciedad.

La carga, Barcelona 1902, de Ramón Casas

La carga, detalle

La propia datación del lienzo es confusa, recordándonos que su tema es universal y atemporal. Todo el mundo parece coincidir en que el cuadro fue realizado en 1899 y fue rechazado en la Exposición Universal de París de 1900. Esto motivaría que su autor, Ramón Casas, cambiase el título y finalmente lo relacionase con los violentos hechos que sucedieron en Barcelona en el año 1902, cuando sucedió una huelga general fue en la ciudad condal el 17 de febrero de ese año. El cuadro fue galardonado con la primera medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1904.
Como uno de los principales integrantes del modernismo, Ramón Casas fue uno de los principales renovadores del panorama artístico catalán. Su privilegiada posición favoreció el contacto con lo más innovador que en esos momentos se hacía en la pintura, y pudo conocer de primera mano en París a muchos de los grandes creadores de finales de siglo, asimilando magistralmente sus enseñanzas. Pero Casas también supo ver en la tradición las enormes posibilidades formativas y por eso su obra se puede relacionar fácilmente con lo asimilado en la contemplación directa de Velázquez en el Museo Nacional del Prado. Durante mucho tiempo fue el amable retratista de la pujante burguesía industrial y comercial barcelonesa, hasta que a finales de siglo inicia un peculiar giro temático en grandes composiciones que se acercan a un realismo social donde existe una clara intención de denuncia.
La carga es un atrevido acercamiento a uno de los temas más candentes de la Barcelona de finales del XIX y principios del XX. La ciudad vive convulsa los cambios que la incipiente industrialización conlleva, incluida la consiguiente conflictividad social derivada de las pésimas condiciones de trabajo de los obreros en las fábricas. En estos centros de producción se extenderían las ideas revolucionarias que pretendían la revolución social. La lucha obrera encontraba su vía de escape en la sindicación y en las huelgas y manifestaciones que las autoridades no dudaban en reprimir brutalmente mediante el uso de una violencia muchas veces desmedida.

La carga, Barcelona 1902, de Ramón Casas

La carga, detalle

Casas se acerca a este hecho histórico y tan terriblemente actual mediante una arriesgada composición. Su calidad documental queda patente en un fondo donde se distingue entre la bruma la silueta de la Barcelona paralizada por la huelga. En un primer plano, la acción protagonista se desplaza a la derecha de la composición y se individualiza en la anónima figura del manifestante que rueda a los pies del caballo montado por el guardia civil armado con un sable. En el centro, el vacío más absoluto provocado por la desbandada causada por la carga policial, que ha hecho huir a la despavorida masa de manifestantes, mientras la guardia civil realiza implacable su cruenta misión. La esperanza ahogada a los pies del caballo mientras la mirada fría y altanera de su jinete parece querer desentenderse de su innoble misión.
Lo dicho: tan lejano y tan cercano. Más de cien años han transcurrido desde que Ramón Casas elevara su denuncia al lienzo mediante la potencia visual de La carga, cuadro de una historia que, sin embargo, se nos antoja especialmente actual.
Luis Pérez Armiño

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