Formentera, 2005. expatriadaxcojones.blogspot.com
Hace días que pienso en escribirte pero, por una cosa u otra, nunca lo hago. Hoy te escribo una carta que, muy probablemente, no leas nunca. Porque no conocerás su existencia. No te la voy a mandar. Se perderá en el espacio internáutico y quizás —sólo quizás— un día llegue hasta ti.
Hace muchos años que nos conocemos. La primera vez que coincidimos yo tendría unos veinte; tú, bastantes más. Conectamos enseguida porque, pienso, nos parecemos en muchos aspectos. Somos soñadores. Somos ambiciosos. Somos inseguros. Somos como niños. Pero tú, además eres inteligente y divertido. Creo que no me equivoco si digo que despiertas simpatías y odios, a partes iguales. Pero no pasas desapercibido. Eso, seguro.
Cuando hablamos nos reímos mucho. No deja de ser irónico, pues solemos hacerlo de cosas tristes. Problemas. Dudas. Miedos. Somos monotemáticos. Siempre dándole vueltas a lo mismo: La familia. El trabajo. Y no siempre por ese orden.
Tú me hablas de la culpa —fruto de la educación cristiana que recibiste—. La mala conciencia que te persigue, allá donde vayas, por dedicar más tiempo al trabajo que a tu familia. Yo también me siento culpable. Por lo mismo. Aunque mi situación sea diametralmente opuesta. Me siento culpable por estar triste. Por echar de menos mi trabajo. Por preferir estar fuera que dentro. Me siento culpable y tengo mala conciencia por pensar lo que pienso y sentir lo que siento.
Últimamente nos vemos poco. Cada vez, menos. Tú también te has ido. Has dejado Barcelona y te has mudado a los Estados Unidos.
—¡Qué envidia! —te dije al enterarme de la noticia. Acababas de salir de una reunión con los jefes del periódico. —Estoy nervioso —reconocías entre risas —ya no soy joven.
Han pasado unos cuantos meses desde entonces y sé que allí estás de puta madre. Aprendiendo a estar solo. Acostumbrado como estabas a estar siempre rodeado de gente. Tú que eres padre de familia numerosa. Ahora te haces la cama, me cuentas. Y doblas el pijama. Vas al súper. Cocinas. Me divierte imaginarte en plan ama de casa. Tú, el señor importante. Generador de opinión. Referente de la prensa catalana. Puntal de las tertulias radiofónicas. Asiduo de las televisivas.
Porque así somos. Vanidosos. Egocéntricos. Pero también, sensibles. Extremadamente vulnerables. Pero eso nadie lo sabe. Eso nos lo guardamos. Y sólo muy, pero que muy, de vez en cuando lo reconocemos.
Nos separan la edad, el país, el trabajo, muchas cosas pero el hilo que nos une no se rompe. Pasa el tiempo y permanece igual. Resistente. Invisible pero fuerte. A veces, cuando tengo un mal día pienso en ti. Porque tú siempre te ríes. Me das ánimos. Me ves con buenos ojos y entonces yo me veo con tus gafas. Y aunque solo sea por un instante me siento feliz. Quizás por eso te escribo precisamente hoy. Porque estoy triste. Te echo de menos.