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La casa al final de Needless Street, de Catriona Ward

Publicado el 16 noviembre 2022 por Daniel Daniel Pérez Castrillón @Mangrii
La casa al final de Needless Street, de Catriona WardLa casa al final de Needless StreetCatriona Ward (trad. de Cristina Macía)RunasRústica / digital | 328 páginas | 22€ / 14,99€La casa al final de Needless Street, de Catriona Ward


Si hay un libro del que se ha hablado parte de este año, y gran parte del año pasado, es La casa al final de Needless Street, de Catriona Ward. Quizás, lo peor que le podría pasar al libro es que uno como lector llegue condicionado por el entusiasmo general y alguna información que desgraciadamente, repercuta en su experiencia lectora. Esto último es, sin genero de duda, mi caso personal. Nadie le quita a La casa al final de Needles Street su inquebrantable sensación de inquietud, su desconcierto e incongruencia general con el paso de las páginas, pero si uno se huele las respuestas desde los primeros pasos, la poderosa narrativa de sensaciones se queda en nada y por desgracia, pierde cierto interés.
Hablemos de Ted Bannerman
Tan pronto comienzas a leer La casa al final de Needless Street sabes que algo anda mal. Muy mal. Ted Bannerman vive solo con su gata Olivia en una casa que es pura ruina al final de un callejón sin salida. Su hija Lauren la visita de vez en cuando, pero su relación es más que tensa y a menudo, violenta. Todo empeora cuando un mujer llamada Dee, cuya hermana fue secuestrada hace años en el mismo pueblo, se muda a la casa abandonada de en frente. Los tres puntos de vista se van conjurando entre si, peleándose y chocándose con lo que cuentan, buscando un centro común que poco a poco podemos vislumbrar, pero que siempre parece errático y al mismo tiempo, dudoso. Tres hilos que parecen enmarcados por el pasado y el presente, pero cuya ambigüedad nos hacen dudar a cada momento de su relación.
Ilustración de una casa lugrube.Ilustración de cubierta en otra edición
El juego de los narradores
Si tenemos algo que destacar de La casa al final de Needless Street es el curioso juego de narradores empleado por Catriona Ward. Por que más allá de buscar el engaño, cada capítulo es un engranaje defectuoso que nos compromete con la duda. La mayor sorpresa es ver que el texto no esta solo regido por una primera persona que danza entre lo personal y los hechos con una sordidez encomiable, si no que entre diálogos y algunos párrafos tenemos una desconcertante tercera persona que genera sobre todo inquietud y confusión. Pistas y pistas que van dejando huella sobre la falta de fiabilidad narrativa, obligando al lector a entrar en un juego de narradores y a reconsiderar toda la historia contada una y otra vez.
Salud mental y sanación
Una nota al final de la propia Catriona Ward nos deja, aún más claro, que La casa al final de Needless Street es mucho más que un thriller psicológico. Cada escena sabe llevarte hasta un ambiente cargado de suciedad, de rotura catastrofista, como la que vive internamente cada uno de sus personajes. La casa, los objetos, las acciones e incluso los olores, vuelcan todas sus armas para intentar transmitirlo. La atmósfera en esta novela es deprimente y la extrañeza puede llevar a la confusión, pero La casa al final de Needless Street consigue hablar de una nueva forma sobre el trauma y explorar algunas de sus consecuencias al puro estilo de Split, de M. Night Shyamalan. Un excelente ejemplo para visibilizar la importancia de la salud mental a través de un texto que puede resultar de lo más perturbador para el lector.
Ilustración en blanco y negro con un gato en el centro.Ilustración de la edición limitada de Ben Baldwin
En conclusión...
Catriona Ward es hábil utilizando las herramientas del thriller psicológico, llevando prejuicios y sesgos a su favor con la intención de conseguir ese impacto deseado. Sin embargo, mucho de esas herramientas pueden resultar la mar de tramposas vistas desde fuera, y algunos hilos sueltos flaquean para más de uno que se haga preguntas. La casa al final de Needless Street es una lectura cautivadora por momentos, con alguna de las escenas más impactantes e inolvidables que he leído (no hablemos del congelador) en mucho tiempo, pero cuyas expectativas y comentarios le han restado impacto durante mi propia lectura. Uno de esos libros, como se dice habitualmente, de los que es mejor no saber nada.
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