Dios los cría y ellos se juntan… en el Club de Campo. O en Qatar, que la globalización tiene cosas como acabar con las ecuaciones espacio-tiempo hasta reducirlas a una mera suma de ordinarios. Me equivocaba cuando creía que nuestras tragedias cotidianas se fraguaban en fríos despachos enmoquetados cubiertos de una fina capa de polvo y decorados al más puro estilo rancio, que también es un estandarte de según quienes. Muchos VIP (very important persons), que también se apropiaron indebidamente de este dudoso rango escogidos a dedo con criterios también dudosos, se reúnen y hablan de sus cosas a plena luz del día, rodeados de árboles, naturaleza, césped pulcramente cortado, piscinas climatizadas y gimnasios y spas donde, en principio, podrían haber dado rienda suelta a su adrenalina, eliminar toxinas, desfogarse y llenar sus pulmones de aire fresco. En lugar de eso, esos escenarios idílicos, públicos, han servido de parafernalia para la ostentación.

