Revista Opinión

La casa de todos

Publicado el 08 abril 2013 por Carmentxu

Dios los cría y ellos se juntan… en el Club de Campo. O en Qatar, que la globalización tiene cosas como acabar con las ecuaciones espacio-tiempo hasta reducirlas a una mera suma de ordinarios. Me equivocaba cuando creía que nuestras tragedias cotidianas se fraguaban en fríos despachos enmoquetados cubiertos de una fina capa de polvo y decorados al más puro estilo rancio, que también es un estandarte de según quienes. Muchos VIP (very important persons), que también se apropiaron indebidamente de este dudoso rango escogidos a dedo con criterios también dudosos, se reúnen y hablan de sus cosas a plena luz del día, rodeados de árboles, naturaleza, césped pulcramente cortado, piscinas climatizadas y gimnasios y spas donde, en principio, podrían haber dado rienda suelta a su adrenalina, eliminar toxinas, desfogarse y llenar sus pulmones de aire fresco. En lugar de eso, esos escenarios idílicos, públicos, han servido de parafernalia para la ostentación.

Club-de-Campo-villa-Madrid
El problema no sería tal, una vez reservado el derecho de admisión a quienes no se consideren adecuados al espacio o lugar, si fuera un establecimiento o espacio privado. El problema es cuando se trata de un espacio en principio público por la sencilla razón de que está gestionado por un ayuntamiento elegido por los ciudadanos y, además, sus instalaciones también han sido pagadas con el dinero de todos. Y de ese todos, algunos hacen su coto privado. Una más en esta carrera loca, ya impune, que sube a los altares de los informativos durante un día, como la canción del verano para después caer en el olvido y, una vez más, en la invisibilidad. Y se trataba de dar transparencia, de que la casa de todos no fuera de unos pocos privilegiados, no de que los delitos se vuelvan invisibles, de tan transparentes.


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