La causa final o de la aporía del primero o el último. (II)
III. La aporía del primero o el último es una aporía que ha encontrado su forma problemática que no su solución, con los denominados presocráticos, las soluciones vendrán dada en cada caso por las distintas disciplinas científicas, y el grado de cientificidad pase por la capacidad de reducir tal aporía según el tipo de soluciones que aporta. Cada disciplina puede verse como una variación de esta problematización. La pregunta de los presocráticos por el principio es lo que en Historia de la Filosofía ha sido denominado como paso del mito al logos. La caracterización más general de este paso que me es más útil la hace José Francisco Martínez Martínez en su obra sobre Deleuze (Ontología y diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze):
Al origen llegamos contando historias, es decir, mitos. Mientras que la ciencia y la filosofía se preocupan sólo por la estructura intemporal de las cosas ya formadas, el mito es siempre un mito de origen o de paso (que es también un nuevo origen). He aquí el verdadero sentido del paso del Mito al Logos, con los Presocráticos: se pasa de preocuparse por un fundamento original y originario, histórico y genético (Hesiodo), a un fundamento sincrónico con lo fundado, es decir, estructural (los Milesios, los Eleatas, Heráclito, etcétera). (pag 155)
IV. Tenemos por un lado la forma de expresión del mito que pasa por contar historias. En el logos en sentido restringido que se supone protagonizan los presocráticos, la forma de expresión, no es la historia, el relato. Ahora bien, no olvidemos que logos significa palabra, palabra para contar historias o fundamentar estructuralmente la realidad. Sin embargo, el contenido al que remite lo expresado en el logos que caracteriza al denominado paso ya no es el mismo. La evolución de la forma de expresión necesariamente habrá de cambiar más lentamente que el cambio operado del lado del contenido. La obra de Parménides puede ser la representación más clara de ello, la exposición de lo que entiende que es lo primero en lo real es fruto de algo que le cuenta, alguien capaz de comprender, la Diosa. Ahora bien, la forma de expresión nunca podrá identificarse con la absoluta sincronía del fundamento, en última instancia el contenido mismo. Quizá sea Platón el primero que planteó la posibilidad de que a través de la expresión lingüística, sea posible una aprehensión inmediata del fundamento. El razonamiento matemático, el que mejor aplica la deducción no puede ser más que propedéutico, sólo la dialéctica (que principalmente es diálogo) permite cancelar todos los supuestos y entonces es posible contemplar el fundamento sincrónico, contemporáneo que siempre ha estado ahí. El método, sin embargo, no puede dejar de asociarse a un desarrollo y a una finalidad a conseguir, aunque este fundamento no participe de tal finalidad, de tal desarrollo o diacronía, por ser él mismo eterno.
-Entonces -dije yo- el método dialéctico es el único que, echando abajo las hipótesis, se encamina hacia el principio mismo para pisar allí terreno firme; y al ojo del alma, que está verdaderamente sumido en un bárbaro lodazal lo atrae con suavidad v lo eleva alas alturas. (La república, 533d)
V. ¿Qué es lo que hace Aristóteles cuando propone la causa final como una causa más que explica el movimiento y el cambio? Se ha pensar que no sólo hay que pensar que la finalidad se da en la expresión, a la sazón, hay que entender algo de lo que se está diciendo y ello pasa por llegar a un objetivo y dentenerse, sino es inevitable que esta misma finalidad sea real no sólo expresiva, como Bertrand Russell dijo a propósito del principio de identidad que no sólo es una idea formal, sino que se ha de distinguir realmente. Aristóteles puede ser leído de este modo como el que recupera cierta idea de finalidad que se distingue realmente y ello precisamente en los procesos biológicos donde el sentido común parece que así lo requiere. Por tanto, reclama la finalidad, el desarrollo, la diacronía para el contenido, a diferencia de Parménides. La causa final da cierto carácter unitario a procesos teleológicos naturales, parciales frente a una idea de finalidad trascendente. En la Física Aristóteles analiza el número de principios para dar cuenta del movimiento y los reduce a tres, uno no puede ser siguiendo a Parménides porque supone asumir la univocidad del ser, dos tampoco porque uno de ellos es superfluo, ya que está contenido todo el movimiento en el primero, y por tanto es lo mismo que si hubiera un principio y el movimiento sería no más que aparente (también anunciado por Parménides). Por tanto, los principios son tres porque rompe con el círculo vicioso de la dualidad que remite a la unidad. Y la tríada del movimiento en Aristóteles desde el punto de vista funcional, es un sujeto que sufre el cambio, o el movimiento, una forma que ha de adquirir y una privación de la misma (véase Tomás Calvo Martínez. Aristóteles y el aristotelismo.). Los principios, así considerados desde el punto de vista funcional, dan algunas claves del cambio, sin embargo, es posible analizarlo desde una perspectiva estructural según los conceptos también aristotélicos de energeia, entelequia y potencia.