Revista Ciencia
Efectivamente la siguiente entrada va sobre las cerillas, o también conocidas como fósforos. Y no vais nada desencaminados si pensáis que las cerillas contienen fósforo.
La historia del descubrimiento del fósforo es muy curiosa. Nos remontamos a 1669 donde el alquimista alemán Henning Brandt estaba dispuesto a obtener oro a partir de la orina humana. Después de rellenar y destilar 50 cubos de orina (50 cubos son unos cuantos litros pero si quieres hacerte rico no hay que escatimar materias primas) Obviamente llego a una pasta que no tenia nada que ver con el oro. Completamente desanimado apagó la luz de su sótano y se disponía a subir a su casa cuando la estancia se iluminó por una luz verdosa. La sustancia brillaba en la oscuridad y al sacarla de su recipiente empezó a arder espontáneamente. La bautizó con el nombre de fósforo, en griego "portador de luz" y desde entonces a las sustancias que brillan en la oscuridad reciben el nombre de fosforescentes. Lo que descubrió Brandt es el fósforo blanco, una forma del fósforo muy reactiva solamente en presencia de aire, que ha tenido un uso militar muy extenso.
Pero volvamos a la cerilla, en 1690 Robert Boyle impregnó un papel con fósforo y en la punta de una astilla de madera coloco un poco de azufre que al ser frotada en el papel se encendía.
Pero no fue hasta el año 1827 donde John Walker inventó la actual cerilla tal como la conocemos nosotros, la cerilla por fricción. Al remover una mezcla de productos químicos con un palito, observó que en el extremo de éste se había secado una gota. Para eliminarla, la frotó contra el suelo del laboratorio, provocando que se encendiera. La gota contenía sulfuro de antimonio, clorato de potasio, goma y almidón, pero presentaban problemas, olor desagradable, llama inestable y la reacción era violenta, casi explosiva. En 1830, el químico francés Charles Sauria añadió fósforo blanco para quitar el mal olor, pero ya se empezaban a conocer los efectos nocivos del fósforo blanco sobre el cuerpo humano. Así que en 1844 el sueco Gustaf Erik Pasch sustituyó el fósforo blanco por fósforo rojo y separó de los ingredientes: la cabeza de la cerilla se compone de sulfuro de antimonio y clorato de potasio, mientras que la superficie sobre la que se frota es de cristal molido y fósforo rojo. En el momento de frotar ambas, debido al calor de la fricción parte del fósforo rojo se convierte en fósforo blanco, éste se prende, y comienza la combustión de la cerilla.