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“LA CHICA DE AL LADO” de Jack Ketchum

Publicado el 27 mayo 2022 por Marianleemaslibros
“LA CHICA DE AL LADO” de Jack Ketchum
Era como si dentro de mí hubiera algo claramente primitivo que me atravesaba, se liberaba y se convertía en mí, algún salvaje y oscuro vendaval que yo mismo había creado en aquel bello y soleado día. Y me pregunto: ¿A quién odiaba? ¿A quién y a qué temía?
En el sótano, con Ruth, comencé a aprender que la ira, el odio, el miedo y la soledad son un botón que espera el tacto de un solo dedo para desbocarse hacia la destrucción. Y aprendí que esos sentimientos pueden tener el sabor de la victoria

“LA CHICA DE AL LADO” de Jack Ketchum
Empiezo, contándoos que esta novela ha sido una recomendación de alguien que comparte conmigo gustos macabros literarios. Solo sabía cuando la empecé, que ella le había disfrutado, me la describió como “muy muy fuerte” lo que se narraba. Muy muy fuerte sí ha sido, pero bastante más que eso, yo la describiría como espeluznante, brutal, bestial y todos los sinónimos similares o peores que se os puedan ocurrir. También os cuento que es la historia novelada basada en un 'true crime', algo que desconocía mientras leía horrorizada y pensaba, “bueno, es tremendo esto que se cuenta, pero es ficción, no pasa nada”. Pero claro, cuando me enteré de que todo eso pasó en la vida real, me quedé muerta de la impresión, “no puede ser que alguien haya tenido que sufrir lo que sufrió esta chica,” “eso no debería de pasarle a nadie”, pensé.
Continúo, lanzando un aviso importante desde ya a navegantes y habituales lectores del blog: “La chica de al lado” no es apta para todo el mundo, no es apta para estómagos frágiles o delicados, y si ese es el caso, os doy permiso, es más, os animo a que huyáis de este título como alma que lleva el diablo. Tengo claro que a la mayoría os repelerá y rechazaréis absolutamente la lectura y lo voy a entender, claro. ¿Cómo no voy a entenderlo si incluso casi no ha sido apta para mi misma? ¿si incluso a mi, que soy de estómago y mente resistente (¡ojalá lo fuera también en la vida real!, pero no cae esa breva) me ha resultado a ratos bastante indigerible?, si hasta me da apuro hablaros de ella. . .
Pero no os hagáis una idea equivocada de mis impresiones, porque con todo esto no quiero decir que no haya disfrutado con la lectura, que sí la he disfrutado, y eso que en cuanto a calidad de prosa se refiere, tampoco es que me haya parecido nada del otro mundo, aunque Jack Ketchum (Livingstone, Nueva Jersey, 1946-2018) tampoco es que escriba mal.
Este autor firmaba sus novelas bajo pseudónimo, su nombre verdadero era Dallas William Mayr, y está considerado en EEUU uno de los autores más influyentes dentro del género de Terror, como novelista y como guionista de cine y televisión. Además, fue profesor, activista político, publicista, crítico de teatro y agente literario, entre otros, del propio Henry Miller.
También os cuento que hay dos películas basadas en la historia, curiosamente ambas estrenadas el mismo año, en 2007: por un lado, “An American Crime” basada en el caso real de Sylvia Likens ocurrido en 1958 y luego está “La chica de al lado”, que está basada en la historia novelada por Ketchum, en este libro.

La trama a grandes rasgos sin spoiler«¿Crees que sabes qué es el horror?». Con esta pregunta comienza “La chica de al lado”, nos la lanza David, el narrador de la historia, una historia ambientada en un poblado de Nueva Jersey durante un verano en el que un grupo de niños (David tiene 13 años por aquel entonces, ahora tiene 41) y amigos disfrutan de las fiestas del pueblo, ven televisión, beben Coca-cola juntos y juegan a un juego a escondidas de los adultos. Se podría pensar que solo por el hecho de ser niños, ese juego al que juegan es inocente, pero no, desde el principio, por las pinceladas que nos va dejando el autor, intuyes que de inocente no tiene nada.
El grupo de chavales se sienten muy atraídos por Meg y su hermanita pequeña Susan que acaban de ser adoptadas por su tía Ruth y sus tres primos, los gemelos Donny y Willie de la edad de David y el pequeño Ralphie, a al que todos llamaban Ladrador. Las dos niñas se acaban de quedar huérfanas al fallecer sus padres en un accidente de tráfico, accidente del que Megan salió mejor parada que Susan.
David es el vecino de al lado de la familia Chandler y pasa gran parte de su tiempo en esa casa, porque Ruth es muy permisiva con los niños, les deja hacer lo que quieran, les permite fumar, beber cerveza entre otras cosas y también porque David ha quedado prendado de Meg desde la primera vez que la vio y se hicieron amigos.
Cuando David nos cuenta de qué iba su Juego de críos, empiezas a darte cuenta de que eso es solo el precedente, empiezas a pensar qué es lo que puede pasar, te vienen muchas cosas a la cabeza, pero nunca imaginas que se va a llegar hasta donde se llega, ni mucho menos. Al loro con el jueguecito: hay dos equipos: uno formado por “el comando”, de sólo una persona y los demás son los soldados. Los soldados intentan atrapar al comando, y si lo consiguen, éste es amordazado, atado a veces desnudo a un árbol (también las chicas) y podían hacer con él o ella lo que quisieran durante todo el día. El comando siempre pierde, nunca gana.
Pero ahora, con la llegada de las primas, surge otro Juego ideado esta vez por una adulta mentalmente desequilibrada, perturbada, pro Ruth, que ha sufrido malos tratos a lo largo de su vida y no ha tenido ni tiene una vida fácil. Su idea es encerrar a las primas, y torturarlas, al principio solo de forma psicológica, pero después la cosa se anima y se pasa al maltrato físico, ensañándose sobre todo con Meg, a la que atan y torturan de forma cruel y despiadada en el sótano/ búnquer de la casa, con el pretexto de enseñarle una lección sobre lo que significa ser una mujer en el mundo.
Pero Ruth, además de a sus hijos, involucra a algunos de sus amigos del vecindario, entre ellos a David, que, aunque no participa de forma directa, tampoco hace nada para impedirlo, entre otras cosas porque está fascinado viendo hasta donde están llegando las torturas hacia la que antes era su amiga, y también porque tiene pavor por lo que pueda pasarle si se va de la lengua. 

Después de aquel día, yo era como un adicto y mi droga era el querer saber. El querer saber lo que era posible. El conocer cuán lejos podía llegar aquello. Hasta dónde ellos se atreverían a llegar. Siempre eran ellos. Yo permanecía fuera, o sentía que lo hacía. Tanto para Meg y Susan por un lado, como para los Chandler por el otro. No participaba en nada directamente. Observaba. Nunca tocaba. Y eso era todo. Mientras mantuviera esa postura podía imaginarme que era, si no inocente del todo, tampoco culpable 

Y hasta aquí puedo contar. . .
  Los puntos fuertes de la novela
La obra es de una dureza extrema, a “la chica de al lado” le hacen todo tipo de salvajadas imaginables e inimaginables. La golpean con saña, la cortan con un cuchillo, la queman, la privan de agua y comida, la violan y alguna que otra cosa peor aún que el autor se niega a contar, pero que sabes perfectamente de qué se trata. Y menos mal que el autor no se recrea en exceso con las escenas, que no se regodea con las torturas, solo las cuenta sin tapujos, eso sí, sin escatimar descripciones, pero evitando morbosidades porque según él mismo contó, decidió obviar algunos detalles por considerarlos demasiado escabrosos. ¡Madre mía!! Como si lo que nos contara no lo fuera ya, como si lo que nos contara no fuera tan escalofriante, tan espeluznante que muchas veces te obligue a parar, a levantar los ojos de las páginas, y respirar profundo para poder continuar. El problema es que no se comprende esa maquinaria de odio puesta en marcha y que no da tregua, ni siquiera al lector que no puede evitar empatizar totalmente con las dos niñas y sufrir con ellas.
● Como ya os he dicho arriba, la novela está basada en hechos reales, parece que todo sucedió en 1965, cuando Sylvia Likens (Meg en la novela) y su hermana Jennifer (Susan) quedaron al cuidado de Gertrude Baniszewski (Ruth), una mujer divorciada y en la realidad madre de seis hijos (en el libro, solo tiene tres), que decidió cobrarse todas sus frustraciones, torturando salvajemente a la pobre Sylvia (y, también, dejando que sus hijos y varios niños del barrio participaran en ese "juego") 
Ketchum solo ha cambiado un par de detalles como los nombres de algunos personajes, otros son totalmente inventados, cambió también algunas edades, o el número de hijos que tiene la maltratadora y añade la figura del narrador David. Todo lo demás parece que está basado en las declaraciones que hicieron en su día los responsables de las torturas. El final sí que diverge de la realidad, pero solo en algún que otro aspecto, no en todo.
● Yo no diría que esto es literatura de terror por más que en la cubierta se pueda leer la frase “una de las lecturas más inquietantes en la historia de la literatura de terror” y por más que el ambiente creado sí sea terrorífico. Aquí lo que hay es extrema crueldad, sadismo y muchos monstruos, pero no de los que salen en los cuentos de los niños, sino monstruos humanos reales. Y la supuesta enfermedad mental, la supuesta locura de esa adulta que dirige todo y que aterra si te pones a pensar en que seguramente estaremos rodeados sin saberlo de personas así, capaces de hacer cosas así, un compañero, el vecino de al lado, o cualquiera que nos podamos cruzar por la calle. Me asusta pensar que la violencia pueda ser como una droga, no hay más que escuchar las noticias en los últimos días, meses. Violencia, violencia y violencia por todas partes. Miedo, da mucho miedo.

No tengo claro si hay enfermedad mental en Ruth, o simplemente auténtica maldad y ganas de desquitarse con el mundo por parte de alguien que ha sufrido mucho y decide pagar sus frustraciones con la chiquilla, escudada y arropada por ese pequeño ejército de niños que no se cortan en seguir el patrón de su madre. Me pregunto si realmente el comportamiento de la madre y de sus hijos no es más que eso, pura maldad disfrazada de trastorno psicológico. Me lo pregunto siempre que tras algún suceso macabro, se dice del que lo realiza que estaba mal de la cabeza, para intentar comprender algo que es totalmente incomprensible. 
Sobre la asesina real (Ruth en la novela) y su machismo, Ketchum escribió lo siguiente: 
«Sus hijos me recordaron un poco a El señor de las moscas. Pero olvidaos de los niños, porque aquí está esta mujer, esa persona adulta, que les da permiso, que lo orquesta todo y los guía en cada paso del camino en un juego enfermo de instrucción que tenía algo que ver con una fundamental repulsa hacia su propio sexo y la incapacidad de ver cualquier sufrimiento más allá del suyo propio. Algo que transmite a un puñado de adolescentes, a los amigos de la chica»
Asusta también (en esta novela todo asusta) comprobar el poder que puede llegar a tener un adulto sobre los niños y adolescentes, y lo manipulables e influenciables que pueden resultar. Se defiende siempre su inocencia y candidez (Ladrador tiene tan solo diez años), se asegura que no hay maldad en ellos, yo nunca he estado de acuerdo, creo que los niños pueden ser muy crueles, que pueden ser muy dañinos y cometer atrocidades si se lo proponen y quedarse tan panchos. 
En conjunto “La chica de al lado” resulta fascinante como experimento social, por todo lo que he contado más arriba, pero sobre todo la ambigüedad moral de David, sus contradicciones e indecisiones. El dilema moral de un niño que en principio parecía tener buenos sentimientos, pero que no puede evitar mirar todo el rato hacia otro lado sin hacer nada para ayudar a escapar a su amiga, siendo testigo de toda esa violencia y vejación. Quizás porque la situación le queda grande y se deja llevar por la inercia, se deja arrastrar por la mayoría porque le gusta sentirse miembro de “la manada”, sentirse miembro de algo, aunque en el fondo sienta pena por Meg y por Susan. ¿Es tan solo una víctima más? o ¿es también un verdugo? 
Era como si dentro de mí hubiera algo claramente primitivo que me atravesaba, se liberaba y se convertía en mí, algún salvaje y oscuro vendaval que yo mismo había creado en aquel bello y soleado día. Y me pregunto: ¿A quién odiaba? ¿A quién y a qué temía? En el sótano, con Ruth, comencé a aprender que la ira, el odio, el miedo y la soledad son un botón que espera el tacto de un solo dedo para desbocarse hacia la destrucción. Y aprendí que esos sentimientos pueden tener el sabor de la victoria.

Resumiendo: “La chica de al lado” es una novela aterradora que consigue erizarte hasta el último pelo del cuerpo, y que te lleva a reflexionar sobre el origen del mal, si es que hay un origen para el mismo. Una lectura que por una parte me ha producido mucho rechazo, pero por otro lado me ha mantenido enganchada y obsesionada por terminarlo y llegar hasta el final. 
Esta vez no me atrevo a recomendarla, en todo caso a aquellos lectores que busquen o no le importen las tramas extremadamente duras y violentas, porque estamos ante un auténtico tratado, todo un tutorial sobre maldad extrema, así que vosotros mismos. . ., advertidos quedáis. 

Mi nota, para variar, la máxima:


“LA CHICA DE AL LADO” de Jack Ketchum

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