Revista Ciencia
Hubo conversaciones en que nos reíamos pensando en la muerte, y yo le decía:
Morita el día que yo me muera tendrás que ir con tus perros a mi entierro. A lo que contestaba cagada de la risa, muérete no mas, yo me quedo con Basi.
Esa fue nuestra promesa, quien moría primero, la otra tenía que ir con un perro rescatado a despedirla al cementerio.
Las promesan se cumplen.
Catalina fue nuestra última perra que rescatamos juntas. Cuando me encontraba en aquellos momentos donde quieres tirar todo por la borda, allí estaba mi gran Morita, ella era quien me incentivaba a seguir cuando las fuerzas ya no daban mas, siempre me estimulaba ofreciéndome toda clase de ayuda.
Yo no podía decaer, y menos cuando ella estaba enferma. Es la vida. Hay que seguir.
Promesa cumplida.
Mi despedida a Morita en el cementerio:
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Morita:
Mi cabeza no quiere pensar.
La vida te da sorpresas.
Cuando menos lo piensas, en un segundo todo cambia.
Un día fuimos presentadas por Miriam, sin saber que el destino nos tenía escrito juntarnos a como diera lugar. Conocíamos en nuestro pasado de manera distante a personas que nos unían y un día conversando, lo descubrimos. Sin saber como ni cuando, parte de su vida estaba ligada lejanamente a la mía. Desde ese momento nuestras almas se volvieron inseparables aunque estuviéramos lejos. Siempre hubo una llamada de teléfono, un aquí estoy presente donde quisiera que nos encontrabamos.
Pensaba que no había en el mundo persona más loca que yo, nótese loca de amor, amar la vida, aceptar lo que la vida me había entregado con lágrimas y sonrisas, hasta que la conocí a ella. De contextura mediana, bajita, alegre, capaz de animar al mas deprimido y sobre su cabeza lucía el siempre bien ponderado sombrero que le gustaba llevar con la excusa cuidarse del frío o del sol. Asi fue como la llamé con cariño y respeto, la chica del sombrero.
Me cautivó su sonrisa picaresca, algo ingenua, sincera, honesta y transparente. Me ganaba en años y experiencias, sabiduría pura.
Su vida y la mía se fueron uniendo a través del tiempo y conversaciones hasta altas horas de la noche, cuentos, chistes que me contaba, tertulias, mientras rescatabamos en silencio algún perro abandonado que lo necesitaba, pasó a ser mi compañera de juergas nocturnas rescatando perros abandonados en las calles de nuestra comuna, sin importar la hora, ni lugar para llevarlos al refugio donde los rehabilitábamos con el fin de devolverles la dignidad perdida, para luego esterilizar y ofrecerlos en adopción, de ser perros amados con una nueva oportunidad.
Siempre estuvo dispuesta a seguirme y acompañarme, bastaba que nos dijéramos upa a lo que la otra contestaba chalupa. Y partíamos felices riéndonos de nosotras mismas por las locuras que hacíamos a escondidas del mundo.
Éramos las inseparables. Ella, la Chica del sombrero y yo, la Mariposa, que revoloteaban por los caminos haciendo el bien en forma anónima. Nos unía un motivo que muchos aún ignoran o sencillamente le dan vuelta la espalda al problema social de los perros abandonados de nuestro país.
Anécdotas juntas hay muchas que se agolpan por salir. Nuestras risas retumbaban en medio de los ladridos de los perros, como nuestras voces cuando uno de ellos estaba por morir, sencillamente los despedíamos cantando. Era nuestro homenaje silencioso de un par de locas amantes de los perros.
Como olvidar a la Celia Cruz, la Ana Gabriel, la Lola Flores, y tantas otras, perras que rescatamos de las calles, y para que no se sintieran menos, les poníamos de nombres, nombres artísticos. Todas felizmente adoptadas, era nuestro gran premio. Nuestro mayor orgullo es haber sido pioneras en el rescate de perros abandonados, trabajo que realizábamos voluntariamente bajo nuestro costo con una siempre sonrisa en los labios.
Dios decidió llevársela un 28 de Febrero, día en el cual rindo homenaje en recuerdo al cumpleaños de mi padre, hoy, 28 de Febrero es el día que falleció mi ídola, para mí la mejor de todas las animalistas, la mujer a la cual agradezco todas sus enseñanzas y el enorme amor que le entregó a los perros abandonados y a toda persona que encontró en sus caminatas.
Agradezco enormemente ese apoyo sincero en cada momento, sobre todo en mis momentos de duelo cuando mis padres partieron, donde supo ser la amiga, y la madre adoptiva cariñosa.
Agradezco cada una de nuestras lágrimas, y cada sonrisa llena de alegría.
Agradezco a Dios que un día cruzara nuestros caminos.
Morita…ya te imagino a las puertas del cielo, corriendo sonriente para abrazar a quienes partieron antes que tu, como así también tus amigos que te amaban, los perros.
La delantera me llevas…ve con Dios.
Como tantas veces te lo dije…hoy te lo repito.
Te amo Chica del sombrero.
La muerte no nos roba los seres amados.
Al contrario,
nos los guarda e inmortaliza en el recuerdo.
Marcela Opazo
Los perros del camino?... son todos aquellos que de una u otra manera estando perdidos o abandonados, Dios los pone en mi camino cuando paso...y algo me dice: tienes que detenerte, no puedes seguir...