El fútbol, ese deporte en el que todo es posible, sorprende día a día. Es cierto que muchos hombres pueden practicarlo aún siendo mayores; de hecho es común en torneos amateur de gente “senior”. Lo que sí es innegociable e irrefutable es que el talento es innato y que se tiene durante toda la vida.
Como el Diego tiene un calibre en la zurda, para aún a sus 50 años clavarla de los ángulos en los entrenamientos de Argentina en Sudáfrica 2010, jugadores de la clase de Enzo Francescoli revalidan sus credenciales de “distintos”, aún con unos cuantos kilos de más.
La jugada no es nada similar, tampoco el rival. Sí el protagonista y el contexto del encuentro. Fue en dos amistosos, uno en 1986 ante Polonia, en una remontada recordada por ese gol majestuoso del uruguayo que sirvió para darle el triunfo a River por 5 a 4; el otro, sucedió 34 años después, en San Juan, durante el partido homenaje a Ariel Ortega.
La chilena es un recurso tan poco ortodoxo como vistoso dentro del fútbol. Es un recurso, pero también una muestra de capacidad y una de las formas más atléticas de resolver una jugada. En este caso, todo un ejemplo del que sabe, sabe.
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