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La ciencia en la España imperial

Por Manu Perez @revistadehisto

La ciencia en la España imperial

La ciencia en la España imperial de la Monarquía Hispánica, al contrario de lo que comúnmente se piensa, era muy cuidada y cultivada. Durante el siglo XVI, la monarquía no dudará en aprovechar el talento de numerosas personalidades, tanto nacionales como extranjeras. Para ello, contará con el apoyo de centros de formación como las universidades o la Casa de Contratación de Sevilla, en la que además de las preceptivas labores comerciales también se impartía formación en materias como la cosmografía. Felipe II ordenó la creación de una academia de matemáticas en Madrid. Toda una serie de figuras descollaron en este incipiente panorama científico.

La ciencia en la España imperial: Ayanz, el Da Vinci español

Una de las figuras más innovadoras y originales de la época fue la de Jerónimo de Ayanz (1553-1613). Ideó un artefacto para filtrar el aire contaminado de las minas, demostrando de manera práctica el principio de la presión atmosférica. Años después logró crear una máquina que mediante el bombeo de vapor permitía desaguar las galerías. Ayanz obtuvo el privilegio de invención de esta proto máquina de vapor en 1606. Años más tarde se atrevió a probar ante el rey Felipe III un traje de buceo. Con ayuda de uno de los locales, que se sumergió en el Pisuerga, demostró que su traje permitía estar varias horas bajo las aguas. El tejido protegía de la hipotermia mientras que el aire era suministrado a partir de tubos. En total se le reconocen cuarenta y ocho patentes.

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La ciencia en la España imperial: Los ingenios de Turriano

El mayor impulso de su carrera lo tuvo cuando Carlos V le encargó la realización de “Cristalino”, un reloj capaz de indicar donde se hallaban los astros con objeto de interpretaciones astronómicas. Ya en el reinado de Felipe II fue nombrado matemático mayor. En 1565 alumbró su obra más famosa, una máquina hidráulica capaz de subir el agua desde el Río Tajo hasta la ciudad de Toledo situada 100 metros por encima del cauce.

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La ciencia en la España imperial: Blasco de Garay: una figura muy debatida

Blasco de Garay (1500-1552) fue un marino e inventor cuyo ingenio más conocido es algo que, posiblemente, nunca inventó: un barco de vapor. La clave del dilema se encuentra ahí. La opinión más aceptada a día de hoy es que no hubo barco de vapor, si no que el invento constaba de unas palas giratorias que mediante la fuerza manual de los hombres activaban unas ruedas similares a la de los barcos que navegaban por el Mississippi a comienzos del siglo XX.

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La ciencia en la España imperial: Jerónimo Muñoz: desmontando el cosmos

Jerónimo Muñoz (1520-1591) fue matemático, astrónomo y hebraísta. Ocupó las cátedras de las tres disciplinas aunque fue en la segunda donde sobresalió. Jerónimo Muñoz va a revisar todas las teorías cosmológicas de Aristóteles que, junto a las de Ptolomeo, habían marcado la astronomía medieval. A partir de la observación de un cometa en 1572 se va a dedicar a comentar y criticar aquellas ideas basadas en un cielo estático e incorruptible.

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La ciencia en la España imperial: Grandes avances en medicina

Uno de los científicos más conocidos de esta época es Miguel Servet (1509-1553) debido tanto a la repercusión de su descubrimiento como a su trágico final. Servet buscaba el conocimiento de Dios y para él era posible alcanzarlo mediante la investigación del mundo sensible, de lo empírico, razón por la cual comenzó sus trabajos. Mediante un complejo razonamiento siguiendo la teoría judía de que el alma está en la sangre dedujo que el objeto de la respiración es purificar a ambas. El español concluyó que el plasma sanguíneo parte del ventrículo derecho a los pulmones volviendo al izquierdo una vez purificada, lo que se conoce como circulación pulmonar.

Otro ejemplo en este campo fue el de Pedro Dolese (1460-1531), reputado médico cuya mayor aportación al mundo intelectual lo realizaría de forma póstuma debido a la férrea vigilancia de la Inquisición. Fue con la publicación en 1536 de su  Summa totius philosophiae et medicinae en el que recupera a Heráclito y realiza una defensa de la constitución de los elementos por átomos. Para finalizar hay que nombrar a Francisco Vallés (1524-1592), médico de cámara de Felipe II. Publicó dieciocho obras sobre el mundo de la medicina, desde críticas a doctores de la Antigüedad, entre los que sobresalen Galeno e Hipócrates, hasta obras sobre el uso de plantas medicinales.

La ciencia en la España imperial: Rodrigo Zamorano y el arte de navegar

Rodrigo Zamorano (1550-1620) fue matemático, piloto mayor, cosmógrafo y astrólogo. Tradujo al castellano seis libros de la geometría de Euclides y escribió el Compendio del arte de navegar. Su obra cumbre fue la Cronología y Repertorio de la razón de los tiempos, tratado enciclopédico sobre cosmografía y astrología.

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La ciencia en la España imperial: Juan de Celaya y los Calculatores

Juan de Celaya (1490-1558), hijo de un veterano de la Guerra de Granada, estudió en la Universidad de Valencia, de la que llegaría a ser rector. Miembro de los Calculatores, escuela científica vital para la renovación de la matemática y física medieval. Esta escuela superó el predominio de las anteriores corrientes muy supeditadas a la figura de Aristóteles, cuya explicación del movimiento debido a una causa externa criticó. Celaya realizó ensayos sobre cinemática y lógica. Fue un intelectual bastante reconocido a nivel internacional llegando a dar clases en el Colegio de Santa Bárbara de París.

La ciencia en la España imperial: El final de una era

Toda esta corriente del siglo XVI que germinó en avances importantes se detuvo abruptamente en el siguiente siglo. Varias teorías han tratado de explicar las causas: En primer lugar la situación político-religiosa de la España de la Contrarreforma. Temerosos de que en España se extendiera el  protestantismo los monarcas cerraron las fronteras. Se prohibió a los estudiantes y profesores viajar a Europa y, por tanto, estos no pudieron interactuar con sus colegas europeos y seguir las nuevas corrientes. A la hora de la investigación cualquier avance sospechoso de ir contra la doctrina católica era férreamente vigilado por la Inquisición y podía concluir en procesos inquisitoriales. El grupo de los Novatores, científicos e intelectuales del siglo XVII, tenía plena conciencia del atraso de España pero fue minoritario y sin excesiva difusión temiendo represalias inquisitoriales.

Autor: Jorge Hijosa Nieto para revistadehistoria.es

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Créditos fotográficos de portada: «Conquistador español» de CarlosVdeHabsburgo – Trabajo propio. Disponible bajo la licencia CC BY-SA 3.0 vía Wikimedia Commons – https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Conquistador_espa%C3%B1ol.JPG#/media/File:Conquistador_espa%C3%B1ol.JPG

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