A día de hoy, casi la mitad del mundo tiene acceso a Internet. Eso son unos 3.200 millones de personas. Miles de millones de personas que se acercan a Internet como se acercaban a las 'Ferias de fenómenos' en la época victoriana: como un lugar capaz de las cosas más increíbles y maravillosas y, a la vez, de las cosas más terribles e incomprensibles.
Si hacemos caso de los "expertos", sobre todo de lo segundo. Es cierto que a todos se nos queda un 'y si...' en la cabeza cuando vemos a nuestros hijos o sobrinos hacer un uso intensivo de las nuevas tecnologías, pero ¿están esas dudas justificadas? Como dice David Brin en este vídeo, parece que no.
David Brin es, a la vez, científico y escritor de ciencia ficción. Como escritor ha ganado todo lo que se puede ganar en su campo (el Hugo, Locus, Campbell o Nébula). Pero lo interesante del vídeo es que aunque nos suenen contraintuitivos y puedan no cuadrarnos, sus argumentos tienen más de ciencia que de ficción.
Un mundo que va a mejor
La Historia de la Humanidad es, en parte, la Historia de cómo al final del día siempre hemos sido capaces de que los beneficios del desarrollo tecnológico hayan superado a sus perjuicios.
Los datos son testarudos. "Un rápido vistazo a las cifras y a la evidencia histórica niega la mayor: cualquier tiempo pasado es casi siempre peor. Hablemos de pobreza extrema o de calidad de vida (por buscar sólo dos datos), la tendencia es clara.
Pobreza extrema | Fuente: Human Progress
Bienestar | Fuente: Max Roser - Our World in Data.
Y no es casualidad. Si la imprenta podía usarse para propagar más rápido que nunca odios, miedos e insultos, conseguimos que sobre todo fuera una herramienta para el conocimiento, para el aprendizaje y para la amistad entre los pueblos y culturas.
"Nuestra empatía crece y nuestra aceptación de la violencia y la tragedia decrece"
Si los medios de comunicación podían ser el caldo de cultivo del sensacionalismo más amarillo y desagradable, nos las hemos apañado para conseguir que sobre todo sean vías para comprender que allá fuera, en el mundo, hay gente que sufre y que necesita ayuda. Si la energía nuclear podía usarse para destruir ciudades enteras y desolar regiones por generaciones, hemos sido capaces de contenerla y, más allá de las polémicas, usarla para crear energía con fines civiles.
Y como dice Brin, Internet da por primera vez sentido real y concreto a idea de la aldea global. "Ahora podemos hablar con cualquiera, esté donde esté. Esto hace que nuestra empatía crezca y nuestra aceptación de la violencia y la tragedia decrezca".
¿Cómo es posible que nuestra impresión sea la contraria?
"Aunque probablemente un 70% o un 80% por ciento de las cosas que están pasando son buenas, si prestamos atención a las noticias, a los medios de comunicación o a las películas, podríamos pensar en lo contrario", afirma David Brin.
¿Cómo es esto posible? Lamentablemente, esto es casi una constante antropológica. Hasta los romanos ya tenía un dicho para describir este fenómeno «memoria praeteritorum bonorum», es decir que o bien el pasado siempre se recuerda como mejor de lo que era o que solo recordamos lo bueno.
Es lo que los psicólogos llaman sesgo de retrospección color de rosa. Este curioso fenómeno se aplica a hechos no muy extremos y se explica por el hecho de que los recuerdos negativos tienden a diluirse antes que los positivos.
"La gran ironía es que todas estas tecnologías mejoran las cosas de forma simultánea pero hacen que el mundo parezca peor"
Al 'color de rosa', también hay que sumarle la 'ilusión del enfoque' que producen las tecnologías: tendemos a sobredimensionar la importancia de las cosas a las que prestamos atención y a minusvalorar la importancia del resto. Así se produce una paradoja, "la gran ironía es que todas estas tecnologías mejoran las cosas de forma simultánea pero hacen que el mundo parezca peor" de la que habla Brin.
Veamos un ejemplo: Twitter. ¿Esa impresión generalizada de que twitter tiene una Denominación de Origen propia para trolls, haters y otros seres que se alimentan de bilis está justificada? Mi tesis es que no.
Hace un par de años, Matthew Rothenberg creó 'Emojitracker': una web que rastrea en tiempo real (y almacena) todos los emoticonos que se usan en twitter. El ranking va cambiando por el uso que los usuarios, pero hay una constante: entre los diez primeros emoticonos, nueve son positivos (corazones, sonrisas y lágrimas de felicidad) y solo uno (lágrimas desconsoladas) es negativo.
Está claro que la medida no es perfecta, pero nos da un punto de referencia muy interesante sobre el uso real que se le da a twitter, más allá de que nuestra experiencia personal sea la contraria.
La ciencia ficción. La mejor prevención contra el Gran Hermano fue 1984
Si bien debemos rechazar el negativismo infundado, también debemos huir del optimismo desmesurado. Lo nuevo no es nuevo per se. Y el costo de resolver los problemas, una vez se da, es bastante alto.
No sé si conocen el 'entrenamiento en imaginación'. Es curioso, pero la influencia positiva de la imaginación sobre la ejecución deportiva es impresionante y está muy bien documentada. Por eso, muchos deportistas, no sólo entrenan 'de verdad' sino que se imaginan entrenando con todo lujo de detalles. Y, como podemos ver en la imagen de la derecha (y en el estudio al que pertenece), imaginación y realidad están más cerca de lo que parece.
Como dice el profesor Damián Ossorio "la imaginación es un proceso básico para la elaboración de información. Está directamente influenciada tanto por las sensaciones como por las emociones y facilita, en la medida que se adapta a la realidad, una captación de las exigencias situacionales". Aunque pueda parecer contraintuitivo la imaginación nos ayuda a ordenar, explorar y examinar situaciones. Eso hace que podamos "reconocer una situación de forma veloz sin gran dificultad y sin gran despliegue de energía".
La idea de David Brin es que la ciencia ficción funciona como una especie de 'entrenamiento en imaginación' a escala social. "La ciencia ficción anticipa hacia donde pueden dirigirse las cosas y tienen que contar qué podría salir mal".
"La única forma de encontrar errores que queramos evitar es pensar en ellos con antelación". Está claro que no es la única forma, pero sí es la más económica y la más eficiente.
Es una visión a la que no estamos muy acostumbrados pero, como dice Brin, está claro que las películas y novelas que hablaron sobre las horribles consecuencias de un holocausto nuclear, ayudaron a predisponer a la ciudadanía en contra de políticas más agresivas y eso, en sociedades democráticas, es un gran elemento a tener en cuenta. O que 'Jurassic Park' ayudó a la reflexión ética sobre la clonación y la ingeniería genética tanto o más que muchos monográficos académicos.
Es más, hay un ejemplo aún mejor. "La mejor prevención contra el 'Gran Hermano' fue 1984 de George Orwell". Todos tenemos en la mente esa terrible imagen del 'Gran Hemano' mirándonos desde la pantalla y guiando nuestros 'dos minutos de odio'. Una imagen que vuelve una y otra vez sea como el Presidente Snow de los Juegos del Hambre, el Kilgrave de Jessica Jones o el Lado Oscuro de la Guerra de las Galaxias.
Saber si el bueno de George Orwell fue un elemento importante contra la victoria de los totalitarismos del siglo XX es complejo. Pero es una de esas ideas en las que merece la pena creer. La promesa de David Brin es la promesa de que el futuro está en nuestras manos y de que pensar en él nos hace cada vez más humanos.
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