
imagen extraída de potroargentino.blogspot.com
¿Se acuerdan ustedes de la fábula de la cigarra y la hormiga? Pues desde hace ya algunos años su moraleja ya no es la que era. Menuda imbécil la hormiga, ¿a quién se le ocurre pasarse el verano trabajando para luego poder hacer frente a un duro invierno? Mejor hubiera pedido un crédito y se hubiera ido de vacaciones a Cancún. Ahora a quien tenemos que compadecer es a la descerebrada cigarra, pobrecilla, que abandonó sus estudios atraída por el dinero fácil durante la época de vacas gordas y no se preocupó de adquirir un mínimo de conocimientos.
Un ejemplo de esta nueva versión de la fábula es el decreto ley que aprobó el Gobierno Central el pasado viernes, para potenciar contratos de formación para jóvenes de hasta 30 años. “Son muchos los que con motivo de la burbuja inmobiliaria renunciaron a la formación y ahora no tienen ni formación ni empleo”, aseguraba el portavoz del Gobierno, José Blanco, para justificar la medida. Por supuesto que no estoy en contra de que a la gente le den la oportunidad de prepararse; siempre he defendido la educación a capa y espada, sobre todo en una sociedad como la nuestra, donde las Islas cuentan con unas cifras de abandono y fracaso escolar absolutamente escandalosas. Pero me parece injusto que siempre le allanen el camino a los mismos. ¿Y qué hay de las hormigas que sí se sacrificaron por labrarse un futuro; que creían en aquello de la cultura del esfuerzo? Cuando ellos iban en guagua cargando sus libros en la mano, sus amigos ,”las cigarras”, fardaban de ganar 2.000 euros al mes y de tener el último modelo de coche o de video-juego. Eso sí que era enriquecedor.
¿Y ahora qué? Pues yo soy de esas hormigas, contrarias a “rescates para irresponsables”, que pienso cerrarle la puerta en las narices a las cigarras gandulas que pretendan beneficiarse de mi esfuerzo mientras ellas andaban cantando. ¡Hormigas del mundo, uníos!
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