Revista En Femenino

La cinta blanca

Por Tenemostetas
Por Ileana Medina Hernández
"Haneke rueda el mal que merodea, adormece y roe a las sociedades civilizadas". L'Express
Anoche vi, de pronto y sin proponérmelo, la película La Cinta Blanca (Das weisse Band, Alemania, 2009). Fue Palma de Oro en el Festival de Cannes y  Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa, entre otros premios.
La sinopsis oficial reza:
1913-1914. Extraños acontecimientos, que poco a poco toman carácter de castigo ritual, ocurren en un pequeño pueblo protestante del norte de Alemania. ¿Quién está detrás de todo esto? Los niños y adolescentes del coro del colegio y de la iglesia y sus familias conforman una historia que reflexiona sobre los orígenes del nazismo en vísperas de la I Guerra Mundial.
Todo ocurre en un pequeño pueblo alemán en el año 1913. Si alguien no te advierte de que la película es sobre los orígenes del fascismo, cualquier espectador no avisado quizás no relacionaría una cosa con la otra.
La cinta blancaPorque la historia es una esas historias universales, que podría haber ocurrido igualmente en un pueblito de España en 1930, o en uno de Argentina en 1900, en Dogville, Lansquenet o en Yoknapatawpha... En cualquiera de esos predios donde el señor feudal, el cura y el médico del pueblo eran las autoridades más ilustres, y a la vez los seres más abominables y abyectos. Una de esas historias tan frecuentes de pueblos grises, pequeños y opresivos. Una de esas historias crueles, devastadoras, de poder y violencia, que constituye el pasado de cualquiera de nosotros.
Un retrato en blanco y negro del abuso de poder de los padres sobre sus hijos, contado y diseccionado con bisturí hasta el detalle. Una radiografía cruda y brechtiana del mecanismo de dominación del patriarcado.
Lo escalofriante es que esa historia de poder violento y patriarcal, es la historia de buena parte de la humanidad, es la historia genérica de nuestra "civilización occidental". El nazismo pudo encontrar ahí su caldo de cultivo, como también el fascismo italiano, el comunismo ruso, el franquismo español...
No es tan lejano: hace sólo 100 años. Esos fueron nuestros abuelos, nuestros bisabuelos. Apenas tres generaciones. No nos podemos haber librado todavía de ese pasado. Imposible. Eso fuimos. Todavía lo arrastramos. Todavía transmitimos esas heridas de padres a hijos, generación tras generación, aunque por suerte, cada generación es mejor que la anterior.
 
El director Michael Haneke (igual que Alice Miller, parece la película que Alice Miller habría hecho de ser cineasta, una exposición exhaustiva de su "pedagogía venenosa") establece aquí la profunda relación que existe entre los acontecimientos político-sociales y lo que ocurre dentro de nuestros hogares, en nuestra familia. Que la violencia social es hija de la violencia doméstica. Que la violencia engendra violencia y el mal engendra el mal. Y que la clave de todo está en la infancia, en el modo en que tratamos a los niños haciéndolos depositarios de todas nuestras frustraciones. Ahí es donde traspasamos el mal de una generación a otra, ahí es dónde prolongamos la espiral de la violencia.
 
Coincide casi unánimemente la crítica en que la película es pesimista. "Tan cruelmente pesimista que duele" (Luis Martínez: Diario El Mundo). A mí, al revés, me ha parecido que da razones para el optimismo: si esto es lo que ocurría hace sólo 100 años, hoy desde luego estamos un poco mejor. En sólo un siglo hemos logrado cambiar y curar bastantes cosas.
 
Lo importante es que hoy lo veamos. Hoy sabemos que ahí radica el origen y la perpetuación de todo mal. Hagamos todo lo posible por no repetirlo.

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