Tienes cita con el médico (nefrólogo), y por la mañana, al levantarte de la cama ya comienzas a sentir un "run-run" en el estómago. -"No estoy nervioso" -te dices tú mismo en un intento vano de auto-convencerte y de tranquilizarte.
Has dormido bien y has procurado no pensar demasiado en el día siguiente, ni en la visita médica del día siguiente, pero al levantarte ya tienes esa sensación en la boca del estómago.
Estás harto de hospitales y médicos. Llevas toda la vida, o mucho tiempo, enfermo y no hay manera de relajarte ni templar los nervios, aunque a simple vista no lo parezca.
Una revitalizante ducha y un buen desayuno no contribuyen a mejorar tu estado de inquietud.
Antes de salir de casa, compruebas todo lo que tienes que llevar, incluyendo la lista con todas las preguntas o dudas, que entre visita y visita se te plantean y que no quieres olvidar preguntar al médico.
Y que no falte un buen libro, la tableta, el lector electrónico o una revista... de alguna manera hay que entretenerse mientras esperas en la sala de espera, valga la redundancia.
De camino hacia el hospital o a la consulta médica, la sensación en el estómago va subiendo hacia el corazón. Notas que tu nerviosismo e inquietud se acrecienta. Es algo tenue pero en cada visita médica ocurre lo mismo; no tienes manera de controlarlo.
Llegas a la consulta, normalmente abarrotada, y te sientas en unas sillas de esas que están unidas, muy incómodas, y que si se mueve una se mueven todas. Si hay alguien que se balancea, todos los demás se mueven con su vaivén. No resulta agradable, estar meciéndose aunque no te apetezca. Te dan ganas de decirle al que se está moviendo, que sólo te falta el "meneíto" para terminar de ponerte nervioso.
Llega tu turno y te levantas de forma precipitada; cierras el libro, se te cae el abrigo, vas arrastrando la bufanda, casi te tropiezas... mientras dices -yo, yo, ya voy-... Y piensas: "para que corro si voy a entrar de todas formas".
El corazón te late con fuerza (por eso a muchos nos sube la tensión en consulta) y te sientas mientras esperas que el médico termine con el ordenador.
Lo miras, casi aguantando la respiración, y cuando dice las palabras esperadas y deseadas "el riñón está bien", sueltas todo el aire retenido y te relajas en la silla.
Entonces es cuando comienzas con todas tus preguntas, mucho más relajado y contento.
Una vez terminada la consulta, mientras estás en la cola para nuevas citas y nuevos análisis, te dices que la próxima vez vendrás más relajado. Aunque luego volverá a pasar lo mismo
¿Te pasa a ti? ¿Te sientes identificado?
Es muy común en los trasplantados tener sensaciones parecidas. Es la incógnita de saber cómo han salido los resultados, aunque sepamos en nuestro interior que estamos bien.