Título: La ciudad de los ojos
grises
Autor: Félix G. Modroño
Editorial: Algaida
Año de publicación: 2012
Páginas: 399
ISBN: 9788498777512
Llevaba
mucho tiempo viendo muy buenas opiniones de esta novela, la tercera
de Félix G. Modroño. Y mi interés por descubrir a este escritor
creció con la publicación de su cuarta obra, Secretos
del Arenal. Así que en
mi última visita a la biblioteca no me lo pensé dos veces y me
traje a casa La ciudad de
los ojos grises, un
libro del que tenía unas expectativas muy altas. Expectativas que al
principio no se cumplieron, no lo voy a negar. Me costó unas 120
páginas entrar en la historia, que me atrapara y captase mi interés
y atención con la suficiente fuerza.
Pero a partir de ahí ya no
pude dejar de leer y devoré el resto de las páginas hasta llegar al
final. La
historia nos sitúa en París en 1914, durante la Nochebuena de ese
año, el primero de la I Guerra Mundial. Allí vive el protagonista,
Alfredo Gastiasoro, un joven arquitecto que trabaja como profesor de
Arquitectura. Un bohemio trasnochado y, ante todo, nostálgico, muy
nostálgico, demasiado para mi gusto.
Precisamente
si me costó tanto entrar en la novela fue porque al principio eché
de menos la acción, una trama como tal, acontecimientos, giros,
sorpresas. Y me saturé de las descripciones, de los recuerdos de
Alfredo, de sus pensamientos y sentimientos, de su nostalgia, su
tristeza y su cobardía.
Una
cobardía que le ha impedido volver a su ciudad, Bilbao, en los
últimos dos años. No quiere enfrentarse con su hermano Javier,
tampoco con sus viejos amigos ni, mucho menos, con su pasado, sus
recuerdos y sus fantasmas. Como el de su padre, el de su madre y,
sobre todo, el de Izarbe Campbell, su primer y único amor, que ahora
ha muerto en extrañas circunstancias.
Su
muerte le obliga a regresar a Bilbao. Una Bilbao que ya no es la
suya, la de su infancia y su juventud, la de su cuadrilla, sus
travesuras, sus borracheras. Porque Bilbao ya no es un pequeño
pueblo en una margen de la ría. Ahora es una ciudad que no deja de
crecer, de cambiar y de extenderse a ambos lados de la ría. Una ría
que también está cambiando con el puente colgante de Portugalete.
Una
Bilbao que a principios del siglo XX era sacudida por el progreso,
esa palabra que todos pronunciaban, unos odiaban, otros idolatraban
pero muy pocos sabían qué era exactamente y, lo más importante,
qué consecuencias iba a tener en sus propias vidas. Las vidas de los
mineros, de los pescadores, de las vendedoras de pescado, de los
agricultores, de los burgueses...
Una
Bilbao que es la protagonista indiscutible de esta historia, porque
más allá de ser el escenario, la ambientación, es un personaje de
la novela por derecho propio. Una Bilbao gris, por culpa del humo de
las fábricas y de las minas, pero también por culpa de las nubes,
la niebla o el chirimiri. Una atmósfera nebulosa, opaca, que sin
duda invita a adentrarse en ella y perderse entre los recuerdos.
Y
eso es precisamente lo que hace Alfredo junto a su amigo de toda la
vida Fernando Zumalde, policía por vocación que está empeñado en
llegar hasta el final con tal de descubrir las verdaderas causas de
la muerte de Izarbe.
Cuando
la novela histórica, sentimental y de viajes deja paso a la novela
negra es cuando más he disfrutado de esta historia que al final ha
logrado seducirme mucho más de lo que imaginaba cuando, cansada de
que la trama no avanzase, estuve a punto de dejarla. Alfredo y
Fernando deberán superar muchos obstáculos para descubrir la
verdad. Corrupción, mentiras, espías, suspense, asesinatos y, cómo
no, recuerdos, muchos, demasiados.
Porque
la novela salta continuamente de 1914 a 1890 o 1900. Y así, junto
con él, vamos recordando y descubriendo su infancia, su juventud, su
adolescencia, en Bilbao, en Madrid, en París y, por encima de todo,
su historia de amor con Izarbe.
La
alternancia entre la trama del presente, con la investigación
policial, y la del pasado, reviviendo esa gran historia de amor, y lo
cortos que son los cincuenta capítulos hace que la novela atrape, se
lea fácil y rápido y queramos seguir avanzando para descubrir toda
la verdad.
Pero
además de ser una buena novela negra y de amor La
ciudad de los ojos grises es
ante todo una magnífica crónica de la historia de Bilbao durante el
enorme paso del siglo XIX al XX. Un gran homenaje a esta ciudad, la
del autor, donde están sus raíces, y se nota en cada palabra que la
ama. Como Alfredo a Izarbe.
Por
si fuera poco los personajes también están muy logrados. Si bien no
he conseguido empatizar del todo con Alfredo, ya que para mi gusto es
demasiado nostálgico, cobarde y pasivo, muy resignado y poco
luchador, Fernando me ha caído estupendamente desde el principio y
sin duda mi personaje favorito es Izarbe. Le he cogido mucho cariño.
Tan luchadora, tan defensora de los más desfavorecidos, de las
mujeres, de la justicia, tan adelantada a su tiempo, tan alocada,
optimista e imprevisible.
Junto
a los personajes de ficción el autor ha sabido incluir con muchísimo
acierto personajes históricos como Sabino Arana, Indalecio Prieto,
Miguel de Unamuno, María de Maeztu o Pablo Picasso que nos ofrecen
una visión de la política, la cultura y, en definitiva, la vida a
comienzos del siglo XX.
En
resumen, una novela que, al menos para mí, va de menos a más, que
tiene un poco de todo, amor, suspense, Historia, y todo muy bien
combinado para conseguir que nos sintamos irremediablemente atraídos
por esa mujer y esa ciudad de los ojos grises que sin duda os invito
a descubrir.
Si te interesa el libro puedes encontrarlo aquí.