Bouvila es un personaje con más sombras que luces, tanto que el lector jamás va a poder conocerlo del todo. Es uno de esos hombres extremadamente reservados que solo se relacionan con los demás cuando los negocios lo exigen y que se ha creado una leyenda de invulnerabilidad construida a partir de algunos crímenes muy meditados que le han impulsado a la cima del poder. También es un tipo práctico. Aunque desprecia al obrero, comprende muy bien las razones de las insurrecciones violentas, con quema de iglesias incluida, que se producen cada poco tiempo en la ciudad. Su solución es una especie de esbozo socialdemócrata que aspira a un mínimo bienestar obrero para que éstos también sean consumidores:
" (...) vosotros pensáis que el obrero es un tigre sediento de sangre, agazapado en espera del momento de saltaros al cuello; una bestia a la que hay que mantener a distancia por todos los medios. Yo os digo, en cambio, que la realidad no es así: en el fondo son personas como nosotros. Si tuvieran un poco de dinero correrían a comprarse lo que ellos mismos fabrican, la producción aumentaría en espiral tremendamente."
A pesar de su enorme ambición, La ciudad de los prodigios es una novela un poco coja en algunos aspectos, en primer lugar por la frialdad de su protagonista y también por esas apelaciones al presente que aparecen de vez en cuando en la narración y que sacan levemente al lector de la época que se está retratando. En cualquier caso es una lectura muy interesante para cualquiera que visite Barcelona, puesto que la mejor manera de narrar la historia de una ciudad es describir las formas de vida de sus habitantes.