Revista Arte

La ciudad dentro de la ciudad

Por Loracueto


Quizá devolverse en el tiempo, ir por unos caminos legendarios y valorar monumentos, pueda ser un buen plan. Pero si le sumamos a eso la brisa por las noches, los balcones, la bahía y unas cuantas murallas, pueda ser no solo un buen plan, sino uno necesario. Si decidimos entrar a la ciudad dentro de la ciudad y escoger por cuál calle iniciar, podríamos confundirnos, pues esas calles o callejones, son todas casi iguales… 
Cartagena de Indias, La Heroica o mejor para este caso, la Ciudad Amurallada o el Corralito de Piedra, es una ciudad llena de arte, sumergida en un mundo de historia, cultura y una extraña mezcla de siglos, desde aquel XVI, hasta nuestros días. 
LA CIUDAD DENTRO DE LA CIUDADAquellas murallas producen en este espacio un ambiente colonial, que no desaparece aunque llegue otro centenar de generaciones a cambiarlo. Son las mismas testigos de aquellos momentos heroicos que tiene como vecinos La India Catalina y al Castillo de San Felipe de Barajas. Pero cómo no tener cerca a la precursora de nuestro lenguaje y a aquel antiguo martirio de los esclavos y refugio de los españoles; claro está, no se podía dejar a un lado al amigo inmutable, El Mar, cuyas olas van y vienen sin parar aprovechando su cercanía a la orilla para intentar decir algo que es borrado por la arena. Ellos, los que rodean ‘La Ciudad dentro de la Ciudad’, son los únicos testigos de lo que en los libros más viejos y empolvados intentan decirnos, quién sabe si un teléfono roto estuvo presente en ese pasado, quién sabe si la historia es como la cuentan, ¿Quién?... 
LA CIUDAD DENTRO DE LA CIUDAD
“En noches de sobra y luna, pasear en coche, una por una,Callecitas de Cartagena, llenas de gloria,Pregonando por sus balcones,Toda su historia”…
LA CIUDAD DENTRO DE LA CIUDADComo pregonaba una de las sucesoras naturales de Celia Cruz: Margarita Pinillos ‘Arabella’, recomendando que quien la oyera sonar lo hiciera, le seguí la corriente a aquella canción que de seguro sólo han oídos Los abuelos de las últimas décadas, pero que un día llegó a mi reproductor por necesidad y decidí, por qué no, caminar las ‘Callecitas de Cartagena’. De noche o no, de arreboles o no, aquellas calles casi iguales, eran una ventana a la imaginación, en donde cerca a la muralla, centenares de aves se reunían a charlar, a reencontrarse y buscar comida, hasta que un humano postrara su pie a menos de un metro para salir volando a otro lugar a hacer lo mismo; ellas son el único ser que puede lograr en menos de 5 segundos salir de aquel laberinto en donde no importan las direcciones, sino el nombre legendario de las calles. 
Entre iglesias, coches, hoteles, restaurantes, oficinas, plazas, palacios y museos, no podían quedar fuera de esos muros de piedra aquellos lugares en donde venerar a Dioses se convirtió en una manifestación de actuación y canto. Los teatros ‘la Reculá del Ovejo’ y ‘El Heredia (actual Adolfo Mejía)’, ofrecen unas de esas muestras en donde como dicen algunos: “la gente grita como loca”, mientras que otros tantos, prefieren pasar la puerta y entender por qué lo hacen.
Fue necesario entrar a entretener la mente a través de mis ojos, para que estos dejaran de marearse en medio de muros del mismo color y calles coloridas casi iguales. Los movía de izquierda a derecha, de izquierda a derecha; en medio de un mar de letras y muchas más letras, para que le transmitieran un mensaje a mi cerebro y este intentara comprender al menos una parte de lo que algún autor me quería decir. Pero decidí cambiar, me acordé de un libro que había estado buscando por años.  
-Joven, ese libro está en la otra sede de la Biblioteca -me dijo una señora que manipulaba los computadores-¿De verdad?, no sabía que había otra sede-Sí, es la sede de literatura, en la calle San Agustín-Muchas Gracias -respondí dudoso
Y en medio de esa duda, me acerqué donde la celadora del lugar que se encontraba en la puerta.-Disculpe, una señora me dijo que el libro que busco está en otra sede, ¿es cierto?-Claro que sí joven-dijo ella- esa señora es la Bibliotecaria… 
Y así, en medio de las calles que se parecen de la ciudad dentro de la ciudad, pasé del siglo XVI al XXI, cuando veía a la orilla de la muralla que ya no transitaban coches, sino un centenar de vehículos de todos los colores, unos más grandes que otros dominados por aquel monstruo de los tres ojos, el que tiene uno rojo, uno amarillo y uno verde.  
LA CIUDAD DENTRO DE LA CIUDADLA CIUDAD DENTRO DE LA CIUDAD
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