Revista Cine

¡La civilización amenaza!: El tesoro de Tarzán. La adaptación a los cambios (Entrega V)

Publicado el 25 enero 2013 por Esbilla

Publicado íntegramente en Ultramundo: 

http://cineultramundo.blogspot.com.es/2013/01/critica-de-el-tesoro-de-tarzan-johnny.html

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1. Agit-Prop

Dos años después del estreno de “Tarzán y su hijo”, solo dos años, el mundo había cambiado. “El tesoro de Tarzán se estrenaba” en los cines del país el 1 de diciembre de 1941. El 7 de ese mismo mes aviones japoneses bombardeaban la base militar de Pearl Harbor en Hawai. América estaba en guerra.

A Tarzán esto le cogió con el paso cambiado y hasta 1943 no pudo alistarse en la internacional superheróica que atacaba a los boches y a los japos por papel, cuatricomía y celuloide. La ficción subordinaba sus poderes a las demandas inmediatas del mundo real, de mostrando su capacidad para cambiar las cosas o al menos moverlas un poco de sitio.

El triunfo de Tarzán. La película anti-nazi producida pro Sol Lesser en 1943

El triunfo de Tarzán. La película anti-nazi producida pro Sol Lesser en 1943

En febrero de 1940, Superman protagonizaba en la revista Look un historia corta realizada por Schuster y Siegle titulada  “Cómo terminaría Superman la guerra” (“How Superman would end the war”) en al cual personaje capturaba a Hitler y a Stalin y los entregaba  a la Sociedad de Naciones para que fuesen juzgados. En ella Superman agarraba debajo de cada uno de sus brazos a los dos genocidas y los ponía a buen recaudo, todo por el libro, como un buen ciudadano. “¡Me encantaría arrearte un buen derechazo estrictamente no-ario en la mandíbula, pero no tenemos tiempo para eso. Así que vendrás conmigo a visitar a un amiguito tuyo!”, le soltaba Supermán a un Hitler acojonado al cual sujetaba con una mano antes de largarse a por Stalin.

Un par de años más tarde el Superman todavía solar y futurista de los estudios Fleischer se ponía al servicio del país para sabotear planes nazis y nipones por igual en fabulosos cartoons llenos de energía.  En Julio del 42 el superhombre protagonizaba otra icónica portada donde superpuesto a un fondo amarillo y sobre una tierra azul celeste sostenía a unos caricaturescos Adolf Hitler e Hirohito, emperador del Japón. La imagen era humillante, los dos enemigos del mundo colgaban de la ropa sostenidos por las manos

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de un Superman que los miraba con reprobación y su fealdad grotesca contrastaba con la apolínea perfección hierática del héroe. Como Tarzán, se había vuelto un padrazo.

Con idéntico fondo amarillo Batman y Robín, en Agosto de 1943, se escapaban por una esquina de la portada entre risas de pillastre tras haberles dejado a Hitler, Hiroitho y Mussilini un descomunal petardo del 4 de Julio que los había tumbado pro los suelos. Definitivamente Robin había reblandecido al vigilante oscuro, convertido en un dinámico bromista. En la primavera de ese mismo año los tres héroes reunidos habían repartido lanzado unas cuantas bolas de béisbol contra los líderes del eje convertidos en atracción de feria. Aquellos paternales personajes cada vez más blancos de la DC de limitaban a ridiculizar a los malos de verdad y a animar a comprar bonos de guerra

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El Batman de Las primera aventuras pulp, todavía armado con pistola e imbuido del carácter oscuro de los hombres misteriosos del pul en lugar de simbólicas y americanas pelotas de beisbol hubiese enviado alguna bala fabricación USA contra aquellas caras retorcidas y feas; el Superman de 1938, aquel libertario obrerista que como el Tarzán del 32 nos e sabía si era un héroe o una amenaza no hubiese dudado en aplastar el cráneo de Hitler adelantándose a los finiseculares The Authority. Su nueva iconografía adulta, paternal y fiable, pero definitivamente blanda para los tiempos de guerra quedaba crudamente expuesta ante la explosión de movimiento, contundencia, rabia, orgullo y violencia que proyectaba el Capitán América presentado en una explosiva portada de marzo de 1941 dándole a Hitler un

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puñetazo americano, impulsado con la fuerza de millones de lectores entusiastas. Así, mucho antes de que Tarantino redescubriese el poder absoluto de la ficción sobre la historia en Malditos Bastardos, aquel personaje de cómic para adolescentes y niños creado para la Timely por Joe Simon y Jack Kirby, reducía un conflicto de proporciones incalculables a una simple elección: ¿El bien o el mal? ¿El duro puño de América o la cara machacada de Alemania? La guerra se ganaba en la propaganda, porque a nadie le gusta que le hagan una cara nueva. Y además el traje del Capi era mucho mejor.

Rápidamente los demás héroes se pusieron manos a la obra, listos para vender bonos y mostrar la necesidad de alistarse. Puede resultar siniestro el pensar que, quizás, esta entusiasta propaganda multicolor matase a más jóvenes norteamericanos que las balas alemanas y japonesas.

El Namor de Bill Everett y la Antorcha Humana (la original, que era un robot humanoide) de Carl Burgos se pusieron rápidamente a combatir nazis y amarillos, con el siempre ambivalente príncipe atlante tomando partido por la humanidad de modo sorpresivo para los jóvenes lectores. Los super-patriotas del corte Capitán América menudeaban: The Shield que fue el primero de todos en el 40 y luego Miss America, Spirit of Old Glory y hasta el Tío Sam en persona, remangándose le mismo para dar ejemplo y cobrando vida desde los icónicos carteles de reclutamiento, plagiados en realidad del legendario cartel de reclutamiento para la primera guerra mundial que replicaba la estampa de Lord Kitchener interpelando de forma directa a los jóvenes británicos tal y como si fuese el espíritu de Albión encarnado.

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La JSA en pleno, en decir la Sociedad de la Justicia de América, el más venerable grupo de héroes de la DC también combatió activamente al amenaza del EJE y de cada portada y cada página de cada tebeo y cada revista pulp surgían los enmascarados listos para luchar por la libertad del modo más naif, sincero y valeroso imaginable. En parte porque América necesitaba un empujó y había que inclinar a la opinión pública hacía la intervención decidida en la Guerra, en parte porque aquello multiplicaba la ventas y en parte porque muchos de los tipos que se dejaban los ojos y la imaginación en los tableros de dibujo y las máquinas de escribir eran inmigrantes europeos y judíos –Un inciso para recomendar la excelente novela de Michael Chabon, “Las aventuras de Kavalier y Clay”, un emociónante recuerdo sobre el nacimiento del cómic USA de superhéroes mezclado con el dolor de la 2ª GM- .

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El Spy Smasher de la Fawcett, un enmascarado creado directamente como propaganda, saltaba del tebeo al serial en 1942. Un año después el Batman serializado combatía el peligro amarillo con nulo presupuesto y sórdidos resultados. Y al siguiente el Capi se volvió de carne y hueso para ayudar al último esfuerzo de guerra. Ejemplos de la necesidad mezclada con moda y aprovechamiento que animó a una industria del espectáculo popular lanzada a la producción masiva de agit-prop de gran calibre.

En Hollywood los filmes anti-nazis menudeaban –casi al mismo ritmo en que después lo hicieron los anticomunistas, algo compartido por el enloquecido cómic de los 50- y eso no solo llevaba a la creación constante de nuevos héroes sino al astuto reciclaje de mitos imperecederos, los cuales, dando ejemplo, cruzan fronteras espacio-temporales para combatir al Mal en absoluto.

Holmes combatiendo a los Nazis en La voz del terror (1943)

Holmes combatiendo a los Nazis en La voz del terror (1942)

Como todo héroe popular que se preciase Tarzán contribuyó a la guerra y aunque no le plantase su selvático puño a Hitler en los morros tal y como hizo el Capitán América sí que combatió a unos cuantos Nazis que intentaban conquistar su parte del mundo. Aquello fue en “El triunfo de Tarzán” la primera de las entregas que Sol Lesser produjo para la RKO cuando logró los derechos tras “Tarzán en Nueva York”, última entrega del ciclo MGM.  Lo hizo siguiendo el ejemplo de Sherlock Holmes, quien a lo largo de tres entregas consecutivas entre el 42 y el 43 –“Sherlock Holmes y la voz del terror” (Sherlock Holmes and the Voice of Terror, John Rawlins, 1942), “Sherlock Holmes y el arma secreta” (Sherlock Holmes and the Secret Weapon, Roy William Neill, 1943) y “Sherlock Holmes en Washington” (Sherlock Holmes in Washington, Roy William , Neill, 1943) – ponía sus inmensas capacidades al servicio del futuro.

Los héroes se comprometían, eran ejemplos épicos de seres en la cumbre de sus capacidades colocados del lado del bien. Y si ellos que eran la destilación misma del ser humano ayudaban en aquella guerra ¿cómo no iban a hacerlo todos los jóvenes americanos de a pie?

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2. Tarzán contra el progreso

 Asentada ya la familia, y asentado ya el tono de la saga, definitivamente convertida en una serie b –la filmación se reduce cada vez más a estudio y se llega a usar por ¡tercera! Vez la secuencia de lucha contra el cocodrilo entre más metraje reciclado- familiar en virtud tanto de necesidades de homogeneidad como por el fallecimiento de Irving Thalberg, principal valedor del personaje en la MGM, al ciclo Tarzán solo le faltaba definir al gran enemigo: el futuro.

Es cierto que los villanos vuelven a presentarse con la apariencia de uno ambiciosos hombres blancos que pretenden manipular la inocencia del buen salvaje en su propio beneficio y que al final la propia ley natural de la jungla les dará su merecido, pero en realidad el gran problema lo plantea el concepto mismo de familia que la anterior entrega había establecido como nuevo statu quo: Boy crecía de manera inexorable y con él sus intereses, necesidades y ansias de conocimiento. De pronto la civilización se convierte en algo fascinante,

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mucho más emocionante que la misteriosa selva que rodea a los Tarzán. Misteriosa para el espectador, pero terriblemente mundana para el muchacho.

Para Boy aquella selva es como el patio de su casa. Se la conoce palmo a palmo. Y después de cinco partes, el espectador, también. La civilización, con sus herméticos en ininteligibles conceptos de posesión, riqueza y consumo se levantaba como un horizonte de deseos fantástico. Lleno de máquinas de metal y edificaciones  angulosas opuestas a la sensualidad curvilínea y a la húmeda calidad de la jungla. El futuro en su máximo esplendor proyectado, en un curioso tropo metalingüístico, en una pantalla blanca en mitad de un claro.

A través de un proyector manejado por el camarógrafo al cual interpretaba Barry Fitzgerald –gran secundario fordiano aquí ocupándose del alivio cómico en la piel de un irlandés borrachín y valeroso- el futro invadía la selva. Es decir: el tiempo en movimiento irrumpía en mitad de una burbuja atemporal, donde los conceptos de pasado y futuro habían sido sustituidos por un presente continuo. No extraña que de manera sorpresivamente melancólica Thorpe evoque en diversas escenas el inicio del romance de Jane y Tarzán. Los personajes cobran consciencia de su

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propia finitud y echan la vista atrás, recordando. De algún modo el encantamiento edénico en el cual viven se resquebraja por la presencia de Boy, quien crece directo al futuro delante de sus ojos; un recordatorio constante del paso del tiempo.

Al principio de la película Boy encuentra unas pepitas de oro en el fondo del lago en el cual nada con sus padres –la película contiene dos escenas subacuáticas breves: la primera familiar y diurna, la segunda de pareja, nocturna y nostálgica – y mientras Tarzán demuestra su feroz anticapitalismo  y su rotundo pragmatismo asegurando que el oro no se come y él tiene hambre. Jane en cambio, y martilleando sobre la imagen de eslabón débil que la serie ha dado de ella después de “Tarzán y su compañera”, cuenta aBoy historias sobre la civilización y le instruye sobre los usos del mundo que ella abandonó. El muchacho se queda con la idea fija de que aquellas absurdas piedras valen para intercambiar por cosas que allí no hay, como por ejemplo uno de esos aviones de los que le habla su madre que le disparan la imaginación.

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Esa fantasiosa esperanza del avión desencadenará el drama cuando Boy muestra al jefe del safari de turno–el excelente Tom Conway, hermano de George Sanders e inolvidable co-protagonista en clásicos del productor Val Lewton- el oro, anunciado que su padre conoce un lugar donde hay mucho más. A Boy le fascina la idea de la civilización, ese lugar donde todo es posible con oro.

“El tesoro de Tarzán” prefigura así la necesaria evolución de la serie hacia un enfrentamiento en la cumbre que se lleva postergando durante toda la saga: Tarzán contra la civilización. Una confrontación de universos morales que se manifestará al fin en “Tarzán en Nueva York”, el título que cierra el ciclo, filmado con apenas unos meses de diferencia según esa práctica que los americanos denominan back to back y que tendremos espacio para desgranar la semana que viene.

3. “The House of Tarzan, the killer of beasts and many black men”

(LEER COMPLETA)

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