La gente que me conoce sabe cuánto y cómo me río: con mucha facilidad y con un nivel de decibelios capaz de avergonzar a cualquiera. Una risa estentórea, que se dice. Escandalosa según mi padre, a quien le parece muy poco recatada.
La cuestión es que me río mucho y bien, y me encantan las personas que tienen el preciado don de hacerme reír, ya sea en persona humana, audiovisual, virtual o escrita. La cosa es que en este sector del condumio pocos lo consiguen. Ahora la gastronomía es una cosa muy seria, muy arte, muy repensada. Todo es como súper intenso, tía tía.
Como en un Gran Hermano cualquiera, todo se magnifica y nadie se toma a risa la cuestión del guisar y el digerir. Digna de chistes escatológicos sabiendo lo que ocurre con todo lo que se traga. Pues ni eso. El humor les sale sin querer, como cuando Adriá sentencia acerca de los raviolis y gente más perturbada aún responde a sus preguntas gastrofilosóficas (cuando Ferrán tuitea sube el pan, pero ya hablaremos de las #respuestasaAdriá en otra ocasión en la que esté algo pimplada).
Village Politicians, David Wilkie y Abraham Raimbach. 1813
Ignoro si existe disposición alguna eclesiástica, civil o militar que determine con fijeza el tiempo que los residuos alimenticios han de permanecer formando parte de nuestro ser por la parte de adentro. Así, pues, haz respecto a este punto aquello que buenamente puedas, dejando llegar los acontecimientos por sus pasos contados, siempre que una demora excesiva no te obligue a desalojar el local por medios violentos.
Quien esto dice nació hace más de 150 años. No sólo se cagaba entonces igual que ahora, sino que la gastronomía también estaba siendo tomada demasiado en serio. Juan Pérez Zúñiga, escritor, dramaturgo, violinista y señor cachondo, sería hoy una estrella de los monólogos. En su época se dedicó a escribir en los periódicos columnas y poemas humorísticos, riéndose de sus contemporáneos. En 1897 publicó uno de los libros más graciosos que existen sobre la cocina y seguramente el único en español de su clase: "Cocina cómica, recetas de guisos y postres, poesías culinarias y otros excesos".
En esta obra vienen un montón de recetas escritas con humor surrealista, versos paródicos y multitud de recomendaciones para actuar como un buen comensal. Hacía mucho que no me reía leyendo y más sobre cocina. Querido lector harto de recetitas y críticas de restaurancitos: compruébalo aquí (¡y si no, desmiéntemelo!)
Cuando te conviden a comer, no debes llegar a casa del anfitrión después que hayan servido los postres; pero tampoco antes de que amanezca el día señalado para la comida. Si no ha precedido invitación y eres tú quien se convida, bueno será que te anuncies con anticipación para que puedan prepararte comida buena y abundante. La creencia de que donde comen cuatro comen cinco es una majadería de primer orden. Comer cinco donde comen seis ya es algo más razonable.
Respecto a la colocación de la servilleta, no sé qué aconsejarte, porque conozco distintos pareceres. Todo lo que no sea limpiarte los labios con las mangas, está bien.
Nunca pongas los codos sobre el mantel y mucho menos el mantel sobre los codos. Especialmente esto último es de mal efecto.
No cojas las aceitunas con el tenedor, sino con los dedos, prefiriendo los de la mano.
Si te dan cangrejos, haz lo siguiente: coge al animalito, decapítale, quítale el corpino, los entresijos, la colita y las patas; y como no quedará nada del crustáceo, te chupas el dedo y vuelves por otro.
Terminada la comida, coge un palillo y limpíate bien la dentadura; y después, en vez de volverlo al palillero, ten la galantería de ofrecérselo á la señora de la casa.
Para freír los huevos hace falta tener varias cosas: 1. Huevos. 2. Aceite. 3. Lumbre. 4. Sartén. Y 5. Paleta. Los huevos han de ser precisamente de ave de corral y el aceite de hígado de aceituna. La lumbre ha de estar caliente, la sartén sin agujeros en el fondo y la paleta provista de mango.
Pues bien: después de encender la lumbre y tener sobre ella aceite hirviendo, se coge un huevo con cáscara (pues sin ella no se le podría cascar). Se le maltrata contra cualquier objeto duro, y colocándole en alto sobre la sartén y separando cada una de las dos mitades con cada una de las dos manos, ¡paf! se dejan caer las entrañas del huevo dentro de dicha vasija, porque si caen fuera es probable que no quede bien frito. En tal momento es cuando la paleta cumple su misión en este valle de lágrimas. ¿Cómo? Recogiendo la clara para que no se divorcie de la yema, y rociando de aceite todo el lluevo con la mejor intención. El huevo, por su parte, sigue tan calentito y escandalizando como una fiera, hasta que, decretada su libertad provisional, se le saca del baño con la susodicha paleta y se le pone encima de un plato (nunca debajo).
Inmediatamente se repite la operación con otro huevo y se le coloca después de frito al lado del primero, encargándoles a uno y a otro que se lleven bien y no riñan, pues los huevos están destinados a presentarse en el mundo por parejas, como la Guardia civil.
Así en este plan. Si os ha hecho sonreír me debéis un euro (por lo menos, que la vida está mu mal). Las recetas están escritas de una manera divertida pero son reales, la mayoría son suculenta obra de cocineros profesionales pero con sentido del humor, como Ignacio Doménech. Ya elegiré una para enseñaros por dónde van los tiros.
este señor tan barbudo y serio es Juan Pérez Zúñiga
Para saber más:
- versión digital de la primera edición de "Cocina cómica" de Juan Pérez Zúñiga, 1897. Biblioteca Nacional. Se puede leer online y descargar en pdf.
- Reedición de 1998, La Val de Onsera. A la venta en De re coquinaria por 9 euritos.
- Descarga en epub y formato Kindle
- Versión íntegra en Google Books.
Tengo pensado abrir una nueva sección en este bloguito con una lista de libros interesantes, indicando enlaces para leer y descargar todos aquellos que son tan viejunos que no tienen ya copyright. Es una idea chupinuda pero laboriosa. Paciencia.