Revista Arte
La comparativa más imposible: dos obras maestras y dos grandes artistas, Tiziano y Rubens.
Por ArtepoesiaCuando en septiembre de 1628 Rubens viajara a España, por segunda ocasión desde el año 1603, para informar al rey Felipe IV de las consideraciones de un posible tratado de paz con Inglaterra -Rubens fue un diplomático flamenco además de pintor-, se le hospedaría por entonces en el Palacio Real del antiguo Alcázar madrileño (desaparecido por el fuego un siglo después). Allí conocería a Velázquez y contribuiría Rubens a orientar artísticamente al gran pintor español. Pero, también, compondría muchas obras de Arte en la corte española, retratos de personajes como el marqués de Leganés y otros. Sin embargo, algo atraería extraordinariamente el deseo artístico del gran creador flamenco entonces. En España se encontraba una de las mejores colecciones de pintura de Tiziano, y todas estaban en ese Alcázar real. La tentación fue irresistible y Rubens copiaría casi todas las obras que la corte española dispondría de Tiziano. Pero, no exactamente copiaría todas las obras con rigurosidad fidedigna. De una de ellas, Adán y Eva de Tiziano, pintada en el año 1550, Rubens llegaría en el año 1629 -casi un siglo después- a realizar una obra maestra que supondría además dos posibles alardes artísticos en una sola realización pictórica: componer una maravillosa versión de la caída bíblica de otro genio, en este caso de Tiziano, y, sin embargo, algo más..., ofrecernos ahora la posibilidad de comparar dos grandes obras maestras, de poder rasgar así las vestiduras estilísticas, compositivas, emotivas, narrativas, estéticas y creativas de dos genios del Arte universal.
De otras obras de Tiziano mantuvo el pintor flamenco mayor fidelidad al original, pero, en esta obra de Adán y Eva del año 1629, Rubens hace una recreación muy propia de una versión ya compuesta de Tiziano. Es decir, hace lo mismo que el pintor veneciano pero con otras cosas ahora, obteniendo así, con esas otras cosas, algo muy diferente de lo mismo. Se atrevió el maestro Rubens a incorporar otras cosas diferentes en su obra, lo que llevaría, inevitablemente, a una genial y odiosa comparación forzosa... Es de pensar, quizás, que la madurez del artista flamenco, su sabiduría artística de años, le llevaría a realizarlo sin ningún pudor ni duda. A atreverse a realizar una obra donde entonces copiaría el mismo tema, la misma composición, gran parte de la posición, inclinación, paisaje, formas y gestos de la obra de Tiziano pero, a cambio, introduciría, variaría, incorporaría, añadiría y esbozaría Rubens ahora algunas otras cosas, solo algunos otros elementos, pero estos ahora lo suficientemente importantes y relevantes estéticamente como para determinar, claramente, las significativas diferencias de dos extraordinarias y geniales formas y maneras de crear y entender Arte. Abriría con ello Rubens la caja de pandora de la creación artística..., y, al mismo tiempo, a quien quiera y sepa verlo, desataría ya los truenos y rayos de la comparación artística más sublime. ¿A qué gran creador se le hubiese ocurrido hacer lo mismo que otro gran creador hiciese un siglo antes..., pero ahora variando aspectos esenciales que, además, determinarán así la mejor forma de poder evidenciar el especial sentido artístico de expresar, comparativamente ya, la más conseguida -en ambos casos- composición de una misma obra -una anterior y otra posterior y copiada ésta de aquélla- maestra en el Arte más sublime?
Evidentemente, hacer las cosas con posterioridad dará alguna ventaja. Porque ahora sabremos ya lo que se hizo antes y cómo se hizo, y mejoraremos así -¿lo mejoraremos realmente?- el sentido de casi todo lo que se pueda representar luego, ahora, de algo que se representó antes. Porque la obsesión de Rubens con Tiziano debió haber sido casi patológica... Tuvo así el pintor barroco, recreando lo mismo pero haciendo otra cosa sublime, que buscar su sentido propio para justificarlo ahora como algo aún mucho más conseguido en el Arte. Y, la verdad, es que lo consiguió. La obra de Rubens es absolutamente genial frente a la otra... Y, aunque el manierismo tan bellamente renacentista de Tiziano nos subyugará al pronto, nada puede igualar en su obra la grandeza sublime de una realidad más cercana a lo humano, o a lo más emocionalmente conseguido, que alcanzará, sin embargo, la obra maestra de Rubens. Es decir, que nos sirve ahora para comprender más el Arte, no tanto para valorarlo. La obra de Tiziano es de una belleza sin igual, es una maravillosa composición renacentista de equilibrio, estilización y sutileza artísticas. Pero, a cambio, el lienzo barroco de Rubens nos llevará a un universo muchísimo más armonioso con lo emotivo. La credibilidad de Adán, su conjunción con Eva desde un sentido ético y estético, en el caso de Rubens es mucho más alcanzada, o no ya siquiera alcanzada sino obtenida totalmente, frente a la obra maestra de Tiziano.
Hasta el creador flamenco evitará cubrir parte alguna del cuerpo desnudo del primer hombre bíblico, cosa que Tiziano equilibraría -ocultaría- con Eva en un recurso muy frecuente en el Renacimiento. El Barroco mantuvo ese recurso en menos casos, aunque aquí -que en otros casos Rubens no hace- sí cubrirá sin embargo a Eva el lienzo barroco. Está claro que fue la posición de Adán la que obligaría a cubrir su sexo en Tiziano. Al inclinar, al girar con respecto al plano mucho más el perfil de Adán hacia Eva le permitió a Rubens ocultar con la perspectiva ahora lo ocultado en Tiziano con unas hojas antes. ¿Fue ese el motivo? No lo creo. El pintarlo así, ahora él más sesgado, hizo inútil ocultar nada. Porque la intención, supongo, debía ser entonces otra, debía ser mejor componer ahora una figura masculina enfrentada a Eva de un modo diferente a antes: ahora más sentimental que temeroso. La sublimidad de Tiziano, que existe, porque también es una gran obra maestra la suya, consiguió otra cosa entonces: ser fiel al sentido críptico y aséptico del mensaje del Génesis bíblico. Porque entonces Adán en Tiziano está algo más lejos de Eva, no hay amor ahí, hay más bien coincidencia o coparticipación inevitable de dos seres contingentes en una crítica situación sobrevenida... En Rubens, sin embargo, Adán tratará de avisar o de evitar con ternura y compasión la decidida acción turbadora de Eva. Por eso está ahora él ahí más cercano a ella, su gesto está más identificado con ella, es más conciliador, más contemporizador, sentimentalmente, con el deseo inequívoco de Eva... que el expresado en la anterior obra de Tiziano.
Porque la figura de Eva no variará formalmente en ninguna de las dos excelsas creaciones. Su posición, su gesto, inclinación, semblante y acción, es la misma en ambos casos. Sólo la textura y el color del barroco de Rubens la hará más propia de su autor, pero nada más. El resto de ella es igual en los dos lienzos. El entorno paisajístico dispone de una característica estilística que representará claramente la tendencia de cada período artístico. Es aquí el árbol principal de donde Eva tomará la manzana prohibida. En el caso de Tiziano es su tronco ahora más vertical, muy derecho como su tendencia artística presupone. En el caso de Rubens veremos una inclinación ahora mucho más propia de su tendencia barroca curvilínea. La incorporación del papagayo encarnado determinará aquí un cariz más esperanzador -desenfadado- del mensaje tenebroso y definitivo de la caída bíblica. Rubens era un personaje mucho más vitalista, optimista y dichoso, además, gracias a su afortunada vida personal. En fin, miremos bien las dos representaciones. Dediquemos el tiempo que sea preciso. Definitivamente, la obra maestra de Rubens acabará conquistando el sentido más sublime del Arte. Lo que el Arte deberá transmitirnos además de belleza estética o de equilibrio estilístico: lo que los elementos representados sean capaces de comunicarnos con emoción. Es de suponer que al pintar estas obras no en su taller, sino directamente frente a las obras maestras de Tiziano en el Palacio Real de Madrid, fue una obra realizada sólo por Rubens, sin ayuda de ningún colaborador o alumno suyo. Y es por eso que, además, consigue aquí el gran pintor flamenco exponer ya su pasión más desmesurada en cada trazo, inteligente y genial, de su emotiva y maravillosa pintura maestra.
(Óleo del pintor del Renacimiento manierista Tiziano, Adán y Eva, 1550, Museo del Prado; Óleo del pintor barroco Rubens, Adán y Eva (copia de Tiziano), 1629, Museo del Prado, Madrid.)
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