Revista En Femenino

La conciliación no existe… Hoy no, tal vez mañana.

Por Almapau @princesas_os

La conciliación no existe, hoy no.
Tal vez mañana cuando salga el sol y lo vea todo con otros ojos…
Otras veces ya he escrito sobre conciliación, hoy no, hoy solo puedo expresar mi dolor.
Dolor, cansancio e indignación. Tras un día haciendo encaje de bolillos para compaginar trabajo con citas pediátricas, horarios de escuela, urgencias con mi bebe, tener que volver al trabajo, con los grandes acompañándome, organizando lo inorganizable…
Esos días en que echas en falta un abuelo cerca, o dos, o los cuatro!

Hace tres semanas que comencé a trabajar tras mi escasa baja maternal. Si, escasísimas 16 semanas
Mi tercer hijo, mi tercer comienzo, le sumo además que disfruto de dos meses de vacaciones al año, dos meses seguidos, ya que sumo vacaciones y festivos, y cada año, el reenganche es difícil.

Hace años que por costumbre escribo y a veces reencuentro esos apuntes, y me parecen escritos por otro
Hoy he encontrado por casualidad en el ordenador un pequeño apunte de la noche anterior a mi incorporación:

 

Para Lluc
Mañana comienzo a trabajar y me separaré de ti.
Llevo todo el día nerviosa e irascible, sin disfrutar tu abrazo permanente pensando en nuestra ruptura de mañana.
Tu también lo notas, también irascible y nervioso te quejas de lo que aún no conoces, pero sientes, me sientes, presientes.
Te duermes al fin agotado entre mis brazos, entre mis besos y mis lágrimas.
Te sumerges en tu paz, en tu seguridad jamás rota.
Pero y mañana?
Mañana me marcharé y te echaré de menos, tanto, que mi corazón se parará como un reloj sin cuerda, y no reanudará la marcha hasta saberte de nuevo entre mis abrazos.
Hoy quiero que mi mundo pare, que deje de girar mientras te observo.
Hoy me nubla el pensamiento la tristeza, el desconsuelo…
Mañana, tal vez pasado o en dos semanas será distinto.

 

Y han pasado dos semanas, largas agotadoras.

El primer día no fue el peor, llegar a casa y encontrarte exhausto por el llanto, hambriento por no aceptar alimento en un biberón que no comprendes, abatido y derrotado.
Tu sonrisa perdida…
No, no fue el peor, lo fue el segundo día, y el tercero, y el cuarto…
Sabiendo ya tu reacción, perdida la esperanza de un tránsito feliz.

Poco a poco has ido aceptando nuestra nueva situación, has debido despegarte, como antes que tu hicieron tus hermanos.
Y aún no has cumplido 4 meses, y aún puedo oler sobre tu cuerpo ese ligero almizcle de la vermix.
Aún eres mi bebé, recién nacido, indefenso y pequeño.
Demasiado indefenso y demasiado pequeño para dejarte en otras manos…

Y pasamos horas separados, y apenas comes en mi ausencia de un biberón que aborreces, y otros brazos te consuelan, y otros besos te calman.

 

Sólo apuntes, anotaciones perdidas en documentos sin título.
Resumen y diario de una vida, la nuestra.

Y hoy una semana mas, agotadora.
No has cogido peso, lo pierdes, tu huelga de hambre diaria por mi ausencia nos pasa factura, y ya han saltado las alarmas de tu pediatra.
Se suma además que estás enfermo, una bronquiolitis que no nos abandona desde tu nacimiento, y he de dejarte, con tu tos y tu aerosol, hoy con tu fiebre mientras el cuerpo me pide que no lo haga.
Mientras mi raciocinio me alienta y mi corazón se rompe.
Se agregan tus hermanos: Princesa, reclama atención y abrazos y brazos, y llora, para reivindicar un espacio que no entiende por qué ha perdido, no entiende que me marche a trabajar, y desconsolada grita que ya es grande y que quiere trabajar conmigo.
Princeso también lucha por su lugar, y en el colegio han notado un cambio, reclama mas, necesita mas…

Y yo a estas horas me hundo en mi tristeza, pensando que no existe conciliación posible, que nada merece la pena si para ello hay que derramar una sola de vuestras lágrimas.

Ya lo he dicho en otras ocasiones, las separaciones son mas duras cuando mas conscientes sois.
Con un año, son dos, con tres…
Ya lo hemos pasado antes, pero no por ello es menos duro.
Yo no quiero ser pequeñito, decía Princeso
Yo ya soy grande, dice Princesa.
Y cada una de esas frases me apuñalan mientras bajo las escaleras entre lágrimas los días en que ni los mimos, ni los abrazos, ni las promesas consiguen calmaros, y vuestros llantos resuenan en cada escalón y me acompañan al coger el coche, y nada ni nadie me serena.
Aún sabiendo que dos minutos mas tardes sonreís y jugáis tranquilos.

Porque ese momento, esa lágrima, esa frase pidiendo auxilio es el momento exacto en que creéis que os abandono, y creceréis con esos momentos y mientras tanto, yo empequeñeceré y seguiré creyendo que la conciliación no existe.
Y hoy vuelvo a no querer que exista mas mundo que vosotros y yo.

Y cada día reanudo el largo adiós, y el reencuentro huele a magia, y a besos y abrazos, y bailamos y reímos, y durante una horas olvidamos que mañana comenzaremos de nuevo a alejarnos.

Y entre sonrisas y besos tu mamando,
yo queriendo,
intento olvidar la injusticia,
y sueño que tu serás capaz de conseguir un mañana mejor,
donde tus hijos no tengan que conocer la añoranza tan pronto.

La conciliación no existe… Hoy no, tal vez mañana.


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