Sábado, 14 de abril, aniversario de la proclamación de la II República, cuando todo estaba por hacer y todo iba a ir a mejor. Hoy, 81 años más tarde, todavía queda mucho por deshacer y en eso andan nuestros gobernantes y los gobernantes de nuestros gobernantes. En aquel 14 de abril, la Constitución republicana establecía la laicidad del Estado, el principio de elección y movilidad de todos los cargos públicos, incluido el jefe del Estado. Ahora, éste no se puede mover: está concretamente en un hospital donde ha sido operado de una cadera fracturada en una cacería de elefantes en Botswana. Su nieto, en otro hospital, con un tiro en el pie. Esta monarquía, leyendo la Constitución de nuestros abuelos, es también una fractura en el tiempo.
¿Qué ocurrió para que todo aquello se desmoronara? Básicamente, una cruenta guerra civil y una posterior dictadura de 40 años, seguida de una transición inducida que no acaba de cerrar las heridas que continuamente se infectan. Sin memoria histórica, sin pasado, no hay futuro. Y en esas estamos. En el aniversario de la República, el Rey se ha fracturado la cadera cazando elefantes en Botswana. Lo cierto es que nos enteramos de una mínima parte de los viajes privados a cuenta del erario público de este personaje. Sólo si se lesiona. Y no deja de ser por lo menos curioso que en el día de hoy la monarquía se fracture y nadie aproveche para proclamar la III República.
¿Pero es que el Rey no ha visto Dumbo? ¿De qué pasta están hechos este monarca y su séquito? ¿No tienen corazón? ¿No se les cae la cara de vergüenza con la que está cayendo? No, sólo se les fractura la cadera por no tenerla. ¿Qué mejor forma de celebrar aquel sueño que empezaba en 1931 que yendo de safari a cazar elefantes, seres sensibles, inteligentes y sociales? Me reconforta, no obstante, pensar que aún a estas horas alguna familia de paquidermos debe estar rompiendo el silencio de la sabana mientras se parten la trompa de risa.