La Constitución de 1857 fue creada a través de una serie de acontecimientos en la historia de México. Después de la guerra contra Estados Unidos fue difícil que un gobierno tuviera capacidad para unificar a los distintos grupos políticos del país. Antonio López de Santa Anna parecía la única figura que podía dirigir los destinos de un país en caos, así que en 1853 asumió de nuevo la presidencia.
Ya con el poder, Santa Anna aprovechó que no había grupos políticos con fuerza para hacerle frente, así que gobernó como un dictador. Se hizo llamar Alteza Serenísima, expulsó del país a varios de sus opositores, reprimió a toda la prensa que lo criticaba y llegó a excesos como cobrar impuestos por el número de ventanas de cada casa.
La dictadura de Santa Anna generó fuerte oposición. Una rebelión contra su gobierno consiguió derrocarlo con un movimiento político-militar, conocido como Revolución de Ayutla, encabezado por Juan Álvarez, quien se convirtió en presidente de la República.
Junto con Álvarez llegó al poder una nueva generación de políticos, la mayoría de ellos liberales, que coincidieron en que el país necesitaba una nueva Constitución.
Aunque la presidencia de Álvarez duró muy poco, durante su mandato se logró decretar una ley sobre administración de justicia (conocida como Ley Juárez), que eliminaba los tribunales especiales a fin de igualar a todos los individuos ante la ley. Este decreto jurídico dejaba intactos por el momento los tribunales militar y eclesiástico, pero era una clara señal de que el nuevo gobierno pronto combatiría los privilegios de la Iglesia y el ejército.
Álvarez renunció a la presidencia y en su lugar se designó a Ignacio Comonfort. En los primeros meses de su gobierno se expidieron leyes que debilitaban el poder de la institución militar, y sobre todo, de la Iglesia. Ejemplo de esto fue la Ley Lerdo, la cual buscaba vender las propiedades de las corporaciones eclesiásticas y las de pueblos indígenas. Por su parte, la Ley Iglesias pretendía que los pobres no pagaran por bautizarse, casarse o enterrar a familiares, servicios que la Iglesia prestaba de manera exclusiva.
Estas leyes se emitieron mientras se convocaba a un Congreso. Éste elaboró una nueva Constitución que fue aprobada en febrero de 1857.
Esta Constitución garantizaba algunos derechos políticos, como la libertad de expresión, petición, asociación y tránsito; asimismo, ponía las leyes al servicio de la libertad individual de las personas e igualaba a todas ante la ley; en el aspecto religioso, ya no se mencionaba la fe católica como el credo del Estado, pero tampoco se declaraba la libertad de cultos.
De esta manera, era la expresión de los grupos políticos liberales que deseaban dejar atrás la sociedad de fueros y privilegios. En lo político, la Constitución subrayó la soberanía del pueblo al instaurar una república representativa, democrática y federal.