En el otoño de 2007, Ibon
Zubiaur propuso a Bartleby la edición de la novela de Brigitte Reimann, una escritora fallecida prematuramente de un
cáncer galopante a los 39 años de edad en Berlín Este. Era alemana y residente
en la antigua República Democrática y mostraba, con todos los condicionantes
imaginables y de una manera contradictoria, una actitud crítica hacia el socialismo
real. La novela era Los hermanos, publicada en 1963, un año después de que fuera construido
el Muro de Berlín, y galardonada con el más importante premio de aquel país: el
Heinrich Mann. Una obra deslumbrante en la que Brigitte Reimann reflexionaba sobre su experiencia familiar —su
hermano había huido al Berlín Oeste— y sobre la labor creativa en la realidad en
blanco y negro de la RDA a partir de su experiencia como trabajadora “de la
literatura” en un complejo industrial en la ciudad de Hoyerswerda. Cuando, en 2008, Los hermanos se publicó en España (en
Bartleby, con traducción y prólogo de Ibon),
se vivía una recuperación crítica de la realidad cotidiana en la “otra Alemania”.
Había curiosidad y, sobre todo, necesidad de contemplar la vida colectiva bajo
el régimen comunista desde el interior, a partir de la experiencia de quienes
allí vivieron. A esa curiosidad respondían películas como La vida de los otros o Goodbye
Lenin, ambas con un notable éxito de espectadores y de crítica. En los años siguientes, Ibon me hizo llegar parte de la correspondencia que Brigitte mantuvo con uno de los más importantes y originales arquitectos de la RDA en los años cincuenta y sesenta, Hermann Henselmann. Los leí a retazos dada la imposibilidad de publicarlos en Bartleby por falta de colección adecuada.

Brigitte Reimann
Pero, por fortuna, no han quedado inéditos en castellano. La pequeña editorial Errata Naturae me ha hecho llegar la edición española, con el título En la ciudad del mañana, de esa correspondencia. En cuanto he tenido un hueco, me he metido en su lectura. Ha sido (está siendo) una experiencia fascinante. No es fácil, ciertamente, sentirte atrapado por un libro basado en un intercambio de cartas. Sí lo ha sido en este caso. Como si de una novela se tratara, desde que leí el primer fragmento de la carta de Hensselmann que abre el libro —«Querida señora Brigitte Reimann: Esta carta solo quiere ser una noticia: su libro Hermanos ha conmocionado a toda nuestra gran familia: chicos y chicas, jóvenes y adultos»— no he podido dejar su lectura. Me ha acompañado en el metro, en el autobús, en los momentos libres que me dejan la escritura y otras obligaciones .
Hernann Henselmann
En la ciudad anónima es la crónica de una amistad que de manera sutil se convierte en ocasiones en amor, casi en pasión. Es la crónica de la admiración mutua, de la devoción de una Brigitte joven, inteligente y bella, por un arquitecto que considera a la arquitectura como una de las bellas artes (se considera artista) casi treinta años mayor que ella. Las cartas, entreveradas con fragmentos de los diarios de la Reimann que clarifican el contexto y el momento en que fueron escritas, son un caleidoscopio de la realidad interior de la RDA. Las miradas de ambos, víctimas del sistema y, a la vez, con un protagonismo indudable dentro de su élite cultural están cargadas de complejidad, se mueven entre la aceptación y el respaldo al proyecto de “sociedad nueva” que encarna el partido comunista y la crítica, a veces sutil y a veces abierta, a sus excesos. Hensselmann, cuando se dirige a Brigitte para comunicarle la impresión que le había producido la lectura de su novela, es un arquitecto más que consagrado. Grandes proyectos como la Avenida Stalin (su nombre actual es avenida de Carlos Marx) o la Torre de la Televisión y parte de la vivienda social de Berlín Este estaban firmados por él y el reconocimiento, dentro y fuera de la RDA, era notorio. Hablan, con sus decepciones (más en Brigitte Reimann) y con sus entusiasmos (más en Henselmann), de un mundo en mutación, confían en que en algún momento la RDA iba a ser ejemplo a seguir por la República Federal, se refieren al hombre nuevo, a los trabajadores como “nuevos clientes” del arte y de la literatura: en una carta del 29 de diciembre de 1964, Henselmann cuenta la siguiente anécdota:Portada de Los hermanos.
Bartleby, 2008
El partido, sus funcionarios, los escritores-políticos, la Unión de Escritores como catalizador de iniciativas culturales y como cauce para la publicación de libros, las ciudades fabriles y la construcción de viviendas con materiales prefabricados frente a la arquitectura tradicional. El mundo literario y el mundo del pensamiento urbanístico, los cursos y encuentros de la época, la relación, casi siempre epistolar, con Berlín Oeste, de Henselmann, la cotidianidad en barrios que pretenden ser ideales pero que nacen con carencias —de gran interés las referencias de Brigitte a la ausencia de lugares de diversión para jóvenes, a la necesidad de construir espacios para su ocio—, la censura…. Los autores de la época, de dentro y de fuera de Alemania, desde el pro nazi Knut Hamsun hasta Christa Wolf, Gorki o Thomas Mann pasando por el Semprún de El largo viaje o por el Böll de Opiniones de un payaso. Todo eso está en En la ciudad del mañana y puede contemplarse como la mejor radiografía de una época y de un país.



