Una de las mayores interrogantes que nos hacemos como humanos tiene que ver con el Universo y nuestro lugar en él, que conforma nuestro destino. Algunos científicos hablan, por ejemplo, de universos paralelos, de un multiuniverso. Otros creen que con potentes telescopios y sesudos cálculos pueden llegar a conocer el origen y formación del Universo material que conocemos, creyendo que es el único real. Intentan eludir la existencia de un Creador inteligente y suponen que todo cuanto existe lo es por azar, así al Dios Creador pretenden sustituirlo por su otro dios: el dios azar, padre de la casualidad. Pero casualidad, azar, es algo que un científico debería rechazar ya que la Ciencia estudia las causalidades. El caso es que al ponerse sus propias gafas para miopes, la ciencia materialista empequeñece la realidad. La realidad cósmica, como veremos es mucho más grande y hermosa de lo que la ceguera científica vislumbra.
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Corrientes de energía imposibles de enumerar y medir por la Ciencia – que solo alcanza a algunas – atraviesan los cosmos en que se manifiesta la vida. Aunque a alguna persona puede parecerle extraño que se mencione en plural la palabra “cosmos”, lo mismo que sucede con la palabra “universo”, Cristo nos ha hecho saber desde hace mucho tiempo que la Creación con todos sus seres, mundos y formas de energía se manifiesta en tres Cosmos. El más inmediato a nosotros, el que nos es visible, y del que formamos parte con nuestro cuerpo físico, es el cosmos de sustancia gruesa, el cosmos material. En él hallan todas las formas de vida, todos los soles y astros del universo material. En segundo lugar encontramos el Cosmos de materia astral, formado por planetas semimateriales, “planos de purificación”, que acogen temporalmente a las almas de quienes al dejar este mundo no alcanzaron aún la perfección que les permitiría acceder al Cosmos más elevado y sublime: El Reino de los siete Cielos, del que hablaremos en un próximo artículo, nuestro primer y verdadero Hogar al que hemos de volver, y final de nuestro viaje de la vida. Este es el Cosmos espiritual, o Reino de Dios. Los otros dos Cosmos son consecuencia de la Caída, lugares de refugio de las almas cargadas y de los hombres encarnados hasta que podamos volver a nuestro Hogar eterno.
LOS DIFERENTES COSMOS Y DIOS
Los diferentes Cosmos son posibles al estar alimentados por la corriente única de energía procedente del manantial sagrado de la vida del Universo al que se suele llamar Dios o de otros modos. Esta corriente de energía que alimenta a todos los Cosmos procede del Sol Central Primario, según enseña el mismo Cristo en su gran manifestación “Origen y formación de las enfermedades”. En esta Manifestación profética podemos leer que este Sol Central Primario es el Espíritu Santo, el Dios impersonal, que al darse forma con su propia energía se muestra como Dios personal Padre-Madre, pero es el mismo y único Dios. Cristo, que no es Dios, sería el primero de Sus hijos visualizados y creados: Su Primogénito.
Para un científico materialista sería lógico que existiera finalmente una y solo una fuente de energía en todo el universo, de lo contrario le será muy difícil explicarse el origen de la energía universal, pero como esto pone en cuestión sus creencias y conocimientos, sencillamente se pone sus gafas de miope y procura olvidarse del tema.
EL CRISTIANISMO ORIGINARIO ENSEÑA…
Enseña Cristo que cada ser del Universo procede de Dios por creación y se sostiene en y por la corriente de la vida que fluye en todos los Cosmos: el material, el semimaterial y el espiritual puro, cada uno con sus Planetas de energía correspondiente a su frecuencia vibratoria. A más alta frecuencia, más sutil y perfecto el Cosmos con sus correspondientes planetas y seres.. Por ello, cada ser del Universo, ya sea mineral, vegetal, animal, alma en los planos de purificación o ser celestial en el Reino de los Cielos, se encuentra en la corriente del río de la vida con la frecuencia vibratoria que corresponde a su nivel de evolución y viviendo en alguna de las numerosas moradas de los Cosmos según su personal frecuencia =nivel espiritual. Ninguna de ellas, excepto la más alta de todas- el Reino de los Cielos- es definitiva.
En base a estos conocimientos, el cristianismo originario enseña que aunque todos nos encontremos fluyendo en la corriente de la vida en el universo, nuestro estado conciencia puede estar o no en sintonía con esa corriente, aceptarla o no, y hasta ir contra ella, pues como seres libres creados por el Espíritu Libre del Universo, tenemos el libre albedrío, una voluntad personal. Esta voluntad personal se convierte en nuestra ley personal, o ley del ego, cuando ignora o se opone a la voluntad divina que fluye y mantiene el Universo según leyes de validez eterna. Un extracto de estas leyes para estar orientados en la escuela de vida Tierra son los 10 Mandamientos y el Sermón de la Montaña de Jesús, que no obligan a nadie, sino que informan y advierten bajo la forma verbal “deberías”.
Si actuamos como seres de energía que somos contra la corriente de la energía llamada vida, desciende nuestra frecuencia de vibración, y caemos en frecuencia de vibración bajas, produciéndose desarmonías entre lo que realmente somos – seres espirituales envueltos en un alma y un cuerpo físico- y lo que pensamos, sentimos y hacemos. Una baja frecuencia de vibración conduce a que entremos en contacto con otros seres de frecuencias de vibración semejante a la nuestra, p. ej almas de los planos astrales, aunque no seamos conscientes de ello, pudiendo producirse así influencias telepáticas que actúan sobre nuestro mundo de pensamientos restándonos autonomía y claridad hasta llevar a la posesión de la voluntad personal por voluntades del mundo astral bajo. Todo esto sucede cuando colocamos nuestra ley personal del ego por encima de la ley impersonal y universal de Dios. Por tanto, el egocentrismo, el yo, yo, nos debilita anímica y físicamente, y es una fuente segura de conflicto consigo mismo y con las personas con las que nos relacionamos, y finalmente con la naturaleza y el mundo animal. Queremos que todos y todo nos sirva sometiéndose a nuestra voluntad y finalmente acabamos cumpliendo voluntades ajenas.
EN LOS MUNDOS CELESTIALES
En los mundos celestiales actúa sin trabas la corriente de la voluntad divina, enseña el cristianismo originario, y reina allí la armonía y la cooperación libre para la Creación espiritual según las diversas cualidades de los seres celestiales, (que una vez fuimos nosotros y que un día volveremos a ser lo que fuimos).
Al contrario de lo que sucede en nuestro bajo mundo, la unidad y el bien común se aceptan con alegría para llevar a cabo las tareas de la Creación continúa de Dios. Y antes o después, todos tomaremos parte en este trabajo gracias a la fuerza redentora de Cristo, Quien nos ha dicho que ningún alma se perderá. Entre tanto, lo que cada uno tarde en incorporarse a esa maravillosa tarea dependerá exclusivamente del tiempo que le lleve el reconocer su filiación divina y eliminar con la ayuda de Cristo los aspectos contrarios a la ley de Dios- llamados pecados- que mantienen el alma en grados bajos de vibración. Superarlos nos permite acceder a niveles más elevados de comprensión, bondad y amor altruista.
A modo de resumen final y para facilitar comprensión:
Cada uno de nosotros, como seres de energía, somos portadores parciales de la energía única universal divina. Es por ello que nuestro funcionamiento individual guarda una estrecha relación con el conjunto del Universo de energía que procede del Sol Central Primario que nutre a todos los Cosmos. Esta relación será positiva en la medida que pensemos, sintamos y actuemos en armonía con las leyes de esa energía universal. En caso contrario tendremos una relación negativa, con las consecuencias que ello nos supone debido a la Ley de causa y efecto. La Ley de causa y efecto, -o Ley de siembra y cosecha- nos dice que quien lanza una rosa al cielo, solo puede esperar que caiga una rosa sobre su cabeza, pero si lo que lanza es una piedra, mejor será que se proteja. Parece sencillo de comprender, pero el comportamiento que solemos adoptar como humanos dista mucho en la práctica de la aceptación de ley tan sencilla, así que arrojamos la piedra contra el cielo y cuando no cae una rosa, solemos quejarnos, sentirnos víctimas de algo o de alguien, hablar de la mala suerte, y hasta criticamos a Dios por negarnos una rosa perfumada cuando hemos lanzado nuestro risco. Así que solemos decir: Dios no es justo, o Dios es vengativo, o “no puede ser que Dios exista, porque de existir me haría justicia”.
A menudo todo nos vale menos aceptar que a quien va contra la corriente de la energía universal no pueden irle bien las cosas, aunque goce de un tiempo de inmunidad aparente, que es un tiempo de misericordia para facilitar a cada uno el reconocimiento de sus aspectos negativos y el dar la vuelta, y aunque los molinos del destino de lo sembrado muelen despacio, al final se cosecha lo correspondiente – igualmente también lo bueno- en esta o en otra existencia posterior. Esa es la causa de que tantos de nosotros nos llevemos sorpresas en este mundo cuando menos lo esperamos, tanto buenas como menos buenas, relacionadas con la salud, el tipo de trabajo, la familia, la pareja, el lugar de nacimiento, la economía y muchas cosas más. Esas sorpresas siempre serán positivas tanto en este mundo como en el Más allá, dependiendo de nuestras buenas causas o siembras. Nada escapa a la Ley.
Fuente: lailuminacion.com/corriente-vida-tres-cosmos