Revista Arte

La creación obviará su público, como la vida evitará los lamentos o alegrías de sus criaturas.

Por Artepoesia
La creación obviará su público, como la vida evitará los lamentos o alegrías de sus criaturas. La creación obviará su público, como la vida evitará los lamentos o alegrías de sus criaturas. La creación obviará su público, como la vida evitará los lamentos o alegrías de sus criaturas. La creación obviará su público, como la vida evitará los lamentos o alegrías de sus criaturas. La creación obviará su público, como la vida evitará los lamentos o alegrías de sus criaturas.
¿Qué nos apasionará ver aun a riesgo de intimidar o indisponer lo reflejado? Todo. Y es por esto que la creación, es decir, lo que se reflejará siempre en una obra, llevará su grandiosidad más ansiada al mayor y más desapegado desdén. Será ésta una condición esencial de todo creador o de todo poder creador. Si tuviese reparos o dejase que su muestra fuese ahora un motivo para el pudor o el cuestionamiento, no sería creación, sería otra cosa. Luego ésta podrá señorear -a veces- por la demanda fervorosa de su público, o vagar -casi siempre- por los desatentos y desairados páramos de la marginación. 
El pintor francés del barroco Jacques Blanchard (1600-1638) compuso en 1633 su obra Venus y las tres gracias sorprendidas por un mortal. Aquí el autor, originalmente, situará a un observador contemporáneo dentro de una escena mitológica de la antigüedad de las diosas y las ninfas. Pero, éstas, no se percatarán aquí de nada, ni se asombrarán, ni lo mirarán, ni darán un paso atrás, ni siquiera cambiarán sus sensuales gestos ante el extraño que los mira. Es más, lo ignorarán claramente. Como si no existiera, como si no estuviera ahí. Dos mundos estarán aquí enfrentados, el de la espectacularidad sagrada de lo creado y el del espectador profano de lo anhelante. Por que será así toda mirada apasionada, una forma de poseer ahora con ella una parte de lo que no se tiene, de lo que se necesitará, o de lo que se admira.
Y el Arte nos proporcionará aquí la justificación que la vida desatenta se permitirá ya con sus criaturas. Ahora éstas podrán estar ensimismadas, también vanagloriadas, algo quizás ofuscadas o, por algún momento, exaltadas, que a la vida y su desinterés le procurarán muy poco, nada; nada de lo que aquéllas deseen, sufran, alardeen o padezcan. Y los creadores, a veces, realizarán imágenes artísticas donde vislumbren esta eventualidad. Algunos con la sutileza que su oficio les deparará; otros, con la belleza congelada de un momento. Pero todos, además, con la determinante claridad de su sentido: no dejar que el público observador interactúe con lo creado. No hacer, entonces, sino obviar ahora la manera en que se vea, se sienta o se estimen las semblanzas que ellos mismos crearán sin entusiasmo. Como la vida.
(Óleo Belleza velada, 1880, del pintor americano Frederick Bridgman, 1847-1928; Obra del pintor francés Gabriel Ferrier, 1847-1914, Belleza en harén con abanico, 1914; Óleo del pintor barroco Jacques Blanchard, Venus y las tres gracias sorprendidas por un mortal, 1633, Museo del Louvre; Dos obras de la pintora española, de origen georgiano, Olga Sacharoff, 1889-1967: Mujer acodada en mesa, 1915; Un casamiento, 1928.)

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