En varias ocasiones hemos hablado en Pequelia sobre los problemas asociados a la lactancia materna, como por ejemplo la denominada huelga de lactancia, cómo superar el problema de amamantar cuando se tienen pezones planos o invertidos, o las causas sobre la baja producción de leche materna entre otros muchos temas. Hoy queremos tratar uno de denominados baches de la lactancia, hablamos de la crisis de los tres meses, situación que suele preocupar a las madres y que les hacen dudar sobre la lactancia materna.
Durante los primeros días de vida, los bebés necesitan ser amamantados frecuentemente, de 8 a 10 veces al día en el caso de los niños a término, y de 10 a 12 veces en el caso de los bebés prematuros. A medida que transcurren las semanas se configura un ritmo de las tomas algo más pausado, pero también se abordan etapas en las que los pequeños quieren tomar más veces de lo habitual. El bebé se despierta en más ocasiones por la noche, llora más reclamando la toma y da la impresión de que tenga más hambre de lo habitual, lo curioso es que mama pocas veces y rápidamente suelta el pecho.
Estos cambios hacen dudar a las madres, se puede llegar a creer que se tiene suficiente leche, que no aporta al pequeño los nutrientes que necesita para su desarrollo y por ello se queda con hambre, etc. Estos cambios aparecen a las tres semanas, a las seis semanas y a los tres meses de edad, los bebés tienen días raros, parece que algo se haya desajustado ya que no siguen las pautas habituales. En realidad es posible que esta conducta tenga relación con la velocidad de crecimiento del bebé y es algo normal que no debe preocupar.
A esta situación se le llama la crisis de los tres meses en la lactancia materna, pero como hemos explicado, ocurre también con anterioridad, aunque es mucho más evidente a los tres meses, de ahí su nombre. Los síntomas son los descritos, el bebé reclama ser amamantado más de lo habitual y la madre lo interpreta como que tiene hambre, la madre no nota el pecho tan lleno como de costumbre, lo que le llega a hacer pensar que no produce la suficiente leche para alimentar al pequeño. A esto le sumamos que el bebé se chupa el dedo con frecuencia y no aumenta de peso al mismo ritmo que lo hacía, por lo que al final se deduce que se necesita una alimentación complementaria, y algunas madres deciden proporcionar al bebé biberones con leche de fórmula, algo que no es recomendable.
En realidad lo que está ocurriendo es lo siguiente, el bebé reclama más porque está creciendo, algo que provoca el aumento del apetito, los pechos no se aprecian tan llenos porque la producción de leche se ha ajustado a las necesidades del bebé, de ahí que no se experimente la subida de leche o el goteo de la misma, aunque si apretamos el pezón se puede apreciar que hay leche. Por otro lado, la especialización tiene mucho que ver, el bebé vacía el pecho con más eficacia y realiza la toma con más rapidez, lo que no quiere decir que coma menos.
Sabiendo esto, es necesario olvidarse de introducir la leche de fórmula ya que se está sustituyendo el mejor alimento del mundo por un preparado que no cuenta con todas las propiedades de la leche materna. Por otro lado, al realizar menos tomas por culpa del biberón, la producción de leche disminuirá ya que los pechos se estimulan mucho menos. Por tanto, la solución es adaptarse a las necesidades del bebé, si pide más pecho hay que dárselo, esto se traduce en una mayor estimulación y por tanto en una mayor producción de leche, en poco tiempo todo volverá a la normalidad y se podrá seguir brindando lactancia materna con toda confianza.
Ante los problemas que puedan surgir con la lactancia materna, lo más recomendable es consultar al especialista, persona que proporcionará las respuestas a las posibles dudas y ofrecerá soluciones para superar los baches que se presenten.
Foto | NiDerLander
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La crisis de los tres meses en la lactancia materna