La culpa es uno de los sentimientos más comunes en los seres humanos. La primera vez que le hacemos frente es durante la infancia y en numerosas ocasiones nos veremos sometidos en un círculo de culpa.
¿Qué es la culpa? Definición
Cuando hablamos de culpa es muy probable que aparezcan dos conceptos diferentes: por un lado la culpa en el ámbito legal y por otro en el de la psicología.
Legal
Si acudimos a la Real Academia de la Lengua Española (RAE) define al primero como “omisión de la diligencia exigible a alguien, que implica que el hecho injusto o dañoso resultante motive su responsabilidad civil o penal”. Es decir, hacer responsable a alguien de una acción mediante un ‘castigo’ legal.
Sin embargo, una persona puede ser culpable de un delito y no sentir culpa a nivel emocional.
Un buen ejemplo de culpa legal es si alguien mata a una persona la justicia decide meterla en la cárcel.
Psicología
Teniendo en cuenta la culpa psicológica, la RAE la define como “acción u omisión que provoca un sentimiento de responsabilidad por un daño causado”. En este caso la culpa es un sentimiento que aparece al realizar algo que ha causado daño. También puede referirse al no haber tomado acción y que esa falta de actividad haya producido dolor.
La culpa afecta tanto en conductas pasadas como en momento presente e incluso en el futuro si se planea hacer algo determinado. Surge por igual tanto en hombres como en mujeres. La edad tampoco tiene un rol primordial, pudiendo surgir en cualquier momento.
Un ejemplo podría ser pegar a tu hermano y sentirte culpable. O ver como alguien pegaba a tu hermano y no haber intervenido.
En este post nos centraremos en la culpa desde el punto de vista psicológico.
Causas y origen de la culpa
La primera vez que se experimenta la culpa es durante la niñez. Mientras adquirimos aquellos valores y comportamientos que consideremos como moralmente aptos. Para ello, en aquellas circunstancias que nos comportemos como no se debe sentiremos culpa. Es probable que también recibamos un castigo.
Padres durante la infancia
Los padres tienen un papel fundamental a la hora de determinar nuestra culpabilidad futura.
Cuando de pequeños recibimos reprimendas por mostrarnos tal y como somos. Sin querer, crearemos un escudo de personalidad donde actuamos como nuestros padres quieren que seamos. En muchos casos, aspectos de la personalidad de los niños se bloquean. Entendiendo estos que están cometiendo un error y por lo tanto sintiendo culpa.
Un ejemplo podría ser decirle a un niño muy creativo y soñador que siempre está en babia, que tiene que centrarse y dejarse de tonterías. El niño cada vez que ese lado creativo se despierte lo vivirá con culpa, no permitiendo desarrollar esa faceta tuya.
Nosotros mismos
Cuando crecemos, somos nosotros mismos la principal causa de culpa. Solemos juzgar nuestras acciones con una dureza con la que jamás juzgaríamos a nadie.
Esto se produce cuando llevamos a cabo acciones que consideramos que moralmente son negativas. Que no pertenecen a la idea que tenemos de nosotros mismos.
Un ejemplo podría ser: si insulto a alguien para encajar en un grupo y yo no me considero una persona que critique al resto por ser diferente.
Entorno
Muchas veces es el propio entorno, la sociedad, familiares y amigos quienes buscan hacernos sentir culpables para que actuemos de acuerdo a lo que ellos consideran moralmente adecuado.
A la hora de relacionarnos con alguien que duda sobre nuestras acciones, juzgándolas, deberíamos tener en cuenta que esa persona nos está manifestando sus propias dudas y culpabilidades. Por eso no deberíamos caer en la culpa que el entorno quiera que sintamos.
Un ejemplo puede ser: eres madre, un día no tienes tiempo para cocinar y les das a tus hijos pizza para comer. Entonces la vecina te ve y te dice que eres mala madre por darle a tus hijos comida precocinada y que estás dañando su salud. Si entras a creer lo que dice la vecina entonces entras en una culpabilidad no justificada y perjudicial para ti, que en realidad no te pertenece.
¿Para qué sirve la culpa?
Todas las emociones, incluso aquellas que consideramos ‘negativas’ tienen una finalidad de adaptación del ser humano. Su función principal es hacernos conscientes de cómo estamos viviendo, qué cosas nos afectan y de qué manera. Cada emoción trae un mensaje diferente que permite reenfocarnos hacia nuevas conductas que sean más adaptativas.
En el caso de la culpa, muchos no son capaces de ver la enseñanza detrás de ella. Sin embargo, la función principal de la culpa es hacernos conscientes de los errores que cometemos para poder corregirlos. Es decir, la emoción de la culpa nos permite identificar determinadas normas o conductas que de no ser seguidas podrían desencadenar consecuencias fatales.
Un buen ejemplo podría ser a la hora de conducir. Si me salto un semáforo en rojo y atropello a alguien me sentiré culpable. En este caso, la culpa nos permite hacer caso a la seguridad vial. De no hacerlo podría acabar con la vida de una persona.
No obstante, en muchas ocasiones, la culpa va más allá de simplemente advertir. En estos casos la culpa deja de tener una finalidad adaptativa. Se convierte en una fuente de sufrimiento y ansiedad.
Factores que contribuyen a la culpa
Cuando hablamos de lo que la culpa en sí misma provoca, se debe destacar que depende de: la personalidad y contexto con el que la persona haya sido criada.
Personalidad
Teniendo esto en cuenta se podría decir que hay aspectos de la personalidad que tienden a los sentimientos de culpa.
Entre los rasgos más comunes destacan el perfeccionismo, la autoexigencia y pensamientos obsesivos o cavilatorios. También las personas que tienden a ser controladoras suelen sentir mayor culpabilidad cuando deciden no tomar las riendas de una situación y desemboca en un resultado catastrófico.
Contexto
Otros factores que influyen son también los de contexto.
Aquellas personas que hayan sido criadas en ambientes donde la moralidad está muy presente, tenderán más a experimentar sentimientos de culpa. Entornos muy religiosos y donde se hace auto-examen continuo sobre la moralidad de las acciones genera muchas veces excesiva culpabilidad.
Existen también ocasiones puntuales cargadas naturalmente de culpa. A nivel personal y familiar, la pérdida de un ser querido puede desatar episodios de culpabilidad sobre cosas que le gustaría haber hecho y no hizo. Por otro lado, en el aspecto sentimental la infidelidad tiene un papel clave en la culpabilidad, llevando a episodios de ansiedad en alguna ocasión.
Por el contrario, si hemos sido criados o somos personas con tolerancia a los errores, flexibilidad de adaptación y el autoperdón: tendremos menos sentimientos de culpa.
El mecanismo de la culpa
Cuando sentimos culpa emocional nosotros mismos nos convertimos en jueces de nuestros actos. Considerando que hemos cometido un error y por lo tanto que deberíamos ser castigados.
Esta capacidad de enjuiciar nuestro actos parte desde la moralidad y valores aprendidos en la infancia sobre lo que consideramos como bueno y malo. Además, basamos nuestro propio autoconcepto e identidad apoyados en esa moralidad aprendida. Provocando un sufrimiento mayor entre lo que creemos que somos y lo que hemos sido al actuar de una manera errónea.
Todo esto hace que nuestros pensamientos se orienten en obtener un castigo para equilibrar la balanza emocional. Como muchas veces no obtenemos ese castigo, la intensidad emocional constituye en sí misma un ‘precio’ a pagar.
Funcionamiento
Por lo tanto se podría decir que el mecanismo de la culpa funciona de la siguiente manera.
Se realiza o se deja de realizar una acción que tiene consecuencias dañinas. Nuestro propio cerebro empieza a recabar información sobre nuestro comportamiento, juzgándolo como moral o no. Si concluye que el comportamiento no se ajusta al concepto de como nos gustaría haber actuado se produce el ‘castigo’, es decir, la angustia de la culpa.
Sentiremos culpa en mayor o menor medida dependiendo de la importancia de hecho en cuanto a nuestro autoconcepto. Es decir, si es algo clave en nuestra definición de quién somos afectará en mayor medida.
Por un lado, la culpa nos permite obtener posibilidades sobre como podríamos haber actuado según nuestra moralidad. Abre además opciones o decisiones a tomar en el futuro.
No obstante, nosotros mismos nos impedimos ver esto como posibilidades a futuro sino que buscamos castigos en el presente, dejando de ser la culpa adaptativa.
A mayores, al ser nosotros mismos lo que juzgamos nuestros actos tendemos a considerarlos peores de lo que han sido, imponiendo castigos muy estrictos que probablemente nunca recibiríamos. En el caso de la culpabilidad se pone de manifiesto como en reiteradas ocasiones nosotros mismos somos, muchas veces, nuestros peores enemigos, llegando a sentirnos culpables muchas veces por cosas a las que nos anticipamos.
Un ejemplo de esto podría ser una pareja a la que uno de los miembros se le olvida el cumpleaños de la otra persona. Entonces comienza a sentirse culpable porque cree que su pareja lo va a interpretar como que quiere terminar la relación en vez de como un despiste. Es muy probable que en este caso, ni siquiera sea real que su pareja lo interprete como el fin de la relación.
¿Qué provoca la culpa?
Es común pensar que la culpa es una emoción negativa por la alta respuesta emocional que provoca.
Malestar generalizado
Para una persona que está experimentado la culpa en primera persona, lo más común es tener sensación de impotencia unida a la parálisis. No saber como reaccionar unido a la frustración y remordimientos de conciencia por los actos ya pasados. A mayores es común sentir tristeza e incluso ansiedad ante una sensación que no se ha dado como hubiese gustado.
Victimismo
Cuando la sensación de culpa es prolongada y por lo tanto los efectos negativos es común que en vez de buscar la responsabilidad de tus actos te conviertas en víctima de los mismos. En estos casos las personas empiezan a mostrarse como víctimas de sus circunstancias, mostrando esa cara hacia la sociedad. De esta manera buscan justificar sus sentimientos negativos y restar la responsabilidad de tomar decisiones en su vida por miedo a equivocarse otra vez.
Falta de libertad
Principalmente, más allá de los ‘síntomas’, la culpa provoca falta de libertad desde la infancia. Crecemos con la moralidad por bandera, con ‘deberes y obligaciones’ que los adultos ni siquiera obedecen. Esto provoca, que la culpa muchas veces, aprendida desde la infancia, cause remordimientos en desvelar quiénes somos realmente.
Vergüenza
Muchas veces el propio acto en sí mismo lleva consigo la vergüenza. Esto sucede porque se considera que las personas que conozcan como nos hemos comportado van a cambiar su concepto sobre nosotros. Esto nos provoca miedo y rechazo a que busquen ‘expulsarnos’ de su vida por actos que ya han ocurrido y con los que no nos sentimos identificados.
Relaciones deterioradas
Debido al alto malestar que puede generar la culpa es muy probable que las relaciones con tu entorno se hayan visto deterioradas. Probablemente, al tener el foco puesto en el castigo que crees que debes recibir se te haya olvidado perdonarte y seguir disfrutando de las relaciones que posees.
¿Cómo hacer frente a la culpa? En 5 pasos
Si estás viviendo un episodio de culpa al que quieres hacer frente te recomiendo los siguientes pasos:
Identifícalo
Ten muy presente el hecho concreto que ha despertado la culpa.
Analiza qué es lo que te hace sentir así.
¿No sabías que ibas a hacer daño a alguien; no te reconoces; has vuelto a caer en algo que te prometiste no volver a hacer…?
Llévalo al futuro
Si en un mes se vuelve a presentar la misma situación. ¿Cómo te gustaría actuar; qué te gustaría hacer en vez de lo que hiciste?
Dejando la culpabilidad y los remordimientos a un lado, es preciso poner el foco hacia el futuro. Lo sencillo es seguir dándole vueltas a aquello que no hiciste como te gustaría. ¿Estás dispuesto a tomar las riendas de tu vida en el futuro? Muchos prefieren, como dice el refrán, lo malo conocido que lo bueno por conocer.
Responsabilízate
Si has podido hacer daño a alguien o si has hecho algo que no te representa, responsabilízate de lo que ha sucedido. Para ello, la culpa no tiene sentido. Sabiendo que no puedes volver el tiempo atrás y cómo te quieres comportar en el futuro si vuelve a surgir lo mismo, busca maneras de aceptar lo que ha sucedido.
Perdón y compasión
Para aceptar lo que ha sucedido busca perdonarte a ti mismo y pedir perdón si pudiste herir a alguien.
Acepta que eres humano y vas a cometer errores a lo largo de tu vida. No te impongas a ti mismo unos parámetros de perfección que no permitan el error.
Busca el amor y la compasión hacia ti mismo, tal y como lo harías con cualquier amigo o persona cercana en tu vida.
Cierra la herida: Deja ir
Muchas veces para dejar ir el sentimiento de culpa se debe cerrar el episodio. Para esto lo más efectivo es mediante un ritual. Puede ser escribiéndote a ti mismo o quién dañaste, si ya no está, una carta y luego quemándola. Sino podrías encender una vela o hacer una promesa para cambiar ese sentimiento.
Sea lo que sea, piensa en algo que simbolice o bien un fin o un nuevo comienzo para ti.
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La entrada La culpa: qué es y cómo lidiar con este sentimiento se publicó primero en Celia de la Hoz.