Revista En Femenino

La dama de la lámpara, Florence Nightingale (1820-1910)

Por Sandra @sandraferrerv

La dama de la lámpara, Florence Nightingale (1820-1910)

En la tradicional Inglaterra Victoriana, donde no se concebía el papel de la mujer más allá de los muros de su hogar, una joven emprendedora renunció a una vida tranquila para sumergirse en el estudio y la práctica de la enfermería. El importantísimo papel que jugó Florence Nightingale en la Guerra de Crimea le dieron la fama y el reconocimiento como una de las pioneras de la enfermería moderna. 

El nombre de su ciudad natal

Florence Nightingale nació en Villa Colombaia, en la ciudad italiana de Florencia el 12 de mayo de 1820. Sus padres, William Edward Nightingale y Frances Smith, pertenecientes a la clase alta inglesa, habían viajado por Europa los primeros años de su matrimonio. Establecidos temporalmente en Italia, pusieron a su segunda hija el nombre de su ciudad natal. Así habían hecho también con su hermana mayor, Parthenope, a quien le pusieron el nombre griego de la ciudad de Nápoles, Parthenopolis.

La infancia de Florence trancurrió tranquila en la campiña inglesa. Una institutriz se hizo cargo de la educación de las niñas Nightingale hasta que su padre asumió personalmente su formación. Florence mostró pronto un especial interés por las matemáticas y, aunque sus padres intentaron que siguiera una educación más acorde con su condición de mujer, la tenacidad e insistencia de la pequeña hicieron que sus padres le permitieran continuar con sus estudios.

Una llamada de Dios

De profunda fe en la religión anglicana, Florence experimentó una inusual experiencia religiosa. El 7 de febrero de 1837, mientras paseaba por el jardín de Embley, donde pasaba largas temporadas, creyó escuchar una llamada de Dios. Aunque en un primer momento no entendió el significado de aquella visión, con el tiempo se dio cuenta que su pasión por la enfermería había sido una manera de ayudar a los demás tal y como Dios le había pedido.

Su conocimiento de la enfermería por aquel entonces se reducía al cuidado de familiares enfermos. Además de no ser una profesión conveniente para una mujer de la alta sociedad, las personas que se dedicaban no eran consideradas personas educadas ni bien formadas. Además, a la joven le deparaba un futuro muy distinto, debería casarse y tener hijos y convertirse en una gran dama inglesa. Aun así, Florence se enfrentó a su familia cuando pidió incorporarse a trabajar en un hospital y renunció a una proposición de matrimonio.

Formación práctica

En su empeño por convertirse en una enfermera profesional, Florence inició en 1849 un largo viaje por Europa y Egipto en el que conoció a varias personas de renombre y visitó diferentes hospitales en los que aprendió distintas metodologías y procedimientos.

En 1850 ingresó como enfermera en el Instituto de San Vicente de Paul en Alejandría, una institución católica; posteriormente visitaría el hospital del Pastor Theodor Fliedner en Kaiserwerth y el Instituto alemán para Diaconisas Protestantes, ambos en Dusseldorf. En París también estuvo en el hospital Saint Germain.

Toda esta experiencia le valió tres años después conseguir el puesto de superintendente en el Instituto para el Cuidado de Señoras Enfermas de Londres, cargo que ocuparía hasta su marcha a Crimea.

Su papel en la Guerra de Crimea

En marzo de 1854, tras un año de clonflictos entre Rusia y la alianza formada por Francia, Gran Bretaña y Turquía, estos declaraban formalmente la guerra al imperio de los Romanov. Se iniciaba la Guerra de Crimea. Durante el conflicto fueron muchas las bajas producidas por la falta y deficiencia de contingentes sanitarios en la zona. El entonces Secretario de Guerra británico, Sidney Herbert, a quien Florence había conocido en Roma unos años antes, le pidió que supervisara el papel de las enfermeras en los hospitales de la zona.

Nightingale no se lo pensó dos veces. Con el cargo de Superintendente del Sistema de Enfermeras de los Hospitales Generales Ingleses en Turquía arribó a Constantinopla junto con 38 enfermeras en 4 de noviembre de ese mismo año.

Su labor en Crimea le supuso el reconocimiento mundial como enfermera. Trabajadora incansable, Florence no dejaba a sus enfermos ni durante la noche, cuando realizaba rondas a la luz de un candil. Aquella anécdota le valió el sobrenombre de “La Dama de la lámpara”.

La Fundación Nightingale

La estancia de Florence en Crimea no sólo le reportó fama personal. Consiguió un reconocimiento público de la profesión y ayudas económicas para crear una escuela de enfermeras. En 1860 se inauguraba la Nightingale Training School en el Hospital Saint Thomas de Londres. Se creaba la primera escuela de enfermería laica del mundo. En 1893, el juramento Nigthingale que realizaban todas las estudiantes graduadas se creó en su honor.

Florence continuó recaudando fondos a través de la Fundación Nightingale para la formación de sus estudiantes y para la mejora de las condiciones sanitarias de los hospitales de la zona.
Con su defensa de la profesionalización de la profesión, Florence consiguió que en pocos años las enfermeras fueran consideradas como parte importante de los hospitales. Su fama se extendió a otros paises como Australia o Estados Unidos. Linda Richards, conocida como la primera enfermera entrenada de América, fue apadrinada por la propia Florence.

Notas sobre enfermería

En su incansable devoción por la profesión, Florence quiso poner por escrito todos sus conocimientos. Su primera obra fue Notas sobre Enfermería: Qué es y qué no es, un libro que sirvió como base para la educación de sus alumnas a la vez que tuvo una buena aceptación por parte del público en general. Florence publicó otros títulos como Notas sobre Hospitales o Notas en cuestiones que afectan la Salud, la Eficiencia y la Administración Hospitalaria del Ejército Británico.

Reconocimiento público

Además de la satisfacción personal, Florence recibió importantes premios como la Real Cruz Roja otorgada por la Reina Victoria o la Orden del Mérido del Reino Unido.
Su interés por otros campos como la estadística también le valieron grandes honores como ser admitida en la Royal Statistical Society británica y miembro honorario de la American Statistical Association.

Lento declive

Florence pasó muchos años postrada en una cama a causa de una enfermedad contraída en Crimea. A esto se sumó una depresión que fue apagando la vida de esta gran mujer. El 13 de agosto de 1910, con 90 años, moría en su cama en su casa de Londres.
Cinco años después se erigía en Waterloo Place el Monumento de Crimea, en honor a su importantísima contribución en aquel conflicto.


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