El tapiz (del francés, tapis) es una obra de tejido tradicionalmente hecha a mano en la que se producen figuras semejantes a las de un cuadro utilizando hilos de color.
Desde su origen remoto servían para abrigar las paredes en tiempo frío y dar sensación de calor en las estancias. Así pues, lo más probable es que los primitivos tapices fueran simplemente un paño grueso, colgado de las paredes o extendido en el suelo. Con el tiempo, fueron convirtiéndose en objetos suntuarios, con decoración, y auténticas obras de arte.
Se distinguen dos tipos de tapices, según la posición de los lizos o cordelillos que unen las bandas o secciones de la urdimbre con las perchas que se hallan en la extremidad superior a ésta y que facilitan el movimiento de los hilos:
de alto lizo, que se tejen colocando la urdimbre y todo el aparato en posición vertical
de bajo lizo, que se tejen colocando la urdimbre y todo el aparato en posición horizontal, resultando de aquí que se logre mayor rapidez y abaratamiento de la obra aunque una inferior calidad.
El origen histórico de los tapices decorativos considerados en su conjunto, responde a la vieja necesidad de decorar los muros y entre las pinturas de uno de los célebres hipogeos de Beni-Hassán se halla representado un telar idéntico a los de alto lizo en el que trabajan dos tejedoras. También se manifiesta, en las descripciones del Tabernáculo, el suntuoso tapiz ordenado por Moisés a modo de tienda del desierto (Éxodo, c. 36-39) y en la cortina o velo del templo de Jerusalén dispuesta por Salomón con gran magnificencia y que según Flavio Josefo, era de arte babilónico. No obstante, parece que en dichos cortinajes las figuras estaban bordadas y no tejidas.
Los griegos debieron usar tapices decorativos según se desprende de algunas decoraciones pictóricas de sus vasijas y así mismo los romanos, como lo revelan los cortinajes figurados en las pinturas murales de Pompeya además de muchos textos de historiadores de los que se infiere que dichas piezas procedían de Oriente. Pero no se conservan muestras de aquella época salvo algún raro fragmento y los llamados tapices coptos.
Con el tiempo, el tapiz se ha convertido en una obra suntuaria y muy costosa que, a su utilidad inicial, ha añadido la de embellecer los muros interiores de la iglesias y los salones lujosos y contribuir al esplendor de las grandes fiestas como artículo decorativo de primer orden y de carácter movible. Por ello, la Iglesia católica, primero en Oriente y después en Occidente hubo de adoptar los tapices para el esplendor del culto religioso, no teniendo inconveniente durante la Edad Media en servirse de ellos y de estofas semejantes aun cuando las figuras que ostentaban las piezas de manufactura oriental nada tuvieran de religioso. Este uso contribuyó en gran manera al progreso y extensión de esta industria y de muchas otras orientales, cooperando al mismo fin las expediciones de las Cruzadas.
El tapiz es uno de los objetos más antiguos que puede considerarse mueble decorativo. De él se hacía uso para cubrir vanos y paredes, pisos y muebles importantes pues hasta el siglo XVI se confundían a cada paso los tapices propiamente dichos con los tapetes y alfombras. Desde el siglo XV, se emplea asimismo para colgaduras en la decoración de las vías públicas con motivo de la celebración de un acontecimiento o recepción solemne. Desde el siglo XVII se populariza el uso de las alfombras y tapetes, distinguiéndolas perfectamente de las tapicerías. Para cubrir las paredes de salones lujosos se emplea también desde el siglo XVI el terciopelo de seda bordado y el damasco y desde el XIV ó XV los guadameciles.
Restauradores de la Real fabrica de Tapices
Tapices de “La Dama y el Unicornio"
La dama y el Unicornio (en francés: La dame à la licorne) es el título de un ciclo de tapices franceses considerado como uno de los grandes trabajos del arte medieval en Europa. Su confección se estima hacia finales del siglo XV en Flandes, cuna de la tapicería medieval y fueron redescubiertos en 1841 por Prosper Mérimée en el castillo de Boussac (Creuse).
Los tapices son interpretados generalmente como una representación de los seis sentidos - vista, gusto, oído, olfato, tacto y "A mon seul désir", este último interpretado como el amor o la comprensión.
Cada uno de los seis tapices muestra a una señora noble y a un unicornio, y algunos incluyen en la escena a un mono o un león.
Desde 1882 han sido conservados en el Museo Cluny en la ciudad de París.
Los tapices tienen un tamaño aproximado de 3,5 x 3,5 metros y fueron tejidos con seda e hilos de lana.
Los seis tapices son:
Le Goût (el gusto), L´Odorat (el olfato), L´Ouïe (el oído), Le Toucher (el tacto), La Vue (la vista) y A Mon Seul Decir (con mi solo deseo).
Muchos especialistas e historiadores han estudiado las escenas de estos tapices. Existen muchas interpretaciones y aún no se han puesto completamente de acuerdo sobre muchos de los detalles simbólicos. Sin embargo, en lo que más se ha coincidido es en el significado en general de los primeros cinco tapices: son la representación de los cinco sentidos.
Gusto: la dama toma del plato un dulce que le ofrece su doncella. El gusto es también representado por el mono, que acerca un dulce a su boca.
Oído: la dama toca el órgano, mientras su doncella canta.
Tacto: la dama toma delicadamente el cuerno del unicornio con su mano izquierda.
Vista: La señora sostiene un espejo en el cual se refleja la cabeza del unicornio.
Hay numerosas teorías sobre el porqué los unicornios acompañan a la dama. Muchos de los significados de esta antigua tapicería siguen siendo un misterio. En el sexto tapiz podemos contemplar la escena de la dama que pone en un cofre la joya del collar que ha usado en las otras tapicerías.A Mon Seul Decir (con mi solo deseo):
La significación más aceptada de esta escena es la renuncia a la tentación de los sentidos, ya conocidos por los otros tapices.
Museo De Cluny:El Museo Nacional de la Edad Media es uno de los lugares que conserva los más magníficos ejemplares de textiles antiguos de Francia. Esta destacada colección refleja al mismo tiempo las distintas técnicas (de fabricación y de decoración) y los grandes centros de producción desde la Antigüedad hasta el fin de la Edad Media. Los tejidos orientales provenientes de Irán, de Egipto o del Imperio Bizantino son apreciados por las producciones occidentales (Italia, España, Inglaterra). La colección es tan rica que no se puede exhibir sino una parte, debido a motivos de espacio y de conservación.
El comercio de telas fue, junto al de la orfebrería, uno de los más activos durante la Edad Media. Las fábricas de seda de Bizancio eran sumamente codiciadas en la época carolingia, al igual que las de Italia en el siglo XV. Las telas refinadas procedentes de Oriente resultaban necesarias en Occidente, adonde hasta el fin de la época románica no se fabricaban más que telas de uso utilitario. La función de las telas preciosas es variada en el seno de la Iglesia: decoración y amoblamiento, pero también vestimentas litúrgicas y protección de reliquias.
Desde su creación, en 1843, el museo ha exhibido numerosas piezas de tapicería como la bella Liberación de San Pedro. Su reputación en el ámbito textil se confirmó rápidamente a través de las adquisiones excepcionales como el tapiz de David y Betsabé, que en la actualidad se conserva en el Museo Nacional del Renacimiento de Ecouen, La vida de San Etienne o La Dama del unicornio.
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