Revista Ciencia
Reproduzco aquí un texto de Karl Popper, que sigue siendo actual. Habla del marxismo (su parte del Materialismo Histórico), del Psicoanálisis de Freud y de la Psicología individual de Adler. El texto original en inglés se puede consultar aquí. La traducción está tomada de aquí.
Podemos añadir muchas otras teorías modernas más modernas (el patriarcado explicado por el sexo como poder, la economía austriaca, el ecologismo que enfrenta lo natural a lo artificial, el diseño inteligente o las teorías políticas del neo-imperialismo, entre otras muchas).
"Durante el verano de 1919 comencé a sentirme cada vez más insatisfecho con esas tres teorías, el Materialismo Histórico, el Psicoanálisis y la Psicología del individuo; comencé a sentir dudas en relación a su pretendido carácter científico. Mis dudas tomaron al principio la siguiente forma simple: “¿qué es lo que no funciona en el Marxismo, el Psicoanálisis y la Psicología del individuo?”, “¿por qué son tan diferentes de las teorías físicas, de la teoría de Newton y especialmente de la Teoría de la Relatividad?”.
"Para aclarar este contraste debo explicar que pocos de nosotros, por entonces, habríamos dicho que creíamos en la verdad de la teoría einsteniana de la gravitación. Esto muestra que no eran mis dudas acerca de la verdad de esas otras tres teorías lo que me preocupaba, sino alguna otra cosa. Tampoco consistía en que yo tuviera la sensación de que la física matemática era más exacta que las teorías de tipo sociológico o psicológico. Así, lo que me preocupaba no era el problema de la verdad, en esta etapa al menos, ni el problema de la exactitud o mensurabilidad. Era más bien el hecho de que yo sentía que esas tres teorías, aunque se presentaban como ciencias, de hecho tenían más elementos en común con los mitos primitivos que con la ciencia: que se asemejaban más a la astrología que a la astronomía.
"Hallé que aquellos de mis amigos que eran admiradores de Marx, Freud y Adler estaban impresionados por una serie de puntos comunes a las tres teorías, en especial su aparente poder explicativo. Estas teorías parecían poder explicar prácticamente todo lo que sucedía dentro de los campos a los que se referían. El estudio de cada una de ellas parecía tener el efecto de una conversión o revelación intelectuales, que abría los ojos a una nueva verdad oculta para los no iniciados. Una vez abiertos los ojos de este modo, se veían ejemplos confirmatorios de todas las partes: el mundo estaba lleno de verificaciones de la teoría. Todo lo que ocurría la confirmaba. Así, su verdad parecía manifiesta y los incrédulos eran, sin duda, personas que no querían ver la verdad manifiesta, que se negaban a verla, ya porque estaba contra sus intereses de clase, ya a causa de sus represiones aún “no analizadas” y que exigían a gritos un tratamiento.
"Me pareció que el elemento más característico de esta situación era la incesante corriente de confirmaciones y observaciones que “verificaban” las teorías en cuestión; y este aspecto era constantemente destacado por sus partidarios. Un marxista no podía abrir un periódico sin encontrar de continuo pruebas que confirmaban su interpretación de la historia; no solamente en las noticias, sino también en su presentación –que revelaba el sesgo clasista del periódico- y, especialmente, por supuesto, en lo que el periódico no decía. Los analistas freudianos subrayaban que sus teorías eran constantemente verificadas por sus “observaciones clínicas”. En lo que respecta a Adler, quedé muy impresionado por una experiencia personal. Una vez, en 1919, le informé acerca de un caso que no parecía particularmente adleriano, pero el no halló dificultad alguna en analizarlo en términos de su teoría de los sentimientos de inferioridad, aunque ni siquiera había visto al niño. Experimenté una sensación un poco chocante y le pregunté cómo podía estar tan seguro. “Por mi experiencia de mil casos”, respondió, a lo que no pude evitar contestarle: “Y con este nuevo caso, supongo, su experiencia se basa en mil y un casos”.
"Lo que yo pensaba es que sus anteriores observaciones podían no haber sido mucho mejores que esta nueva; que cada una de ellas, a su vez, había sido interpretada a la luz de “experiencias previas” y, al mismo tiempo, considerada como una confirmación adicional. “¿Qué es lo que confirman?”, me pregunté a mi mismo. Solamente que un caso puede ser interpretado a la luz de una teoría. Pero esto significa muy poco, reflexioné, pues todo caso concebible puede ser interpretado tanto a la luz de la teoría de Adler como de la Freud. Puedo ilustrar esto con dos ejemplos diferentes de conductas humanas: la de un hombre que empuja un niño al agua con la intención de ahogarlo y la de un hombre que sacrifica su vida en un intento de salvar al niño. Cada uno de los dos casos puede ser explicado con igual facilidad por la teoría de Freud y por la teoría de Adler. De acuerdo con Freud, el primer hombre sufría una represión (por ejemplo, de algún componente de su complejo de Edipo), mientras que el segundo había hecho una sublimación. De acuerdo con Adler, el primer hombre sufría sentimientos de inferioridad (que le provocaban, quizás, la necesidad de probarse a sí mismo que era capaz de cometer un crimen), y lo mismo el segundo hombre (cuya necesidad era demostrarse a sí mismo que era capaz de rescatar al niño). No puedo imaginar ninguna conducta humana que no pueda ser interpretada en términos de cualquiera de las dos teorías. Era precisamente este hecho – que siempre se adecuaban a los hechos, que siempre eran confirmadas – el que a los ojos de sus admiradores constituía el argumento más fuerte a favor de esas teorías. Comencé a sospechar que esta fuerza aparente era, en realidad, su debilidad."
----------------------------------------------------------------------------------------------------------Hace tres años en el blog: Cosas de Savater.Hace cinco años en el blog: La torre herida por el rayo (2). La paradoja de Newcomb.
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