Revista Comunicación

La democracia algorítmica y sus riesgos

Publicado el 09 mayo 2022 por Ramón Ramón Ramón @ramonramon

En este post intentaré dar las claves más importantes sobre la democracia, basada en algoritmos: su origen, riesgos y limitaciones.

La democracia como modelo político moderno ha sufrido en las últimas décadas profundas transformaciones, en el marco de la última revolución industrial caracterizada por la hiperconectividad y la colonización tecnológica, que se dan todos los ámbitos de la sociedad actual.

A partir del surgimiento de internet, las relaciones sociales se han transformado, por medio de complejos mecanismos de interacción que se fundamentan en factores tangibles e intangibles, expresados en los hardware y software que vienen rigiendo las sociedades desde el último cuarto del siglo XX, y que han tenido una expansión exponencial durante las dos décadas del siglo XXI. Tal es el tamaño de esta expansión que Patrici Calvo señala que:

La tendencia a la dataficación, algoritmización e hiperconectivización de todas las esferas de las relaciones humanas está transformando los procesos productivos, educativos, asistenciales, comunicativos, selectivos, decisorios y democráticos, no siempre para mejor.

Sin señales de que está tendencia cambie en el futuro próximo, podemos decir que la nueva democracia es una democracia algorítmica, en tanto que el ejercicio del poder es mediatizado por la hiperconectividad y la colonización digital de la sociedad.

Podemos listar que la democracia algorítmica está determinada por algunos procesos pasados y presentes, tales como:

  • crisis de la democracia representativa,
  • relaciones humanas en el marco de la hiperconectividad,
  • realidad virtual como campo de la política,
  • surgimiento del big data,
  • los peligros que implica la democracia algorítmica.

Vamos a revisar cada uno de estos procesos para acercarnos a la categorización de la democracia algorítmica.

La crisis de la democracia representativa

Para hablar de la crisis de la democracia nos podemos remontar a los años 30 del siglo XX, cuando el fascismo se impuso en Alemania e Italia, y se alió con el imperialismo japonés y propuso un modelo de sociedad caracterizado por el totalitarismo.

Esto sumado a los intereses geopolíticos desencadenó la Segunda Guerra Mundial, en la que los aliados se impusieron con la victoria militar. Sin embargo el totalitarismo no dejó de existir y pudo permanecer latente en el seno de sociedades aparentemente democráticas.

A partir de 1945, en el que fue llamado el mundo libre la democracia fue el modelo preferido por los pueblos, aunque en muchas naciones las dictaduras militares fueron la desviación de este, desde esa época se considera que la democracia es en sí misma meta y medio de la igualdad y la justicia.

En esa época la política estaba regida por la representatividad como forma del ejercicio del poder, el cual era necesario usar para que la soberanía popular se expresará.

Mientras los enemigos de la democracia, tanto de derecha como de izquierda, proponían modelos políticos totalitarios, la democracia por medio de la representatividad le garantizaba al ciudadano que su poder sería usado en favor del bien de la sociedad.

Tanto las dictaduras militares en algunas regiones del mundo, como las pretensiones socialistas y comunistas sucumbieron a la democracia representativa.

Sin embargo, la representatividad entró en crisis y con ella la democracia, cuando no pudo garantizar el bienestar de grandes mayorías. Los partidos políticos fueron debilitados en su rol en este modelo social y los Estados comenzaron a dar paso a un nuevo paradigma político, basado en la negación de la representatividad y más dado a la participación de los ciudadanos.

El modelo de la democracia representativa sostenido sobre la delegación de la soberanía popular mediante el sufragio sufrió un proceso de deslegitimación, que se acrecentó en el momento en que la Internet surgió y le comenzó a dar al ciudadano común la posibilidad de expresar sus opiniones políticas.

Era el surgimiento de la web 1.0 que luego fue desplazada por el advenimiento de la web 2.0, que para ordenar el caudal cada vez mayor de contenidos hizo mayor uso de los algoritmos matemáticos que regulaban las plataformas de las redes sociales, que asumieron forma de comunidades virtuales, caracterizadas todas por un elemento común de toda comunidad: el ejercicio del poder.

Paralelamente la democracia representativa se seguía sumergiendo en una crisis de legitimidad, debido a su incapacidad de resolver las peticiones de las grandes mayorías, sumados a que los medios de comunicación como garantes de la opinión pública ya no eran los únicos dueños de la verdad, y sus narrativas comenzaron a ser desplazadas por las narrativas de los ciudadanos armados con tecnología.

Las relaciones humanas en el marco de la hiperconectividad

A partir del surgimiento de redes sociales como Facebook y Twitter los ciudadanos cada vez más estarán mayor parte de su tiempo conectados a internet.

Comienzan a surgir fines inimaginables de las redes sociales, para facilitar la conexión entre las personas por medio de los contenidos que estos crean en ellas. Textos, hipertextos, imágenes y videos van a ser valorados por los demás internautas presentes en las redes sociales por medio de los llamados likes.

Estos a su vez, permiten recabar un sin fin de información sobre los intereses y los perfiles psicológicos de los usuarios, lo que con el tiempo se convertirá en el mayor insumo de las empresas tecnológicas que le ofrecen al mejor postor, para hacer llegar contenidos de forma directa a los consumidores cautivos.

En pocas palabras, la inversión que significa tener las plataformas de la web 2.0 tiene su retorno en la medida en que los usuarios van llenando la misma de contenidos, pero también de valoraciones.

Del conexionismo a la hiperconectividad

En ese marco, de lo que comenzó a llamarse conexionismo, los ciudadanos quedaron reducidos a simples usuarios que llegan decenas de miles a las redes sociales.

Así comienza a surgir un ámbito económico, que así como Wall Street, perfiló como uno de los más poderosos sectores del capitalismo, se trató de Silicon Valley, que no debe ser visto sólo como una región de California sino como el símbolo de las grandes empresas tecnológicas que basan su plusvalía en la administración de las relaciones humanas que se dan entre sus usuarios en el seno de sus plataformas digitales.

Esta es la génesis de la democracia algorítmica, ya que estas plataformas existen como comunidades digitales determinadas por sus propios modelos de ejercicio del poder, y estos a su vez basados en los algoritmos que han de regir dichas comunidades.

El algoritmo de la red social es en el seno de la comunidad virtual el que garantiza qué ven los usuarios, según sean sus intereses expresados en sus interacciones.

Pero no solo eso, el algoritmo también es el factor que clasifica un contenido como relevante o poco relevante. Así el poco relevante no será visto pero el relevante se convertirá en viral.

Es en este punto en el que las redes sociales aprendieron rápido la máxima de Joseph Goebbels de que una "mentira repetida mil veces se convierte en verdad" y vieron cómo el auge de los contenidos poco veraces y escandalosos eran los más productivos por la cantidad de interacciones que propiciaban en el público cautivo.

Un sistema como éste comenzó a llenar el vacío que la vieja política de la representatividad no podía llenar. Era inevitable que las comunidades virtuales fueran foros de temas políticos actuales, en las cuales los ciudadanos devenidos en usuarios pudieran expresar sus más profundas opiniones sin control alguno.

Por otro lado las tecnológicas aumentaban sus ganancias, la vieja publicidad analógica era desplazada por la publicidad digital basada en la recolección de toda la información que los usuarios dejaban en las relaciones humanas que tenían en el seno de las web 2.0.

Para facilitar este proceso el acceso a los equipos comenzó la tendencia cada vez mayor del avance tecnológico de los hardware, y se pasó de la computadora de escritorio a la portátil y de la portátil al móvil y del móvil al smartphone en menos de una década.

Ya estaba así conformada la hiperconectividad como tendencia que determina que cada vez mayor cantidad de personas pasan mayor cantidad de tiempo conectados a la internet, aumentando el número de relaciones humanas expresadas en lo digital en forma de contenidos e interacciones, controladas por algoritmos.

La realidad virtual como campo de la política

Rápidamente la política llegó a las redes sociales, tanto por las opiniones de las comunidades digitales, como por el modelo de negocio de las grandes tecnológicas que facilitaron la venta de la información de los usuarios, lo que facilitaba la segmentación de estos.

En Estados Unidos, tempranamente en la campaña de la reelección de Obama en 2012 comenzaron los primeros trabajos de marketing político usando los espacios de las redes sociales. Posteriormente Trump hace uso de estas para imponerse como ganador.

Pero las redes sociales no solo son útiles en la ejecución de campañas electorales, sino que se convierten en un espacio invaluable al momento de divulgar la narrativa política de diversos factores de poder.

Esta característica creó una nueva dimensión del espacio. Si antes de internet las contiendas de las narrativas políticas se daban haciendo uso de los medios de comunicación, o de forma directa por medio del contacto de las organizaciones políticas y el Estado con la sociedad en general, a partir de la web 2.0 la comunicación política debe considerar la hiperconectividad para entregar los mensajes, discursos que forman parte de la narrativa.

La tecnología hizo válido revisar que no solo es necesario tener una organización política, un objetivo definido en un programa, un liderazgo carismático y enfocado, un manejo de los tiempos políticos adecuados, sino también una nueva delimitación de los espacios de la política en diferentes dimensiones.

Ya el mensaje político no se mueve en un solo sentido y en una sola dimensión, sino en múltiples sentidos y dimensiones. Hace falta entonces descubrir esta dimensión del espacio de la política, para entender que la democracia algorítmica es aquella que tiene que tomar en consideración los diferentes algoritmos que administran las plataformas y comunidades digitales en las cuales los seres humanos interactuamos para expresar emociones y pensamientos.

Y es sobre las emociones en las que más actúan los algoritmos cuando son capaces de crear información psicométrica sobre el comportamiento de las personas, no solo para el consumo de productos masivos, sino para la compra de propuestas políticas de los diversos factores de poder que se mueven en una sociedad determinada.

La democracia algorítmica, entonces, es el ejercicio de la política en una realidad virtual que es capaz de influir en las decisiones de los ciudadanos.

El surgimiento del Big data

En paralelo a ese ejercicio de la democracia algorítmica surge el Big Data, muy útil ya que es capaz de facilitar la segmentación de una población objetivo, para vender una propuesta política con mensajes previamente estructurados.

La democracia algorítmica, ésa que se da en el marco de la sociedad de la información, enmarcada dentro de la hiperconectividad, va a colonizar digitalmente a esas sociedades para facilitar la participación de los ciudadanos acercando la posibilidad de expresar sus ideas y sentimientos sobre diversos temas, pero también para exponerlos a severos peligros representados por las prácticas poco éticas que los operadores políticos pueden ejecutar con la única justificación de lograr sus objetivos.

Atrás quedó esa democracia en la cual la participación de las grandes mayorías se expresaba sin riesgo de manipulación. Si en promedio en el mundo la mitad de la población tiene acceso a internet, proporción que aumenta en los países desarrollados, significa que es cada vez mayor la cantidad de personas que pueden estar influenciadas por algoritmos que deciden cuál visión política del mundo es la correcta y cuál no.

Si a su vez la despolitización está en aumento, cada vez más serán decisivos los segmentos de la población que son influenciados por los algoritmos, que son etiquetados de neutrales y objetivos.

Mientras la inmensa cantidad de información organizada en forma de Big Data será un factor relevante a la hora de influenciar a la población para que asuma posiciones políticas.

El hecho de que se considere que la actual ciudadanía, que ocupa buena parte de su vida conectada, lo que alimenta el Big Data, no es influenciable es cada vez más una verdadera falacia.

Los peligros que implica la democracia algorítmica

Los peligros que implica la democracia algorítmica van más allá de la idea de considerar que los algoritmos son como el destino, que es concebido como imparcial, neutral y objetivo.

Se trata de evitar la estigmatización de la tecnología por sí misma, y más bien considerar que los usos pocos éticos de estas tecnologías son el centro del problema.

Los algoritmos por lo tanto no son neutrales, ellos son elaborados en el marco de una plataforma web para facilitar el crecimiento de comunidades digitales, pero a la vez propician que los usuarios que forman parte de ella estén sometidos a intereses de grandes corporaciones empresariales y de élites políticas, que de forma muy solapada esconden sus verdaderas intenciones totalitarias.

La crisis de la democracia representativa que coincidió con el auge de la revolución informática encontró en la Internet un espacio para la divulgación de la opinión de todas las personas; sin embargo la democracia algorítmica, si en verdad pretende ser democrática, debe evitar la manipulación que se orquesta con los algoritmos que administran desde el internet de las cosas, la información personal, los perfiles emocionales, los intereses y gustos, la privacidad de la ciudadanía, y en fin un conjunto de factores que sirven de nuevos garantes de los derechos humanos.

La democracia basadas en algoritmos tiene limitaciones, como bien explica el filósofo Daniel Innerarity:

La gobernanza algorítmica es muy adecuada para mejorar ciertos aspectos del proceso político, pero resulta de escasa utilidad para otros; puede corregir deficiencias y sesgos humanos, sirve para identificar determinadas preferencias, para medir los impactos, pero es inadecuada para aquellas dimensiones del proceso político que no son susceptibles de computación y optimización, áreas que no tienen una fácil cuantificación y medida, o sea, para el momento genuinamente democrático en el que se deciden los criterios y objetivos que posteriormente la tecnología puede optimizar.

En este día...


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