Parece que gran parte de la población coincide en señalar a la democracia, con su sistema parlamentario y separación de poderes, como el mejor sistema político. No es corriente oír críticas al sistema porque se da por hecho que es el mejor, cuando hoy los valores y las circunstancias de quienes lo desarrollaron no son las mismas. El mundo ha cambiado, pero el sistema no. Permanece inalterable como si el tiempo fuera incapaz de erosionarlo.
Se entendía que la libertad era: un hombre, un voto. Y así, dando a todas personas el mismo valor, los gobiernos pudieran aprobar leyes para beneficio de todos. En realidad se trata de una falacia desde el inicio, porque los votos de la abstención no están representados y sí usurpados por quienes consiguieron representación parlamentaria. De la misma forma, los elegidos responden a los intereses de sus partidos y no a los de la circunscripción que representan, ante la cual permanecen alejados y anónimos.
El uso de la democracia hoy responde más a parámetros de miedo. Por un lado, hay quien pide que proporcione respuestas a sus problemas, para protegerse de los diferentes, de los pobres, de los emigrantes... y por otro, quienes desean abrirse a otras culturas, otras formas de vida, de familia... Seguimos entendiendo la democracia como la elección de un gobierno que nos diga lo que hay que hacer hasta las próximas elecciones, cediéndole todos los espacios de libertad y de participación. De esta forma, la democracia se convierte en una dictadura al dictado de unos personajes que no controlamos.
La utilización del teléfono y de las tecnologías de la comunicación se han popularizado y han pasado a ser de uso de masas. Sería lógico que el sistema se hubiera beneficiado de ello para los plebiscitos, elecciones o para el voto popular en los parlamentos. Reflexión aparte merecería la paridad que se da entre el sistema democrático y el sistema de corte liberal de la economía.
En definitiva, la sociedad cambia; los usos y las costumbres se adaptan a los tiempos; incluso la Constitución sobre la que se sustenta se modifica; pero la democracia no se reinventa ni se adapta al momento porque los elegidos están cómodos bajo unos parámetros que conocen y controlan al estilo de una dictadura.