Revista Opinión

La democracia lexatin

Publicado el 13 abril 2011 por Mario

Leía la otra noche un análisis acerca de cómo el concepto de reencarnación había sido fundamentala la hora de favorecer la estabilidad en la sociedad de la India: Pocos hubieran aceptado un sistema de castas impermeables de no consolarse con la idea de mejorar en vidas futuras. Naturalmente, el análisis estaba realizado desde occidente y a poco crítico que uno sea no es difícil establecer paralelismos con la idea de paraíso ultraterreno que ofrecen otras religiones. Pero no voy hoy por ahí…

Sumergidos en plena campaña electoral (¿y cuándo no?), mi punto de mira apunta al concepto de democracia.Porque me parece evidente que, tal modelo de participación individual en lo colectivo, presenta bastantes analogías con los mecanismos de resignación propuestos por las religiones.

La ciudadanía está disgustada, disconforme, cabreada con la casta política pero ¿qué hacemos? Aguardar, esperar a la cita electoral con la intención de que nuestro voto pueda variar las cosas… No hay alzamiento, no hay derrocamiento del gobernante corrupto, en muchos casos ni siquiera juicio. Tan solo la resignación del que rumia en secreto: “Ya te cogeré…”Pero, a la postre ¿y qué? ¿para qué si no existe una opción aceptable de cambio? Ya he comentado por aquí alguna vez que el verdadero poder ha jugado la baza de ponerse a resguardo de las urnas. Es más utiliza las mismas como cortina de humo, y lo que nos ofrecen es la zanahoria del burro para seguir tirando del carro.

Estudiosos del comportamiento afirman que uno de los elementos más notorios en la percepción de felicidad es la sensación de control sobre el entorno. Resulta fácil de entender: es complicado mantener un elemento clave, como la serenidad, en mitad de la tormenta. La democracia no ha evolucionado gran cosa desde su formulación mientras que las sociedades que la aplican lo han hecho y mucho. Habrá que preguntar por qué y la respuesta me parece, básicamente, porque no interesa: por sus efectos anestésicos, sedantes y pastueños. Un voto cada cuatro años funciona como el valium que permite dormir al ama de casa ajena a los ronquidos del marido alcohólico.


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