Leon Panetta es actualmente Director de la CIA, esa ong dedicada a la promoción de golpes de estado, digo a velar por nuestra seguridad. Dentro de unos pocos días se convertirá en Secretario de Estado (Ministro) de Defensa de EEUU.
Hoy, el director de la agencia, ha justificado la tortura a presos como medio de interrogación para encontrar a Bin Laden. Entre esos presos a los que se ha torturado en Guantánamo se encuentran cientos de inocentes a los que los americanos no pudieron imputar ninguna relación con el terrorismo, según los papeles de Wikileaks. También había niños.
De esta manera la administración de Obama, ese premio Nobel preventivo que algunos elevaron a los altares pensando en una nueva era de florecimiento para los derechos humanos y cuya promesa de cerrar Guantánamo ha quedado en el olvido, se manifiesta absoluta y claramente en línea con las políticas de la administración del presidente anterior.
Sin duda alguna, lo peor que ha producido la administración Bush, no es ya las guerras patrocinadas, sino el entierro en waterboarding de valores que han guiado la defensa y construcción de los derechos humanos. Cuando una sociedad es capaz de justificar un asesinato de estado sin cuestionarse los principios de la justicia es cuando uno se da cuenta de que la verdadera crisis no es ya la económica, sino una crisis moral tan profunda que amenaza la ruina de todo lo que hemos construido en las últimas seis décadas.
Si uno es capaz de justificar y jalear y felicitar una venganza, imagínense lo que es capaz de hacer con todo lo demás.
Lo que me diferencia a mi de los terroristas, aparte del hecho de que yo no soy capaz de matar ni a una mosca, es la convicción moral del valor sagrado de la vida humana. De que por encima de cualquier tipo de interés económico, están los derechos humanos, que son inalienables y para todos los seres humanos.
Si algún día yo tuviera la tentación de justificar un asesinato extrajudicial como los que últimamente están cometiendo nuestros países amparados por la impunidad de las siglas de la OTAN o camufladas bajo el manto del terrorismo, si fuera capaz de justificar y aceptar como normal los daños colaterales producidos a familiares de los que se pretende atacar, ese día, me habré convertido en uno de ellos. Puesto que si la justificación de las torturas es el que “todo vale”, recuerden que esas mismas dos palabras también les sirven a ellos.
Bola extra: la Academia sueca debería actualizar sus premios e instaurar dos nuevas categorías: El Premio Nobel de la Hipocresía y el Premio Nobel del Cinismo. Mi presidente podría estar nominado en las dos categorías.
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