La adolescencia es una etapa critica en el desarrollo biopsicosocial que atravesamos todas las personas. Algunos autores lo catalogan como la etapa evolutiva más vulnerable ante los cambios abruptos dentro del entorno familiar, especialmente porque los adolescentes ya pueden comprender muchos de los conflictos y dificultades que enfrenta la familia, pero no cuentan con los recursos psicológicos, sociales o económicos para afrontarlos adaptativamente, haciéndolos más propensos a utilizar otras estrategias más peligrosas.
Relacionado con la vulnerabilidad de los adolescentes, una reciente investigación de la Social Cognitive and Affective Neuroscience, nos brinda la primera evidencia empírica de que la depresión parental influiría en la conducta de riesgo de los adolescentes al modificar las estructuras cerebrales responsables de aquellas conductas.
Para llegar a esta conclusión el equipo de investigadores siguió a 23 adolescentes (y familias) que tenían entre 15 y 17 años de edad.
Para evaluar la depresión parental, se aplicó a los padres una encuesta de autoreporte que permitió conocer sus niveles depresivos.
A todos los jóvenes se les aplicó una serie de tests cognitivos y les tomaron imágenes cerebrales con la Resonancia Magnética Funcional al comenzar y al finalizar el estudio 18 meses después.
La prueba para conocer las tendencia a la conducta de riesgo consitió en pedirles a los adolescentes que apretarán un botón en la computadora para inflar y sin hacerlo explotar, un globo que aparecía en la pantalla. Aquellos que lograban la mayor cantidad clicks ganarían un premio económico, pero si el globo explotaba no recibirán nada.
Al comparar los datos y cruzarlos, se encontró que aquellos adolescentes que tenían padres con mayores síntomas depresivos, eran más propensos a comprometerse en conductas de riesgo, llevaban el globo al extremo y lo explotaban con más frecuencia en comparación a los adolescentes con padres sin depresión o bajos síntomas depresivos. Los análisis cerebrales también apoyaron esta hipótesis y sugieren que los adolescentes sufren de un incremento de la actividad de la región estriada ventral, la cual se ha sido relacionada con la depresión.
Gracias al desarrollo de nuevos métodos de investigación este estudio ha logrado interconectar tres variables que anteriormente no habían sido estudiadas en adolescentes. Sus resultados nos permiten acercarnos más al conocimiento de cómo el contexto familiar puede disparar conductas de riesgo de los adolescentes y cambiar su actividad cerebral.
Los cambios cerebrales encontrados en este estudio son ciertamente impactantes. Pero lo más importante de este estudio es que hace un llamado a la necesidad de apoyo y tratamiento no sólo a los padres con depresión sino también de sus familias y en especial de sus hijos.
Fuente: University of Illinois