Revista Arte

La deriva del Arte hacia lo más vil, o la belleza perdida entre el desprecio insolente de un mundo cruel.

Por Artepoesia
La deriva del Arte hacia lo más vil, o la belleza perdida entre el desprecio insolente de un mundo cruel. La deriva del Arte hacia lo más vil, o la belleza perdida entre el desprecio insolente de un mundo cruel. La deriva del Arte hacia lo más vil, o la belleza perdida entre el desprecio insolente de un mundo cruel. La deriva del Arte hacia lo más vil, o la belleza perdida entre el desprecio insolente de un mundo cruel. La deriva del Arte hacia lo más vil, o la belleza perdida entre el desprecio insolente de un mundo cruel. La deriva del Arte hacia lo más vil, o la belleza perdida entre el desprecio insolente de un mundo cruel. La deriva del Arte hacia lo más vil, o la belleza perdida entre el desprecio insolente de un mundo cruel. La deriva del Arte hacia lo más vil, o la belleza perdida entre el desprecio insolente de un mundo cruel.
El siglo XIX derivó pronto, en sus años finales, hacia un deterioro del sentido artístico de Belleza. Los pintores alemanes nacidos poco antes de mediados ese siglo, se encontraron ahora con la fuerza del nuevo imperio alemán -desde 1870-, un mundo que les acogería a ellos ahora para crear otras cosas, otros modelos diferentes a aquella Belleza de los pintores románticos de antaño. También, la fotografía habría venido para retratar esa misma Belleza, superando así cualquier otro modo de plasmarla ahora en un lienzo. La Escuela pictórica de Düsseldorf había sido un ejemplo ya del retorno a esa antigua Belleza de antes, a los maravillosos paisajes y retratos que ensalzaban, así, la Belleza y su función para un hombre necesitado de ella, de su espíritu noble y enriquecedor. Sin embargo, el mundo evolucionaba sin freno atropellando ahora las formas en que la imagen representada podía aún ser un paradigma de salvación, de una excelsa salvación a los ojos de los humanos y de su sensibilidad más abstracta.
Nathaniel Sichel fue uno de los muchos pintores de esta etapa de cambio. Nacido en Mainz, Alemania, en 1843, obtuvo en sus inicios una extraordinaria fama como retratista. Sabría captar la atmósfera que acompañaba a cada modelo, a su mundo, a su historia, a su carácter y a su vida. Sobre todo a modelos femeninas, bellezas exóticas de oriente que podían, con su gesto y su vestimenta, distinguirse ahora de las rígidas actitudes y representaciones elegantes y asépticas de la falta de visión sensual que, por entonces, tuviera la mujer europea. Así que Sichel podía descubrir, con el justificado elemento oriental, las miradas, los gestos, la pose y el deseo de la Belleza. Así creó él, a veces, bellezas retratadas que arrebataban con su estilo seductor y elaborado las miradas más deseosas de sus espectadores.
Pero, la Belleza sugerida no es moneda que siempre pueda acompañar o  brillar en un lienzo a voluntad. Los pintores lo sabrán, y sus retratos de belleza no conseguiran siempre disponer de esa mágica y misteriosa belleza seductora. También porque la Belleza no estará siempre ahí, es decir, no siempre se mostrará dispendiosa, solícita o expresiva. Así que Nathaniel Sichel consiguió pocas veces eternizar la belleza de la mujer en cosas que no tendrían, necesariamente, que ver con el sentido de la clásica belleza. Porque era ahora otra cosa, una especial forma de ser de la belleza retratada, una característica que hacía a la modelo del cuadro -y al cuadro- un ejemplo de Belleza permanente, inmortal, sin otra cosa ahora que su sola belleza indescriptible, imposible de definir, salvo viéndola, comprobando así, con su visión, la única forma ahora de representarla en una imagen congelada.
Pero no vivió el pintor en el momento más álgido de aquella Belleza consagrada, de aquellos años en que la Pintura era una forma de alcanzar, con ella, la gloria más insigne, la más alta, y la más grande que se pudiera para acercar el espíritu humano a la Belleza. En esta pequeña muestra de sus obras -que ignoro exactamente la fecha de su creación, así como sus nombres y su ubicación, tan deteriorada fue la deriva por entonces del Arte clásico y de algunos de sus creadores-, el pintor alemán Nathaniel Sichel (1843-1907) solo conseguirá -por supuesto para el que esto escribe- en dos de estas obras aquí expuestas alcanzar a rozar el éxtasis más rotundo con su Belleza, sólo las dos primeras. El resto será un ejemplo más de su maestría con el retrato, pero ahora más convencional, más normal, más cotidiano, o más publicitario.
Conrad van Houten (1801-1888) fue un químico holandés que llegaría a fabricar el mejor chocolate del mundo en Europa. Aunque fue su padre, Caspar, quien patentaría el sistema que, luego, su hijo Conrad llevaría al éxito en Amsterdam. Conrad tendría un hijo al que le pondría el nombre del abuelo, Caspar van Houten (1844-1901), el cual llevaría la empresa familiar a la mayor comercialización de chocolates en todo el mundo. Utilizaría la publicidad por entonces incipiente para dar a conocer su chocolate y su marca, Van Houten´s Cocoa, marca que terminaría apareciendo en todos los lugares del mundo. Tanto se atrevería Caspar a ello, que contrataría al pintor Nathaniel Sichel una vez para que éste realizara un lienzo publicitario, uno donde una de aquellas bellezas que el pintor ya había creado en otras ocasiones, luciera ahora mostrando además el chocolate van Houten en la mano de una de esas mismas bellezas. Así, tan utilitariamente, acabarían llegando a ser olvidadas y despreciadas aquellas exóticas bellezas de Arte, aquellas representaciones ideales y perfectas de antes para ser sustituidas, ahora, por la más irreverente, despreciable e insolente forma de publicidad.
(Obras todas del pintor alemán Nathaniel Sichel, varias obras de Arte de bellezas exóticas; cuadro de una Madonna, y Retrato de la publicidad del chocolate van Houten, finales del siglo XIX, comienzos del XX.)

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