Revista Educación

La derrota

Por Petito2000

Ayer Lunes, perdí, junto con mi equipo, un importante partido de fútbol. A priori, queridos lectores, puede no significar mucho ya que para alguien competitivo todo partido es importante por ello, les pongo situación. A mi llegada al equipo, eramos quintos muy cerquita de los cuartos y de los sextos. Tras varios partidos difíciles que, gracias a un esfuerzo colectivo, conseguimos ganar terminamos cuartos de la primera fase. Toda una victoria en sí misma.

La segunda fase consistía en que los cuatro primeros jugaban una “miniliga” tipo playoff en la que, para poder alcanzar la fase final, había que quedar primeros de dicha fase o ser los mejores segundos de las diferentes sedes del campeonato. Algo parecido a la liga de campeones. En esta situación, no éramos, ni de lejos, favoritos pero nuestro juego había ido de menos a más y además cada vez creíamos más en que podíamos hacerlo, que fue lo más importante.

El primer partido lo ganamos a base coraje, jugando mejor que el rival y con una gran labor de equipo. En el segundo las cosas no salieron tan bien ya que nuestro juego colectivo se deshinchó un poco y sólo conseguíamos hacer ocasiones de gol con apariciones estelares de alguno de los componentes del equipo. Acabamos ganando y nuestro ego se agrandó hasta el día siguiente en que vimos que nuestro último rival de esta liguilla era el que había ganado la primera fase. Para más “inri” sólo nos valía la victoria.

La victoria pertenece al más perseverante.
(Napoleon I)

La apoteósica final de la segunda fase tuvo lugar el martes 22 de Marzo. Ellos jugaban mejor, más compenetrados, con mejor toque aunque pecaron de flojos. Ese fue su peor error ante un equipo que no tenía nada que perder y mucho que ganar, un equipo consciente de que, a juego, no podía ganar sino que sólo podía hacerlo a base de tesón y fuerza y así lo hicimos. Con dos goles de pillería -o estrategia para los entendidos- y una buena presión hasta el final del partido que nos dió el tercer gol, conseguimos ganar 3-2.

Literalmente, explotamos. ¡Acabamos cuartos de la primera fase y habíamos ganado la segunda!, era increíble. Saltamos unos encima de otros, nos hicimos fotos a raudales y los gritos de rabia y alegría se escucharon desde el lejano aparcamiento. Lo celebramos por todo lo alto, con una cena en un McDonald´s próximo de la que algunos tardamos dos días en recuperarnos. Un gran momento que no olvidaremos fácilmente.

Rendirse es la forma mas cobarde de aceptar tu propia derrota.

Una vez en la fase final, perdimos nuestro primera partido -de cuartos- contra otro equipo claramente superior en todos los aspectos -menos en la ganas de victoria- que únicamente nos ganó por 3-1, teniendo la capacidad de habernos goleado. Jugamos fuerte y limpio pero la victoria no fue posible. Salimos tristes, algunos más que otros, pero tristes al fin y al cabo aunque muy orgullosos de no habernos rendido nunca.

Al día siguiente, reconocimos la superioridad del rival y no nos martirizamos por la derrota, simplemente aceptamos que era realmente difícil haber ganado. Al final, resulta que poco nos acordamos del último partido y mucho de la gran victoria en todos los aspectos que supuso haber llegado a la fase final habiendo sido cuartos en la primera fase. Una proeza con un valor muy superior al de quedar siempre primeros.

No todo lo ganado es una victoria, y no todo lo perdido es derrota.


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