Hace unos días, mientras tomaba mi habitual capuccino en una de las cafeterías de Sonderborg, conocí a Karen. Me sorprendió bastante que se acercara a hablar conmigo. Enseguida comprendí el por qué: no es danesa.
Karen, alemana de 28 años, lleva viviendo aquí cerca de dos años. Me cuenta que a ella también le resulta difícil entablar amistad con los daneses, que, por lo general, el carácter de ellos es demasiado frío y distante. “Claro que puedes hacer amigos pero no amigos de verdad” me dice resignada mientras apura su café.
-”De todas formas lo entiendo, además puede que hasta sea mejor así”,prosigue Karen.
-”Pero siempre es mejor sentirte arropada, ¿no?”, le pregunto, contenta de haberla conocido.
-”Eso sí, pero si profundizas con alguien, luego seguro que te decepciona, bueno seguro no,pero casi”.
Se nota que tiene ganas de hablar. Del café pasamos a las cervezas mientras las horas corren. Hablamos de España, de Alemania…y también de su historia del por qué de ese desencanto.
Su caso el típico: mejor amiga “roba” novio.Sólo que en lugar de novio,lo que le arrebató fue el trabajo.
“Me dí cuenta de que mientras yo le daba todo, ella sólo me ofrecía lo que le sobraba, lo que no quería. Pero claro, de eso me he dado cuenta con el tiempo”.
Karen me relató la secuencia de los hechos y cómo el dolor se había transformado en desconfianza. “Eso me suena”, le contesté. Y así, lo que empezó siendo un mano a mano con mi capuccino acabó en un intercambio de confidencias con una entonces desconocida, ahora conocida y puede que futura amiga.