Revista Ciencia
Ya con el otoño entrado, amarillas las hojas trémulas de los chopos, nos adentramos en territorio de una vieja conocida, la jineta que nos proporcionó algunas de las noches más inolvidables de nuestras andanzas por estas sierras.
Caminamos muy despacio, atentos al suelo, los sonidos, los olores... Rastreando con detalle cada recoveco de la arboleda.
Las uñas marcadas en la corteza delatan las querencias de la jineta. Los chopos cabeceros cuyos huecos elige como refugio diurno...¡Silencio! Debe estar ahí arriba ahora mismo, somnolienta en su encame de madera... Miramos a los pies, en la hueca abierta del chopo y...
...descubrimos los restos de su cena de anoche: un pito real, uno de los carpinteros que frecuentan el soto.
Atardece. Nos retiramos lentamente. El frío se impone ya sobre los campos. Reclaman locos los pinzones. Con las sombras saldrá de nuevo la jineta, horadando con su mirada la noche...