Perdemos mucho tiempo indicando a los demás cuál debe ser la trayectoria a seguir.
Con una aparente fortaleza nos hacemos maestros en lo ajeno intentando arrastrar a otros hacia estereotipos sin apenas cuestionarnos un ápice de lo asumido por todos.Queremos que los demás se transformen a nuestro capricho; que se conviertan en ese tipo de personas aplaudidas por la “masa”, pues así evitaremos enfrentarnos a desconocidos parajes en los que probablemente, seremos poco capaces de actuar.La falta de seguridad nos lleva a sentirnos más cómodos dentro de la aprobación generalizada, de tal forma que si ante nosotros se presenta algo que difiere de lo establecido, o bien intentamos que cambie manipulándole cuál marioneta, o bien despreciamos su esencia.Y ocurre que en determinados momentos, “La Diferencia” flaquea ante la imposición, censurándose con tal extrema dureza que incluso se provoca flagelaciones a modo de castigo que, dicho sea de paso, no es más que un momentáneo miedo al rechazo.Más ocurre también, normalmente es el paso posterior al anterior estado, que tomando conciencia, “La Diferencia” se cuestiona si verdaderamente es “ella” la que debe alterar su idiosincrasia tan sólo por hacer felices a aquellos que por el contrario, la han tenido en poca estima.Retirada en la añoranza, se deja mecer por el silencio que no siempre encuentra respuesta y a veces en el desánimo, otras en el esfuerzo, se va recomponiendo con la esperanza de poder dialogar con “Otras Diferencias”.