Un par de bloggeros han propuesto que hoy se hable de la convivencia desde cualquier punto de vista. A mí me gustaría escribir un poco sobre la convivencia entre turistas y residentes locales.
A veces ni se puede hablar de convivencia: pensemos en los adolescentes europeos que van a empborracharse a Lloret de Mar, un pueblo de la Costa Brava catalana que ofrece barra libre un precio muy bajo, con las consecuencias que todo el mundo cabría esperar. En este caso, ¿es el lugar algo más que un escenario (y de clima) para que el visitante pueda disfrutar de la compañía de otros turistas? Esto también sucede en Calviá en Mallorca o Varadero Cuba: el turismo-burbuja. Lo que sí suele existir son las consecuencias negativos del turismo: ruídos, vómitos y alboroto; todo se permite por el beneficio que este tipo de turismo reporta a algunos.
Sin embargo, muchas veces los turistas comparten espacios con los locales. Cuando esto se hace de forma masiva, como cuando un crucero atraca en una ciudad, podemos ver rebaños de turistas-ovejas guiados por un guía que lleva una señal en alto para que puedan seguirle. Ahí tampoco hay mucha convivencia, y la que hay se circunscribe al intercambio comercial o regateo con los comerciantes locales.
A veces la convivencia se da en los hoteles o recintos turísticos entre el turista y el empleado. Esta es una relación humana que no puede solo es real en apariencia al estar el empleado limitado asu contexto laboral. Así el turista recoge sonrisas y comentarios agradables de los empleados, es decir, lo que el turista quiere ver y escuchar. No se produce un intercambio de ideas o puntos de vista auténtico.
Cuando el viaje es más viaje y menos turisteo, pueden darse situaciones más propicias para la convivencia. Si invertimos un poco de tiempo conversando tranquilamente con los nativos, seguramente podremos hacernos una idea mucho más real de cómo es la vida de las gentes. A veces las excursiones organizadas pueden resultar muy intrusivas: imaginemos que alguien se mete en nuestra boda a hacer fotos. Pero cuando nos metemos demasiado en la casa del visitado, pueden surgir problemas. Aunque en nuestro país casi todos los actos públicos puedan ser fotografiados, no tiene por que ser así en todas partes: hay que tener cuidado o pueden surgir problemas. En San Juan de Chamula por poner un ejemplo extremo, se realizan ceremonias mayas para los que los locales no admiten fotos. un francés que no respetó esto fue linchado por hacer fotos cuando no debía.
Una forma más genuina de conocer a la gente local es usar Couchsurfing, donde podremos meternos en el backspace, es decir, el espacio privado de los residentes, además con su permiso. El rol que adoptaremos no será el de turista sino el de invitado, que en muchas culturas conlleva una gran respecto, por ejemplo en la cultural árabe. Algunos viajeros independientes que se atraven a hacer auto-stop y a aventurarse por lugares que no salen en las guías muchas veces se encuentran mucho más arropados y merecededores de atención que cualquier turista en un lugar conocido.
Por otro lado, los residentes autóctonos no están libres de culpa. Muchas veces en lugar de una persona, cuando ven un turista, ven un billete verde y se dan a todo tipo de artimañas para conseguirlo. Así ahuyentan a los turistas y dejan una imagen pésima del lugar. A veces, esto se llega a industrializar como en la prostitución . Tailandia por ejemple es país muy permisivo con el turismo sexual, que genera una gran cantidad de divisas al país. A veces esta relación de prostitución se da, en mi opinión, aunque no haya intercambio sexual. las relaciones turista-local son en muchos casos neocoloniales, donde el hombre blanco se hace servir por el nativo. Además los turistas gozan de más derechos que los locales: pueden vestir como quieran, hacer ruido, incluso actos vandálicos con la vista gorda de la policía.
No siempre el turismo tiene por qué tener como objetivo conocer “el alma de un país”. Sitios como Benidorm cumplen su función y son capaces de satisfacer las necesidades de vacaciones de cientos de miles de personas en un verano y todas las partes saben a qué atenerse.
Sin embargo, si alguien cree que se puede conocer bien un país haciendo turismo, creo que está equivocado. Cualquier estancia por intensa que sea, si se limite a unos días o semanas será, por definición, superficial. Pero intentemos que por superficial que sea, al menos sea un trozo auténtico de la realidad el que nos llevamos y no simplemente una confirmación de nuestros prejucios. Leer antes del viaje, un ritmo pausad (slow travel) y respeto seguramente ayudarán a conseguir conocer mejor al otro, si es eso lo que nos proponemos.