Esta es la primera parte de la versión en español de mi artículo de mayo en Mapping Ignorance.
Gary Becker propuso el primer modelo económico sobre el comportamiento criminal. Con un enfoque neoclásico muy estándar estudió este problema aparentemente fuera del ámbito de la Economía. En particular, Becker asumió que los criminales son racionales y respondían a variables como la probabilidad de ser descubiertos, la severidad de los castigos y el coste de oportunidad en el mercado de trabajo. A este trabajo seminal siguió una literatura empírica abundante para contrastar hasta qué punto los potenciales criminales son disuadidos por estas variables. La literatura considera también novedades teóricas como la perspectiva dinámica del problema y la consideración de sujetos no perfectamente racionales, como sugiere la economía del comportamiento.
Chalfin y McCrary (2017) [1] examinan esta literatura para encontrar patrones, avanzar alguna conclusión y, tal vez, ayudar con recomendaciones de acción política. La primera cosa que notan estos autores es que las investigaciones se pueden clasificar en tres categorías generales, que corresponden a cada una de las tres variables mencionadas en el párrafo anterior. El papel de estas variables se puede ver como sigue: sea U(c1) la utilidad asociada con cometer un crimen sin ser descubierto, U(c2) la utilidad de cometer un crimen y ser descubierto, y (Unc) la utilidad de elegir no cometer el crimen. Finalmente sea p la probabilidad de ser descubierto. Entones, un individuo que tiene la oportunidad de cometer un crimen decidirá hacerlo si se cumple la siguiente condición:
(1-p)U(c1) + pU(c2) > U(nc).
Si el resultado de no ser descubierto (c2) se denota por Y (que puede interpretarse como ingreso monetario) y el resultado de ser descubierto se entiende como una reducción de este ingreso (Y-f), donde f se puede interpretar como la severidad del castigo, medida en ingreso equivalente, entonces la expresión anterior se puede reescribir como:
(1-p)U(Y) + pU(Y-f) > U(nc).
Las tres variables que afectan a la disuasión son p, f y el resultado de no cometer el crimen. El nivel de Y y la función de utilidad U son exógenas a las políticas de disuasión. De acuerdo con este modelo, un incremento en p o en f implican una mayor disuasión, como también la implica una mayor U(nc). Una característica interesante que se puede estudiar en este modelo es si los individuos se ven más afectados por p o por f a la hora de decidir si cometer el crimen. Becker (1968) [2] muestra que si los individuos son aversos a riesgo (como se suele suponer) un porcentaje de aumento en f es más efectivo como método disuasorio contra el crimen que el mismo incremento relativo en p, una conclusión que no se corresponde con la opinión contemporánea más extendida entre los jueces.
Un modelo reciente en Lee y McCray (2017) [3] introduce un factor dinámico. Si el castigo tras ser descubierto es un número de años en la cárcel, entonces la severidad del castigo debe ser medida como años y no como una pérdida de ingreso como en el modelo de Becker. La consecuencia de esta diferencia es que el crimen se verá reducido por un aumento en el tiempo de condena, y el mecanismo de comportamiento deberá ser modulado según las preferencias temporales. En particular, los individuos impacientes mostrarán una mayor reacción a la probabilidad de captura que a la extensión temporal de la sentencia.