E l equipo más exitoso de la historia de la Premier League no vive sus mejores días. Desde la partida de Sir Alex el equipo perdió protagonismo. Ahora, tras gastar en la pretemporada más que ningún otro club, busca una recuperación que no llega.
Dicen que se fue del club hace un tiempo, pero el hombre sigue estando. Ahí, en los bares tan estilo british de la Sir Matt Busby Way, cerquita de ese templo al que todos llaman El Teatro de los Sueños.
Es recuerdo y palabras de los hinchas que los frecuentan. Es imagen en los televisores que reproducen tantos días felices y tantas consagraciones sin olvido. Se abraza con Teddy Sheringham tras el gol y el milagro en la final de la Champions League ante Bayern Munich; lo felicita de David Beckham tras un tiro libre impecable; ofrece una indicación a un Ryan Giggs muy joven; celebra junto a un puñado de hinchas vestidos de rojo. Está en todos lados, aunque sólo concurra de visita ocasional...
El 2012 culminaba sin que se conociera esa noticia que tanto se parecía a un hito en la historia del fútbol inglés: se abría la puerta al último semestre en el ciclo de Alex Ferguson en el United. En noviembre, se habían cumplido 27 años de su estreno. Y para la ocasión, el club le rindió un tributo que durará para siempre. Le encargó al escultor Philip Jackson una estatua de bronce, que luce imponente en los accesos a Old Trafford.
Ahí está el escocés de Glasgow, el que a los 16 años eran un intenso sindicalista en los astilleros de Clyde, el de los 38 títulos (entre ellos dos Champions League y 13 Premier League) y de los 1.500 partidos, el técnico implacable, el personaje irrepetible. El está ahí, solo, aunque cerquita de otras tres glorias queridas: los integrantes de The Holy Trinity: Dennis Law, George Best y Bobby Charlton. Todos ellos sonríen en el bronce y en la historia, como Sir Alex, claro.
De todos modos, en este territorio de tributos que ofrece el imponente estadio fundado en 1910 y mejorado en varias ocasiones hasta la maravilla actual, extrañan al más exitoso de sus conductores. Parece mentira pero está sucediendo: la pasada temporada 13/14, luego del más extenso de los ciclos, llegó -procedente del Everton- David Moyes.
Ganó el primer título de la temporada (la llamada Community Shield, la Supercopa de Inglaterra), pero no le encontró la vuelta a la sucesión imposible. Sumó tropiezos en la Premier League, eliminaciones en las competiciones de Copas Nacionales (tercera fase de la FA Cup y semifinales de la League Cup) y en Europa (lo dejó afuera el Bayern Munich de Pep Guardiola en los cuartos de final). Se tuvo que ir antes del final del recorrido... Y con su partida sucedió un episodio que retrata el cambio de los tiempos: Moyes había firmado un contrato por seis temporadas. Duró dos suspiros...
Pero el retroceso no fue sólo en términos de los resultados. El equipo dejó de transmitir aquella impronta de tenacidad que frecuentemente lo mostraban como invencible. A todos sus hinchas les quedó una sensación incómoda: el equipo se estaba acostumbrando a perder. En el último abril, se hizo cargo del plantel una gloria inobjetable de la institución, el galés Giggs. Su vieja estirpe de crack no alcanzó para enderezar el rumbo. Un dato revela las consecuencias: el Manchester se quedó afuera de las competiciones europeas por primera vez desde 1990.
La familia Glazer -dueños de los Tampa Bay Buccaneers, de la First Allied Corporation,el gigante de los shoppings malls en los Estados Unidos, y en algún tiempo dedicados al negocio del petróleo a través de la Zapata Corporatio, fundado por los Bush y vinculada a la CIA- buscaron un golpe de efecto para relanzar al United: contrataron a otro experto en consagraciones, Louis Van Gaal, quien venía de acceder a las semifinales del Mundial 2014 con el seleccionado holandés. "Vengo al mejor club del mundo y a este Old Trafford que todos sabemos lo que significa y lo que genera. Es un orgullo que me contraten del United", dijo el ex entrenador del Ajax y del Barcelona en su arribo a la ciudad.
De todos modos, los resultados siguen sin llegar. El segundo club más rico del mundo (sólo detrás del Real Madrid, de acuerdo con el informe de Forbes del año pasado) invirtió en la pretemporada 193,55 millones de euros (unos 253 millones de dólares) en contrataciones. Se incluyeron nombres como los de Angel Di María, Radamel Falcao García y Marcos Rojo. Ningún otro club gastó más dinero. Sin embargo, la tabla de posiciones de la Premier League cuenta que por ahora no le alcanza con billetes para reconstruir el paraíso: el United. El equipo está afuera de la zona de las competiciones europeas y el Chelsea -líder implacable-mucho se parece a un horizonte inalcanzable.
Para colmo, el otro equipo de la ciudad, el City que conduce Manuel Pellegrini y tiene a Sergio Agüero como su máximo goleador histórico en la Premier League, aumenta su protagonismo. De repente, se transformó en una sombra celeste en la vida del United. Desde 2011 ya ganó cinco títulos (entre ellos, dos de las últimas tres Ligas) y en la actual campaña asoma como el principal oponente del equipo de José Mourinho.
También se percibe en las calles y en los locales de venta de ropa y de productos deportivos: lo que antes era una marea roja de ofrecimientos ahora es un espacio compartido. La camiseta siete de Di María aparece al lado de la 16 del Kun Agüero. La sensación resulta inequívoca: la ciudad ya no tiene un solo equipo visible para el mundo. La vida sin Ferguson no es tan fácil para el United.
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