La transformación mundial hacia una economía circular implica la transición de sistemas basados en el modelo lineal de fabricar – usar – tirar a sistemas circulares, con menos residuos, que utilizan los recursos de una manera más ecoeficiente y sostenible, a la vez que proporcionan oportunidades de trabajo y una buena calidad de vida.
Esta transición se apoya en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), así como a otras metas internacionales acordadas de forma conjunta, por ejemplo, en el marco del Acuerdo de París, el Convenio sobre la Diversidad Biológica y la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación.
Los patrones actuales de la actividad económica lineal dependen de un flujo permanente de extracción y comercialización de materiales, su transformación en productos y, finalmente, su eliminación como residuos o emisiones, sin olvidarnos de un uso insostenible del agua y el gran impacto de la construcción y urbanización a la que estamos sometiendo al Planeta.
Vamos a empezar analizando lo que supone el desafío de las cadenas de valor mundiales en relación a la sostenibilidad de nuestro estilo de vida.
Los mercados de bienes y servicios de consumo están en vías de experimentar un crecimiento sin precedentes en la próxima década y se estima que unos 1.800 millones de personas se incorporarán a la clase media mundial en un período de 15 años hasta 2025, lo cual supondrá un aumento del 75% respecto de 2010.
Es probable que el incremento del gasto de los consumidores sea aún más pronunciado, no solo debido al aumento de los ingresos de los hogares, sino también a la adopción de estilos de vida cada vez más insostenibles, ya que las personas utilizan un mayor porcentaje de sus presupuestos para comprar bienes de consumo.
Estos mercados en rápida expansión se nutren de bienes de consumo fabricados y vendidos por empresas que dependen de un aumento similar de suministros de energía y recursos naturales, y que operan dentro de un conjunto complejo de cadenas de valor largas e interconectadas en todo el mundo.
Un elevado número de empresas multinacionales del mundo desarrollado trabaja con cadenas de suministro mundiales que comienzan en países en desarrollo, siendo estos países los que han copado una gran cuota del comercio mundial de valor añadido, estimada en más del 40% en 2010, frente a solo el 20% en 1990 y el 30% en 2000.
Esto implica que el cumplimiento de los objetivos de circularidad es poco probable si no se garantiza también la adopción de las prácticas comerciales circulares por parte de los proveedores de los países en desarrollo.
El establecimiento de un vínculo efectivo con las microempresas, pequeñas y medianas empresas (Pymes) que operan en el último tramo de las cadenas de valor y suministro mundiales supone un gran desafío para la sostenibilidad y la circularidad, tanto para las empresas multinacionales como para las empresas más pequeñas.
Al mismo tiempo, aunque las empresas multinacionales siguen teniendo dificultades para supervisar la sostenibilidad de las microempresas y empresas del sector informal que nutren a sus proveedores de segundo y tercer nivel e influir en ellas, dichas empresas están bien posicionadas para utilizar su influencia con el fin de inducir la circularidad en sus cadenas de suministro.
Esto es especialmente importante en las Pymes de los países en desarrollo que estén dispuestas a ajustar sus procesos y prácticas para seguir obteniendo beneficios de las cadenas de valor mundiales de las que forman parte.
La adopción generalizada de prácticas empresariales circulares depende en gran medida de su integración amplia en las cadenas de valor mundiales, siendo los obstáculos numerosos e incluyendo deficiencias o incoherencias de los marcos normativos, la falta de concienciación y de capacidad de los explotadores de empresas, la protección de intereses creados por parte de aquellos que se benefician de modelos no sostenibles, una demanda aún insuficiente de productos y servicios de la economía circular en el mercado, decisiones de consumo poco informadas, falta de acceso o un acceso prohibitivo a la financiación, en particular para los pequeños explotadores de empresas.
De manera generalizada, los gobiernos deben desempeñar una función importante a la hora de apoyar y alentar a las empresas en sus esfuerzos para realizar sus actividades de una forma responsable.
En el caso de la UE, las iniciativas pertinentes se centran en la movilización de inversiones en determinadas cadenas de valor, pero también hacen hincapié en facilitar la creación de grupos estratégicos de la cadena de valor que puedan utilizarse para impulsar las redes y la conectividad, es decir, las asociaciones entre los líderes de la cadena de valor y los productores con vistas a promover la generalización y la reproducción de las prácticas de la economía circular.
Además, al tratarse del mercado único más extenso del mundo, la UE puede fijar normas aplicables a todas las cadenas de valor mundiales, con el interés de incorporar la circularidad en las cadenas de valor mundiales para beneficiarse de la utilización de normas relacionadas con las materias reciclables y reutilizables, el comercio de minerales y otros recursos de gran valor.
En nuestra próxima entrega trataremos con más detalle todo lo relacionado con los recursos materiales y su circularidad.
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